«Jefe y subordinado saben que uno es tan profesional como el otro»

Entrevista al general de brigada Manuel Llamas Rodríguez, jefe de la Guardia Civil en Castilla-La Mancha

Manuel Llamas, en la comandancia de la Guardia Civil de Toledo esta semana Reportaje gráfico: Ana Pérez Herrera
Manuel Moreno

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El general de brigada Manuel Llamas Fernández (Málaga, 1959) está al mando de la Guardia Civil en Castilla-La Mancha desde junio. Su amplia trayectoria profesional desde que ingresó en la institución a los 19 años se enriquece con una vasta formación académica:doctor en Ciencias Políticas, licenciado en Derecho y graduado en Criminología, además de un máster en Dirección de Seguridad Global.

—¿Qué hizo el 1 de octubre?

—Lo que creo que hicieron casi todos los españoles: estar pendiente de los medios de comunicación. Y, por supuesto, de mi cadena de mando para saber qué sucedía en el resto de España y, en particular, en Cataluña.

—¿Qué opina sobre las imágenes de las intervenciones de la Policía Nacional y Guardia Civil en Cataluña que tanta polémica han suscitado?

—Esas opiniones son personales y en este contexto no procede que las comente.

—Como doctor en Ciencias Políticas, me gustaría conocer su opinión sobre el desafío secesionista.

—No, sin comentarios.

—Si no hubiera sido guardia civil, ¿a qué se habría dedicado?

—Posiblemente, al mundo del derecho porque me gusta, me apasiona.

—Pero el ejemplo de su padre, guardia civil, seguro que fue decisivo para decantarse por su profesión.

—Sin duda. Su ejemplo, su vida, el haber nacido en una casa cuartel,... todo ello me ayudó a resolver mis dudas laborales y profesionales cuando tuve que tomar una decisión.

—¿Lo tenía tan claro?

—Sí, muy claro. Quería dedicarme a la Guardia Civil e ingresé en la Academia General [Militar de Zaragoza].

Tiene a sus órdenes 5.000 efectivos en la región, donde «la tasa de criminalidad sigue bajando» pese a haber plantillas «un tanto disminuidas»

—Uno de sus primeros destinos no fue ningún remanso de paz. Llegó al Grupo Antiterrorista Rural (GAR) con 24 años. ¿Cómo se le dice a una madre que va a luchar contra terroristas?

—Con medias verdades, no contando todo crudamente, sino sabiendo lo que una madre soporta.

—¿Qué recuerdos imborrables tiene de aquella etapa?

—Se estaba revirtiendo el sentido de la lucha, ya no íbamos a remolque de los acontecimientos y sufriendo solo atentados. Habíamos tomado la iniciativa en la lucha contra el terrorismo y, en consecuencia, esos años del plomo anteriores, entre 1979 y 1981, empezaban a ser historia. Una de las medidas eficaces fue la implementación del GAR.

—Además de su hoja de servicio, que es extraordinaria, su formación académica también es impresionante. ¿De dónde ha sacado tiempo para estudiar tanto?

—Siempre me ha gustado estudiar y no he entendido esta profesión de otra manera que trabajando y estudiando para hacerme mejor profesional. Por eso he buscado tiempo, quitando horas a mi familia muchas veces.

—¿Cómo logró conciliar la vida laboral, familiar y estudiantil?

—Además de quitar tiempo a mi familia, en lugar de tener un libro de ocio o una novela en la mesita de noche, tenía libros de texto para avanzar en mis estudios.

—Ahora está al frente de la Guardia Civil de Castilla-La Mancha, que cuenta con 5.000 efectivos. ¿Ha sentido algún vértigo al estar al frente de tanta gente, aunque usted llega de dirigir la comandancia de Granada?

—En Granada eran bastantes menos. Aquella comandancia tenía 2.000 efectivos y aquí, en Castilla-La Mancha, tengo a mis órdenes a más de 5.000. Pero no me siento abrumado ni me siento cohibido porque tenga esta responsabilidad. Al contrario. Tengo un equipo magnífico, que me asiste en esa función de mando y funciona magníficamente; luego no hay motivos para preocuparse.

—¿Son suficientes esos 5.000 guardias en la región?

—No tenemos cubierto el catálogo como quisiéramos, pero teniendo en cuenta la situación de la que venimos, con una baja oferta de empleo público, el grado de cobertura no es malo. Evidentemente, siempre el recurso humano es escaso y es deseable tener más efectivos, pero es el número que hay. Creo que las plantillas de las comandancias están dando resultado en eficacia, ya que la tasa de criminalidad sigue bajando. Esto significa que las comandancias no lo tienen que estar haciendo mal, pese a tener plantillas un tanto disminuidas por los coletazos de la crisis económica.

La situación actual en régimen de horario, calendario y descanso no tiene parangón con el pasado

—¿Vive usted en la comandancia de Toledo?

—No.

—Le iba a preguntar qué tal se vive en un edificio con tantos años. En numerosas ocasiones, se ha intentado cambiar esta comandancia de lugar, pero no se ha conseguido.

