La odisea de un toledano para empaquetar su bicicleta en un avión desde Múnich

Tuvo que regresar a España tras lesionarse cuando pretendía realizar una ruta de unos 5.000 kilómetros

La bicicleta de Javier, ya empaquetada para regresar a España Javier Calatayud
Manuel Moreno

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Es frecuente leer o escuchar en los medios de comunicación los sinsabores de pasajeros por retrasos injustificados en los vuelos, lo que les causa, en muchas ocasiones, mal humor y hasta ansiedad. Sin embargo, no es tan habitual que se difundan las odiseas que algunos viajeros deben vivir en los aeropuertos cuando pretenden que su bicicleta viaje con ellos en la bodega del avión.

Javier Calatayud Lancha , toledano de 55 años, todavía no se ha recuperado del mal trago que tuvo que superar la pasada semana en el aeropuerto de Múnich (Alemania) para empaquetar su estimada bicicleta. Casi le cuesta algo más que un ataque de ansiedad.

Hasta allí llegó el 20 de mayo porque se lesionó cuando realizaba la ruta EuroVelo 6 , concretamente desde Nantes (Francia) hasta Constanza (Rumanía). Quería recorrer unos 5.000 kilómetros con su bicicleta, además de pertrechado de enseres, un hornillo y hasta una tienda de campaña a cuestas. « El reto era demostrarme a mí mismo que podría hacer un viaje de esas dimensiones , realizar un reto importante en mi vida», explica. «Cuando viajas en bicicleta, la vida, los paisajes, las ciudades y los pueblos se ven desde otra perspectiva. Te atrapa», asegura este escolta prejubilado, que cubrió las espaldas de reconocidos empresarios españoles.

Javier Calatayud, delante del castillo de Blois (Francia)

Durante su aventura, que arrancó el 1 de mayo en el aeropuerto Madrid-Barajas, Javier llegó a practicar, en lo posible, la autosuficiencia. Durmió en las puertas de cementerios, en invernaderos, en bosques, en parques... Sumó kilómetros hasta que los tendones de Aquiles de sus piernas dijeron basta el 19 de mayo. Tuvo que dejar su sueño en Ingolstadt (Alemania), a 70 kilómetros del aeropuerto de Múnich.

A sus problemas en los tendones se sumó entonces otro: empaquetar su bicicleta para traerla a España. Llamó el 19 de mayo a Iberia por la mañana para preguntar si en el aeropuerto de Múnich disponían de cajas para meter su bicicleta. Le informaron de que no había ningún problema. «No se preocupe», le aseguró una amable señorita por teléfono. Solo tenía que pagar 20 euros por el servicio. Por si las moscas, Javier volvió a llamar por la tarde y le confirmaron que el servicio existía (no le podrán llamar mentiroso porque la conversación debe estar grabada).

El escolta prejubilado durmió tranquilo . Sin embargo, al día siguiente Javier se dio de bruces con la realidad. Ya en el aeropuerto el día 20, sobre las dos de la tarde y con los tendones de Aquiles doloridos, tuvo que soportar los malos modales de un empleado en el mostrador de Iberia, aunque estaba atendido por personal de Vueling -las dos pertenecen al mismo grupo de empresas, IAG-. En Vueling le dijeron que jamás han tenido cajas para bicicletas, por lo que volvió a llamar a Iberia, desde donde le derivaron a la ventanilla de British Airways -otra empresa del grupo IAG-. Pero allí no le dieron tampoco ninguna solución.

« Me veía impotente ante la situación de tener billete y no poder llevarme mi bicicleta», lo que le creó una situación de ansiedad. Recuperado, pensó y se puso a buscar cajas de cartón por el aeropuerto para crearse el envoltorio con el que empaquetar su bicicleta. Con la cinta adhesiva que había comprado días atrás, logró embalar su estimada «burra» después de cuatro interminables horas.

En un bosque en Alemania

Pero, ¿terminaron los disgustos? Pues no . Tuvo que dormir en el aeropuerto porque su vuelo salía al día siguiente. Pero no pudo dejar un momento el carrito con todas sus pertenencias, ya que el personal del aeropuerto le advertió constantemente de que llamarían a la policía.

El día 21 llegó la última sorpresa. En el mostrador de Iberia que era atendido por personal de Vueling le exigieron el pago de 90 euros en efectivo. «Pero no lograron estafarme, porque sabía que era un cargo único de 45 euros, ya me había informado». En un principio no accedieron a cobrarle el importe con la tarjeta de crédito que llevaba -solo tenía 15 euros en el bolsillo-, aunque al final logró que le hicieran el cargo. Y, por fin, pudo dejar Alemania y volar a España. Ya en Toledo, intenta presentar una reclamación a Iberia para exigir una indemnización.

Pese a las peripecias, Javier no decae: «El proyecto sigue en marcha. Tengo la intención de retomar la ruta donde la dejé y cumplir mi sueño».

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