Recuerdos del cine Alcántara
La historia cinematográfica de Toledo está vinculada a esta sala
En el número 18 de la calle de Cabrahigos, en el barrio toledano de Santa Bárbara, Antonio Sánchez espera a las puertas de un antiguo «templo» en ruinas. Entre telarañas y maderas raídas, se abre paso el superviviente de una saga de empresarios cinematográficos para enseñar a ABC lo que queda, aparte de muchos recuerdos, del cine Alcántara, uno de los que más solera alcanzó en Toledo, junto con el Imperio, el Alcázar, y el Moderno, hoy desmantelados.
Una historia que empieza en 1964, cuando el padre de Antonio (con el mismo nombre y fallecido hace unos años) abre las puertas del cine Alcántara con la ayuda de su madre, Carmen Villarreal (encargada de la taquilla) y de su tío Andrés Sánchez (responsable de la cabina), a los que se sumó el propio Antonio después para hacer de todo un poco.
Atrás quedan los años de la censura de la dictadura franquista. Los rollos de película llegaban en sacas a la cercana estación de tren procedentes de Madrid, donde las cintas se estrenaban y luego las que tenían más éxito se distribuían por las provincias. El padre de Antonio estuvo ocho años luchando por sacar adelante el cine. «Esos primeros años, en los que la censura estaba a pleno rendimiento, las películas llegaban con los cortes oportunos para proyectarlas», por lo que ellos no tuvieron nunca problema alguno.
«Antonio, aquí te dejo a mis hijos. A las seis vengo a recogerlos». Esta es la frase que los padres del barrio les decían y una de las que el antiguo dueño recuerda con más cariño de las décadas que pasó junto a su padre al frente del cine Alcántara. Los fines de semana, en la sesión infantil de la tarde (de 16.00 a 18.00 horas), la sala se llenaba de niños con palomitas y gaseosa «La Casera» para disfrutar de las películas.
Ocho años después de su apertura, en 1972, se produjo el gran cambio que hizo del Alcántara algo diferente. Después de pedir durante tiempo la autorización del Ministerio de Información y Turismo del régimen franquista, la sala obtuvo la licencia de la Dirección General de Cinematografía y Teatro para funcionar como cine de arte y ensayo. Eso le permitió exhibir películas en versión original subtituladas de maestros de la gran pantalla, como Pasolini, Bertolucci, Bellochio, Polanski o Kubrick.
Los años dorados
Estos fueron los años dorados del cine Alcántara, adonde acudían no sólo vecinos del barrio de Santa Bárbara y de Toledo, incluidos los soldados de la Academia de Infantería, sino también aficionados al cine de los pueblos de la provincia, que llegaban en numerosos autobuses.
Sin embargo, según cuenta Antonio, al principio de esa etapa de cine de arte y ensayo costó mucho arrancar y tuvieron sus fiascos con las primeras películas en versión original, que duraban pocos días en cartelera al no ir casi nadie a sus proyecciones.
El punto de inflexión vino con la proyección de Helga , documental de educación sexual para adultos cuya exhibición en España quedó relegado a las salas de arte y ensayo. También queda para el recuerdo la película La naranja mecánica , de Stanley Kubrick, que a finales de los 70 causó un gran revuelo entre el público toledano y estuvo en cartel durante un mes. Incluso una señora rompió aguas después de verla. «Yo no me esperaba una película así. Se conoce que la impresión fue tan grande que mi hija decidió salir», ríe la mujer, vecina del barrio de Santa Bárbara.
Antonio también recuerda la proyección de Ya no basta con rezar , una película chilena en la que el protagonista era un sacerdote afín a la revolución obrera que se estaba gestando en Chile. Un argumento que llegó a España en la recta final de la dictadura franquista y que causó un gran revuelo cuando se proyectó en Toledo. «La gente se levantaba de sus butacas, aplaudía y jaleaba» lo que veía en la cinta dirigida por Aldo Francia. «Nos daba mucho miedo todo aquello», admite el antiguo dueño del cine Alcántara.
Actos políticos y conciertos
De hecho, la sala acogió numerosos mítines de partidos políticos tanto de derechas como de izquierdas —desde Alianza Popular al Partido Socialista o el Partido Comunista— durante los años de la Transición. Antonio cuenta que el cine Alcántara era el único lugar amplio y con asientos para celebrar actos y reuniones de este tipo. Al igual que acontecimientos culturales, como algún que otro concierto de bandas de música toledanas.
Con la aparición y posterior generalización en los hogares de los vídeos VHS y Betamax en los años 80 y principios de los 90, el sector cinematográfico comenzó a entrar en decadencia. «Con las películas de vídeo todo empezó a ir mal y la gente comenzó a dejar de ir a las salas de cine», señala Antonio.
«Lo que no hizo Franco lo hizo Felipe González», afirma el último propietario del cine Alcántara, quien recuerda que durante los gobiernos socialistas, debido a cuestiones de seguridad, se limitó el aforo en las salas de cine y tuvieron que reformar el local y retirar butacas, reduciéndose así el número de espectadores.
El último intento por salvar el cine Alcántara fue justo dos años antes de su cierre. En 1990 se convirtió en una sala de cine para adultos, siendo el único cine X que existió en Toledo. Sin embargo, según cuenta Antonio, el esfuerzo fue en balde, ya que en 1992 echó el telón.
Antonio siente nostalgia de las décadas que pasó en su cine y, aún con los ojos vidriosos cuando habla de ese tiempo, todavía se conmueve: «Me pongo muy triste y me duele mucho rememorar ese tiempo, ya que en Toledo ya no queda ninguna de las conocidas salas de cine que existieron cuando yo viví esos maravillosos años, a pesar de lo duro que era trabajar todos los fines de semana y festivos». Una reflexión que Antonio acompaña de un lamento: «Los centros comerciales han matado el cine».