—Sin necesidad de vivir aquí, es una de las primeras cuestiones que uno se da cuenta nada más llegar. Estas instalaciones ya están amortizadas; la administración y la Guardia Civil tienen que ir planteándose buscar una alternativa que ofrezca unas condiciones dignas de trabajo al personal.

—¿Ha realizado alguna gestión sobre este asunto tan viejo?

—No he hecho gestiones ante las administraciones que podrían ayudarme a realizarlo. Desde mi incorporación y toma de posesión, el 20 de junio, todo ha sido verano, vacaciones y toma de contacto. Pero sí lo tengo como una meta y una estrategia a largo plazo.

—Que los empleados hablen bien de un jefe no es frecuente en España. Aquí, en la comandancia de Toledo, hablan de usted muy bien.

—Algún amigo... No lo sé, porque si no conozco la fuente… Yo soy un hombre entregado a mi profesión y tengo, en mis subordinados, compañeros sobre todo y ante todo. Los trato como creo que a mí siempre me ha gustado que me traten mis jefes, y así ha sido. En consecuencia, es fácil que se establezca esa empatía entre el jefe y el subordinado, en la medida en que uno y otro se tratan con respeto, consideración y a sabiendas de que uno es tan profesional como el otro. Lo único que nos distingue a veces son los trienios, los empleos, la vida de cada uno,…

—Y la formación…

—Si estamos hablando de guardias civiles, aunque sea un agente básico y no tenga otra formación que la estrictamente profesional, ya parte de una base muy sólida y muy amplia en todos los sentidos, en la meramente técnica como en la moral y en la profesional.

El edificio de la comandancia de Toledo ya está amortizado. La Guardia Civil y la administración deben ir buscando una alernativa

—Usted también ejerció como abogado del Estado sustituto para defender a compañeros suyos.

—Ejercí para defender a guardias civiles que eran denunciados por acciones o supuestos delitos cometidos en el ejercicio de su servicio. Esto me llevó a conocer las condiciones del lado de la denuncia del paisano. En la inmensa mayoría de las veces, aquellas denuncias obedecían a un acto reflejo del infractor, del ciudadano, que no encontraba otra vía para defenderse que denunciar al guardia. No obstante, en algún caso esa denuncia estaba justificada.

—Las asociaciones de guardias civiles se quejan de las condiciones en las que los agentes trabajan.

—En este terreno hemos ganado mucho. Las condiciones actuales de trabajo en régimen de horario y calendario, así como de descanso, no tienen parangón con el pasado del cuerpo ni con el entorno laboral similar a la Guardia Civil, como cualquiera de las policías. Entonces, esas diferencias que en otras épocas pudieran estar justificadas, hoy en día se me antojan que ya no tienen razón de ser.

—¿Qué opina de las asociaciones de guardias civiles?

—Son un instrumento valiosísimo para que el mando y el propio cuerpo conozcan la realidad desde otro prisma. Esta institución de más de 80.000 agentes es poliédrica, tiene infinitas realidades. A través de ellas, el mando puede conocer sensibilidades que, de otra manera, le costaría mucho más trabajo para poder modificar determinadas situaciones.

—Una de esas asociaciones, AUGC, afirma que, cada 16 días, un compañero suyo se suicida en España. ¿Qué se puede hacer?

—El propio servicio de Psicología del cuerpo tiene implementado un protocolo de actuación para la prevención del suicidio que es pionero en el mundo de la administración. No hay dentro de la administración un servicio que haya dedicado tantos recursos humanos y haya modificado tanto las estructuras del cuerpo para paliar la cifra de suicidios. Ese servicio insiste en que el índice no es mayor que en otras policías ni en la sociedad común. Luego hay puesto un acento sobre un aspecto negativo que no se corresponde exactamente con la realidad. Desde luego, la Guardia Civil está haciendo todo lo que está en su mano, y más, para revertir esos datos. Sea la frecuencia que sea, nunca ha habido tampoco menos suicidios que ahora, la tendencia es descendente. La realidad es que, comparado con otros entornos iguales o parecidos, la institución de la Guardia Civil ha hecho más que nadie en ese terreno.

—Otra asociación, Jusapol, pide la equiparación de sueldos de la Guardia Civil y Policía Nacional a los cuerpos autonómicos de País Vasco y Cataluña. ¿Apoya esta solicitud?

—En la medida en que es una petición de igualdad de trato por parte de la Administración Central para un servicio igual, parecido o muy similar, me parece lógica la demanda.

—Según algunos estudios, la Guardia Civil es la institución mejor valorada por los ciudadanos en España. ¿Cómo se logra eso?

—Después de 174 años de historia y después de haber demostrado a la sociedad española que lo que prima es el cumplimiento de la ley y que, para ello, no regateamos esfuerzos ni sacrificios. El pueblo español, que es muy sabio, sabe sacar sus propias conclusiones.

