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«Jugar sin dolor. Ese es mi objetivo. No me voy a meter presión con los resultados»

El tenista conquense Pablo Andújar ha estado dos años fuera de las pistas por una lesión en el codo y ha vuelto a lo grande, ganando en Marrakech

Pablo Andújar posa con el trofeo de ganador del ATP 250 de Marrakech ABC
Juan Antonio Pérez

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Hubo un momento, allá por el invierno del año pasado, en el que el tenista Pablo Andújar Alba (Cuenca, 1986) pensó: «Ya está, mi carrera se ha acabado». Acumulaba dos operaciones en el codo y al empuñar la raqueta, «hice seis o siete saques y me quedé con el brazo colgando del dolor que sentí».

Por suerte, hubo otra oportunidad. Después de pasar una tercera vez por el quirófano, volvió a las pistas en febrero, en el torneo de Río de Janeiro. Cuando ganó a Gerald Melzer, su primera victoria en más de dos años, lloró de emoción.

En el siguiente partido en Río, ante Dominic Thiem, uno de los mejores del mundo en tierra batida, sufrió una microrotura en el músculo pectoral mayor derecho que le tuvo alejado de la competición otro mes y medio. El conquense volvió a jugar hace un par de semanas y ganó el Challenger Juan Carlos Ferrero, en Villena. Y el domingo repitió en Marrakech, un torneo de categoría ATP 250.

«Del codo, que es lo que más me preocupa, estoy bien. Obviamente, al jugar diez partidos en tan poco tiempo, tengo dolores en todo el cuerpo, pero son pequeñas molestias : una inflamación en el tendón de la rodilla y en el hombro, aunque son cosas, dentro de lo que cabe, normales», cuenta a ABC el día después de su aplastante victoria en la final por un doble 6-2 frente a Kyle Edmund, semifinalista del último Open de Australia.

Andújar ha pasado en apenas un par de meses de la posición 1.824 a la 154 del ranking ATP. Un ascenso fulgurante con el que dejarse llevar por la euforia. Sin embargo, es cauto: «Jugar sin dolor. Ese es mi objetivo. Esta temporada no tengo que meterme presión con los resultados». Quizá mientras lo dice esté pensando en los cientos de días, con sus correspondientes noches, en los que jugar al tenis era un quiero y no puedo. Un sueño imposible.

En todo este tiempo de convalencia «he aprendido a valorar otras cosas que seguramente no hubiese valorado de seguir en el circuito. Ahora el tenis es una parte de mi vida, no mi vida», explica con sencillez. En ese abstracto «otras cosas» está el haber pasado por el altar y tener un hijo.

Afincado en Valencia, Andújar es el tenista tipo de la «Armada española». De la misma quinta que Rafa Nadal, la tierra batida es su superficie favorita. En ella ha ganado sus cuatro títulos ATP (dos en Casablanca, Gstaad y el mencionado Marrakech), además de jugar la final del Conde de Godó en 2015, en una magnífica semana de abril en la que derrotó a Albert Ramos, Leonardo Mayer, Feliciano López, Fabio Fognini y David Ferrer antes de caer contra Kei Nishikori.

Ese fue el gran año de su carrera. Consiguió alcanzar la tercera ronda en Roland Garros y Wimbledon, su tope en un Grand Slam, y se situó en el número 32 de la ATP, su mejor ranking. También jugó la Copa Davis con España (había debutado en 2014 contra Brasil), en una eliminatoria frente a Rusia en la que le dio «mucha rabia» perder el quinto y decisivo punto ante Andrey Rublev, una de las mayores promesas del cicuito, que entonces tenía 17 años.

Y cuando mejor estaba, ¡bum! De repente notó «un pinchazo muy fuerte» en el codo derecho y comenzó el calvario. Fue durante un partido en Gstaad, frente a Thomaz Bellucci, en el verano de 2015. Andújar paró cuatro meses, «haciendo rehabilitación y tratando de evitar la cirugía». Volvió para el Open de Australia de 2016, en enero, pero el dolor seguía y decidió operarse en marzo. «Tenía un pequeño desgarro en el tendón del codo . Me limpiaron la zona dañada, pero al jugar otra vez tenía dolor. Creíamos que podía ser un hilo que se quedó en el tendón y que tiraba de él. Volví a pasar por el quirófano en noviembre y la situación empeoró», relata.

Ese fue el peor momento, el ir para atrás y no para delante, la sensación de que el dolor iba a ser un eterno compañero de viaje. En marzo del año pasado llegó la tercera operación, casi como un todo o nada, y entonces sí, los médicos dieron en el clavo: «En vez de en el tendón, se fijaron en el nervio cubital, que estaba muy inflamado, y me lo cambiaron de camino».

Ha pasado más de un año. Ahora Andújar puede coger la raqueta, compite y hasta gana torneos. La primavera en tenis es sinónimo de tierra batida. La próxima semana jugará el Conde de Godó y después el Mutua Madrid Open, para el que ha recibido una invitación. En el horizonte aparece Roland Garros, desde el que tendrá que partir de la ronda previa. Con lo que ha sufrido, será un regalo.

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