La intrahistoria de Margarita, la burra muerta por el disparo de un cazador

Su dueño, que vive con su mujer en una finca de Los Navalmorales, afirma que «es muy peligroso caminar por el campo»

Felipe abraza a Margarita

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Margarita murió de un disparo. Esta burra de pelo oscuro tenía 6 años, dos hijos ( Luca y Capitán ) y estaba preñada. Fue con nocturnidad. Sucedió este lunes, 9 de julio, poco después de la medianoche. La mató un cazador «por error» en un coto de Los Navalmorales (Toledo), en un bello paraje de los Montes de Toledo. Así se lo contó el dueño del coto al propietario del animal, Felipe Illán , cuando este le llamó por teléfono para preguntar qué había sucedido: «El cazador, que no ha hablado conmigo porque le da vergüenza, dice que la confundió con un corzo, que es el único animal que se puede cazar en esta época del año».

A Felipe, de 57 años, le sube la mala leche cada vez que se acuerda de esas palabras. «Aunque sea de noche, para confundir un burro con un corzo, que es una cabrita pequeña, tienes que ser muy tonto. Hay una diferencia abismal entre ambos animales. Esto indica que ese cazador no conoce las especies cinegéticas que puede matar», deduce el dueño de Margarita, un équido que murió en plena flor de la vida (los de su especie suelen fenecer a la de edad de 25-30 años).

Por eso denuncia que muchos de los cazadores que pasan por ese coto «se dedican a matar todo lo que se mueve». «Visto lo visto, es un peligro pasear por el coto, que lo forman varias fincas. Te la juegas. Imagínate que hubiera ido a buscar a Margarita por allí...», plantea Felipe. Él se declara partidario de la caza, aunque está en contra de «los carniceros que disparan a todo lo que se mueve». «Esos son de gatillo fácil», insiste.

Margarita, con una cabra encima

Felipe vive dentro del coto, en la finca «Los caseriles», desde que dejó de trabajar como encargado en un concesionario de coches en Torrijos. Llevaba doce años en ese empleo y en ese periodo construyó su casa. Luego, tras ser despedido, le ofrecieron trabajos que rozaban la «esclavitud». «Toda mi vida he sido vendedor y a gente como yo, con más de 50 años y sin estudios suficientes para trabajar en una oficina, te ofrecen trabajos para explotarte», asegura.

«Yo no quiero que a mi edad me esclavicen. Quiero ser esclavo de mi libertad. Y por eso decidí venirme al campo. Es un lujo, lo sé, pero la libertad tiene un precio muy importante, y no es el dinero», recalca Felipe, que está preparando su finca, que recibió en herencia, para que luego la puedan disfrutar sus hijos.

Ellos, de 34 y 29 años, viven en Toledo capital, mientras que su mujer, María del Pilar , trabaja como conserje en un instituto de Educación Secundaria situado a catorce kilómetros de su casa. Con su sueldo, la huerta y los animales que Felipe cuida, el matrimonio sale adelante. Tienen medio centenar de gallinas (a un gallo se le oye cacarear cuando ABC habla con Felipe por teléfono), varios cerdos, cabras, dos pavos reales, otra pareja de gansos, patos y un pequeño lago para ellos, gatos, perros y los tres burros; bueno, ahora dos. «Los animales me encantan. Si no los tengo, no soy persona» , asegura.

La burra, dentro de la casa

La vivienda está en el monte, en una zona de encinas y olivas. Un camino de 1.200 metros comunica su mundo con la carretera más cercana. «Viene a vernos mucha gente; a comer, a pasar el día...». Pero desde el lunes a Felipe le falta la burra Margarita, una especie en peligro de extinción.

No ha sido el único animal de Felipe muerto a tiros. Hannah , una preciosa mastín de apenas un año, llegó arrastrándose hasta la casa con un disparo letal. El veterinario no pudo hacer nada por salvarle la vida y tuvo que sacrificarla.

Hannah logró regresar, aunque herida de muerte, pero otros cuatro perros que nunca se alejaban de la vera de Felipe desaparecieron un día, y ya no se supo más de ellos: Goofy, Canela, Cati y Cacho , algunos recogidos por Felipe porque estaban abandonados. «En el campo, los perros no pueden estar atados, tienen que estar libres. Tienen el mismo derecho a moverse que un ciervo o un venado», reclama.

Como Hannah, Margarita era un miembro más de la familia. Incluso se paseaba por el interior de la casa. «Yo la llamaba y venía a comer conmigo, nos íbamos de paseo, era un ser especial», recuerda Felipe. Este hombre de 57 años crió a la burra desde que el animal nació en la finca «Los caseriles», donde reside con su mujer. Margarita era hija de Flora y Bruno, que ya no viven en la finca porque se los llevó un amigo, ya que era una carga para Felipe cuidar tantos burros.

Felipe hijo besa a Margarita, un animal que se dejaba querer

Llegó a tener hasta seis asnos, pero ahora solo le quedan los dos retoños de Margarita, desde que ella logró desatarse, perderse en la oscuridad de la noche y morir de un tiro. Felipe llegó a oír el disparo, pero en ningún momento lo relacionó con su burra.

A la mañana siguiente Luca, de casi tres años de edad, y Capitán, de uno, no se separaron de su dueño, un comportamiento que le extrañó. «Normalmente, se acercan a mí cuando les voy a dar pan o manzanas. Pero aquello me pareció raro estando la madre por ahí. Seguro que intuía que algo grave le había pasado a su madre y vinieron a buscarme». Alterado y nervioso, Felipe encontró al animal al mediodía, después de que una vecina le telefonease para contarle que habían encontrado un asno muerto de un disparo en el coto, junto a un camino. Felipe no pudo hacer nada por el cadáver de Margarita, carroña para los buitres. «A las dos de la tarde conté cerca de 300 buitres. La han dejado... Ha sido devorada. No me dio tiempo a recogerla», se lamenta.

A Felipe le falta Margarita en casa. Sus hijos están rebuznando a todas horas reclamando su atención. Madre y retoños estaban juntos todo el día. «Cada vez que rebuznan porque están llamando a su madre, se me pone la piel... y la mala leche me sale por las orejas». «Si te matan un animal al que le tienes cariño, que lo has criado, que has paseado con él, que le has llamado y ha venido...». Felipe espera poder pasear sosegado, sin sobresaltos, por el mismo camino donde Margarita murió de un disparo de un cazador el pasado lunes. Pero su burra ya no le acompañará.

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