La equiparación de sueldos es una petición de igualdad de trato para un servicio igual o muy similar. Me parece lógica la demanda

—Para muchos ciudadanos, su paso por la Unidad Central Operativa (UCO) está asociado al caso de Yéremi Vargas, el niño desaparecido en Vecindario (Gran Canaria) hace más de diez años.

—Así es, es lo que tiene la red; en ella se cristalizan momentos de tu vida que quedan como algo muy relevante, cuando no es del todo cierto. Aquella investigación fue una más que se llevó a cabo en los más de 7 años que estuve al mando de un departamento de la UCO. Es verdad que fue muy intensa y que, como todas las que no concluyen con el sometimiento a la justicia de los autores de un crimen, fue un tanto frustrante, pero a nivel policial se llegó hasta donde se podía llegar. El resto no nos correspondía a nosotros.

—También trabajó en la Casa Real y en el servicio de Información de la comandancia de Navarra. ¿Qué cualidades debe tener un agente en esos puestos?

—Son muy diferentes. En la Casa Real, el servicio de seguridad lo tienen encomendado la Guardia Civil y la Policía Nacional. En los años que estuve allí, entre 1984 y 1990, estuve muy vinculado a la escolta del Príncipe Felipe, ahora el Rey Felipe VI. Entre las cualidades, sobre todo la lealtad absoluta al jefe del Estado en todas sus vertientes, en condiciones físicas, mentales y de actitud profesional; también, por supuesto, saber compaginar la protección y seguridad con las otras que tiene el cuerpo como tal.

En cuanto al servicio de Información de Navarra, trabajando en la lucha antiterrorista desde la investigación criminal, fue una etapa muy dura, pero a la vez muy ilusionante. Aprendí mucho y estuve rodeado de gente muy profesional. Conociendo esas unidades se puede comprender cómo y porqué se pudo acabar con ETA.

Las asociaciones de guardias civiles son un instrumento valiosísimo para que el mando y el propio cuerpo conozcan la realidad desde otro prisma

—Fue jefe de la comandancia de Melilla durante la «crisis de las alambradas». ¿Cómo se gestiona el cumplimiento del deber con el trato con personas?

—Era jefe accidental en el verano de 2005. Fue complicado, una experiencia dramática en cierto sentido, ya que veía cómo miles y miles de personas desesperadas huían de la miseria y de la pobreza para buscarse un futuro. Y tú estabas en el camino de ese futuro que ellos anhelaban. Pero tú defendías una legalidad, unas fronteras y la soberanía de un país. Entonces, con las herramientas que el Estado te da, con numerosos recursos materiales y también humanos, intentamos paliar que aquella tragedia no fuera a más y que no provocara desgracias definitivas, que no hubiera muertos. Desde la perspectiva humana, yo aprendí muchísimo y aquella experiencia fue muy aleccionadora. Desde el punto de vista profesional, también me sirvió ver de cerca de qué madera está hecha nuestra gente: de la mejor.

—¿De qué le sirvió haber formado a jueces y a fiscales iraquíes para conocer el Estado Islámico?

—Mi conocimiento del Estado Islámico lo tengo no precisamente por participar en aquellas conferencias, sino por mi tesis doctoral en Ciencias Políticas, que trató sobre islamismo radical. Yo conocía la zona magrebí, pero aquella participación en un curso para jueces y fiscales iraquíes me ayudó a conocer una vertiente del islamismo, precisamente de la zona donde se entremezclan los dos islam, el chiíta y el suní. Ellos me permitieron abordar una perspectiva del islamismo que yo francamente desconocía. Por otro lado, fue bastante enriquecedor porque era gente muy profesional, técnica, con un avanzado conocimiento de los principios fundamentales del derecho occidental basado en el Estado de derecho democrático.

—Este domingo concluyen los actos nacionales que la Guardia Civil está celebrando en Toledo esta semana por su patrona, la Virgen del Pilar.

—Cada año se elige una provincia y teóricamente, en consecuencia, hasta que no terminaran las 54 comandancias de tener la ocasión de vivir El Pilar, los actos no volverían a repetirse en Toledo. Por eso considero una suerte inmensa que, coincidiendo con mi llegada, se haya pensado en Toledo como sede la patrona este año. Durante esta semana hemos organizado interesantes actividades para todas las edades. La iniciamos con un izado de bandera el martes y lo terminamos hoy con una parada y un desfile en el paseo de Tavera, que será un broche de oro.

—¿A qué dedica su tiempo libre, si lo tiene?

—De momento, a terminar de poner las ruedas del tren de aterrizaje en la región. Ahora mismo, estoy ocupado en interiorizar mi condición de jefe de la Segunda Zona de Castilla-La Mancha, que es muy amplia y compleja, con muchas realidades y con muchas cosas que todavía no domino. Todo esto me roba todo el tiempo.

—¿Hasta cuándo se quedará?

—En principio, son cuatro años desde mi ascenso.

—Y luego, ¿qué vendría?

—Posiblemente, la segunda actividad. Quizá me dedicaría al mundo universitario, que siempre me ha gustado. Intentaría dar clases.

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