La triste historia de Félix Almagro: el primer caído en la arena de Las Ventas

Un novillero de Torrijos inauguró la lista negra de toreros muertos en la Monumental madrileña hace ahora 80 años. Por fortuna, solo otros cuatro nombres le acompañan

Instante de la fatal cogida a Félix Almagro, ocurrida la tarde del 13 de julio de 1939 Santos Yubero
Juan Antonio Pérez

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La plaza de toros de Las Ventas , convertida en huerta durante la guerra civil, reabrió sus puertas el 24 de mayo de 1939 para celebrar la llamada «corrida de la Victoria». Un rejoneador y seis de los mejores espadas hicieron el paseíllo ante la imponente presencia de los gerifaltes de la recién estrenada dictadura.

El festejo pasó a la historia porque la banda de música trabajó durante la faena de Marcial Lalanda, pero no después con Domingo Ortega. Así que los seguidores de este último estallaron de rabia... y se decidió que en la plaza ya no habría más música mientras un toro estuviera en el ruedo.

Menos de dos meses después, el jueves 13 de julio, se anunció una novillada de la ganadería de Domingo Ortega para Félix Almagro, Mariano García y Pepe Luis Vázquez, que se presentaba en Las Ventas y era el gran atractivo del cartel.

El festejo también pasó a la historia, pero no por Pepe Luis, pese a que la crónica de ABC le elogia: «No se asombren ni juzguen irreverente la afirmación los aficionados: solo la precoz sabiduría de Joselito, a quien conocimos;solo la ciencia honda y la masculina elegancia de Lagartijo, de quien nos habla la historia, dan ese aplomo que vimos en Pepe Luis una tarde de prueba».

El triste protagonista fue Félix Almagro, al que una cornada en la yugular le convirtió en la primera de las cinco víctimas mortales que ha habido en Las Ventas. Le siguieron el matador Pascual Márquez en 1941, el carpintero Pablo Pérez en 1957 y los banderilleros Manuel Leyton «El Coli» en 1964 y Antonio González «El Campeño» en 1988.

«La cogida de Félix Almagro fue un percance explicable solo en el estado de nervios en que el pundonoroso muchacho se hallaba. Fue derribado al pasar de muleta y, cuando le hacían el quite, se incorporó ante la cara de la res, recibiendo entonces la herida», narra Giraldillo en ABC. A Almagro le hicieron una transfusión de sangre, pero murió a las once y diez de la noche. Lo que no está claro es el nombre del novillo. Dependiendo de la fuente, se cita a «Capirote» o «Rondeño».

Natural de Torrijos, Félix Almagro vino al mundo en 1907. Procedía de una familia humilde, que tenía una pequeña frutería en la que hoy se llama avenida de la Estación. Empezó tarde a querer ser torero, se forjó en las capeas y cuando se presenta en Madrid ya tenía 25 años, cuenta Julio Longobardo, Cronista Oficial de la Villa de Torrijos.

Hay que aclarar que su debut en la capital aconteció en la antigua plaza de toros de la carretera de Aragón, antecesora de Las Ventas y ubicada donde hoy está el pabellón polideportivo WiZink Center. Antes de la guerra ya torearía en el nuevo coso y, por ejemplo, «el 3 de mayo de 1936 obtuvo un resonante éxito en la plaza de Córdoba alternando con Manolete y Pascual Márquez».

«Totalmente olvidado»

La contienda modificó sus planes, como los de tanta gente. Se fue a Francia y el 4 de julio de 1937 tomó la alternativa en Marsella. Por aquel entonces, torear en el país vecino era el salvoconducto preferido por los toreros para cambiar de bando, debido al previsible descalabro republicano: cuando volvían a cruzar la frontera, ya lo hacían por zona nacional.

Sin embargo, acabada la guerra, Almagro se encontró con que las alternativas tomadas fuera de España, e incluso en zona roja, no tenían validez, así que siguió en el escalafón menor. Toreó 24 novilladas «a beneficio de Auxilio Social, sufriendo en ellas tres cogidas. Incorporado al Ejército, prestó servicio como conductor de automóviles», explica la reseña de ABC, publicada dos días después de su muerte.

Mientras, Longobardo asegura que no tenía mujer ni hijos, y que la familia se fue del pueblo con la guerra, por lo que hoy no queda allí ningún descendiente suyo. Quizá esa es la razón (o no) de que en Torrijos esté «totalmente olvidado». «Es un injusto olvido», precisa su cronista oficial.

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