VIVIR TOLEDO

San Miguel de los Ángeles: el destino de un exconvento entre 1836 y 1967

Un depósito de carruajes de alquiler, las cocheras Alegre y un negocio de transporte hasta que un promotor adquirió toda la finca que, tras su derribo, albergaría un complejo de viviendas, locales y garajes

Edificio alzado en 1968 donde estuvieron las Cocheras de Alegre, antes convento de San Miguel de los Ángeles. FOTO RAFAEL DEL CERRO

RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

La desamortización de bienes eclesiásticos en España (1835) implicó la supresión de los conventos masculinos -salvo los de la orden de San Juan de Dios por su función hospitalaria- y aquellos de monjas que tuviesen una exigua comunidad. Entre estas últimas, en Toledo, estaban las franciscanas de San Miguel de los Ángeles , vecinas a la iglesia de El Salvador, en la calle Taller del Moro, en un edificio de los siglos XVI y XVII sin especial relevancia. En 1822, al sufrir un incendio fortuito el referido templo de El Salvador, la capilla de las monjas sería la sede temporal de aquella colación y, en 1836, las pocas religiosas exclaustradas pasaron al convento de Santa Isabel.

Tras la marcha de las monjas , la subasta del cenobio la remató un particular que lo derribó hacia 1845, sin alzarse luego edificación alguna. En torno a un gran espacio a cielo abierto, ciertos rincones y maltrechas estancias se alquilaron para modestos negocios. Solo quedó en pie la entrada por la calle Taller del Moro, bajo un gran tejaroz -elemento habitual en la arquitectura toledana- con sus dos portones de cierre. En este patio multiusos, hacia 1895, se instalaría un depósito de carruajes de alquiler, con las correspondientes cuadras para las caballerías que, con el paso de los años, darían el relevo a los automóviles. El nuevo negocio y el de su propietario renombrarían el antiguo solar conventual para ser conocido, desde entonces, como las Cocheras de Alegre .

Aquel apellido pertenecía a una familia de larga ascendencia en la vida toledana desde mediados del XIX encabezada por Rodrigo González-Alegre y Álvarez (1823-1879), propietario, diputado a Cortes, alcalde y concejal de Toledo (1859-1863), gobernador civil de Madrid y senador. Después, desde 1880, su «Viuda e Hijos», fueron los primeros comisionados y delegados del Banco de España en la ciudad. Una hija, Isabel González-Alegre y Fanjul (1867-1937), gestionó, en 1890, la concesión de la primera red telefónica de Toledo. Su hermano mayor, Rafael (1855-1924), abogado de profesión, participó en la política local, como después su hijo, el empresario Rafael González-Alegre y Ledesma , también lo hizo entre 1914 y 1936.

El padre fue quien creó el ya citado negocio de transportes con tres carruajes, para atender a los usuarios del ferrocarril -en la alejada terminal del paseo de la Rosa-, al creciente tourismo , al trasiego de aspirantes y cadetes de la Academia o apoyar con sus vehículos las visitas oficiales y colectivas a la ciudad. En enero de 1902, El Heraldo Toledano anunciaba esta «nueva empresa de coches», sita en Taller del Moro 1, «con amplias cocheras y talleres», más un «elegante despacho» en la plaza de la Ropería que tenía un salón de espera hasta «la salida de coches a la Estación de ferrocarril». Asimismo, se ofrecían carruajes para «expediciones, paseo y campo».

Poco a poco, la firma ampliaría su parque móvil con diversos modelos y tamaños (como los grandes rippers , cerrados o abiertos, de varias plazas) para los traslados al Cementerio o la Fábrica de Armas, entre otros lugares extramuros de Toledo. Dos raras hojas sueltas publicitarias –o «publirreportajes» en lenguaje actual- anejas al diario El Castellano , conservadas en el Archivo Municipal de Toledo , revelan otros datos sobre la compañía Alegre-Autos y Rafael González Alegre que, desde la muerte paterna, en 1924, dirigía la sociedad familiar bien aprendida desde su adolescencia.

La primera hoja (14 de febrero de 1925), firmada por Juan de la Sisla , recoge el despacho central ya ubicado en Zocodover y señala que, desde 1922, se venían sustituyendo los citados rippers , tirados por seis u ocho caballerías, por los ómnibus Dion a motor. Con estos autos, partiendo de la calle de Carretas 1, comenzó el servicio a Bargas y a su estación, que entonces regentaba la compañía MCP (Madrid, Cáceres y Portugal ). También se inició el servicio hasta Sonseca por Burguillos y Ajofrín desde la plaza de Zocodover. Además, se disponía de quince automóviles en el «punto» para atender cualquier petición, manteniendo aún ciertos carruajes de tiro para transportes varios o «señoriales landeaux y milord´s » destinados al paseo y al turismo. Según el reportaje, las cocheras cercanas a El Salvador podían acoger cien coches y sesenta caballerías, además de los talleres de mantenimiento. La demanda ya había obligado a edificar un nuevo garaje, junto al paseo de Recaredo, capaz para treinta automóviles.

En la segunda hoja publicitaria (15 de agosto de1928), firmada por AAR, se repite la foto colectiva hecha, en 1925, por Lucas Fraile a todo el personal en el patio de las cocheras, más otras nuevas, tomadas ahora por Rodríguez a los autos estacionados y a los obrajes de mecánica y carrocería. También, en aquel recinto, se reparaban vehículos Lancia, Dion-Bouton, Morris… y se producían carrocerías -alguna de treinta y dos asientos- para empresas de otras ciudades. En ese momento, Alegre-Autos tenía la contrata con las compañías ferroviarias MCP y MZA, encargándose de los respectivos servicios postales y de viajeros a Bargas y Toledo desde Zocodover, donde sería habitual la imagen de sus coches a lo largo de los años. En diciembre de 1958, el Ayuntamiento adjudicaba a la familia Alegre el primer servicio de autobuses urbanos en Toledo, entre Zocodover y la avenida de la Reconquista, licencia que cesó en 1961.

El creciente tamaño de los vehículos y, desde 1924, la prohibición de circular a los de más de veinte plazas por las calles más céntricas, restaban eficacia a las viejas cocheras, cercanas a Santo Tomé, cuyo único acceso autorizado era por la puerta del Cambrón. Tras la Guerra Civil, aquel recinto resultaba inviable para poder albergar modernos autocares. Allí pervivía algún taller propio y otros alquilados a terceros, como también se hacía con algunas cocheras ya vacías. En 1967, un promotor adquirió toda la finca que, tras su derribo, albergaría un complejo de viviendas, locales y garajes – según proyecto del arquitecto Guillermo Santacruz -, que se concluyó dos años después, sellándose así los últimos vestigios de un convento perdido en la historia de Toledo.

Rafael del Cerro Malagón, historiador
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación