José Rosell Villasevil - SENCILLAMENTE CERVANTES (XXX)

En un nido de víboras

La piratería está presente en los mares del Planeta desde que existe la primera embarcación

José Rosell Villasevil
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La piratería está presente en los mares del Planeta desde que existe la primera embarcación. El medio se presta óptimo para que nuestra extraña naturaleza desarrolle el caudal de ambiciones fratricidas que cambia de forma con los tiempos, pero que no permite confiar plenamente en la transparencia y generosidad que merece un ser inteligente de libre pensamiento. A todo ser humano «normal», ubicado en cualquier sitio del mundo, le tienta el poder y la riqueza aunque solo sea en sueños.

Julio César lucha contra la piratería mediterránea, los vikingos asolan los mares del Norte, los ingleses, franceses y holandeses el Atlántico y el Caribe, y alguno de sus capitanes recibe en su patria, como castigo, títulos nobiliarios. Marinos cristianos se dedican a la trata de negros, que les venden en África los propios santones de la tribu. La trata de blancas y de niños para el sexo, continúa vigente en el S.

XXI por mar, tierra y aire.

Muchas personas, gracias a Dios, vivimos alejados de estas pesadillas que padeció Cervantes hace más de cuatro siglos, en lo que fue Meca del secuestro, la esclavitud y la muerte.

Cuando llega al nido de víboras que era la ciudad de Argel, él mismo confiesa que no puede ponerle freno al llanto; pero pronto reaccionará haciendo frente a la situación.

Aquel mercado desgarrador de seres humanos, mantiene un promedio de veinticinco mil cautivos de todas las nacionalidades, que se va clasificando en la lonja del desvarío: mujeres hermosas y adolescentes para colmar los harenes; nobles varones de ricas familias para alto rescate, junto a personalidades militares, del Gobierno o de la Iglesia; hombres sin valor de rescate, pero con buenos músculos y la edad en la boca, como las bestias, para la esclavitud doméstica; los indigentes, servirán para trabajos comunes del municipio y otras duras tareas públicas.

Mas para que todo este entramado funcione, bajo el control brutal de piratas y reyezuelos, tiene que haber implícito consuno por parte de las naciones afectadas, que les proporcionan mercaderes y mercancías, banqueros y cambistas, incluidas las órdenes religiosas que -al margen su noble vocación caritativa- les hacen el juego con el mucho oro que aportan para los rescates. Aquí hay incluso escribanos y notarios para levantar acta formal de las inhumanas transacciones. Miguel lo advierte en varios lugares de sus escritos: este nido de víboras existe porque los estados limítrofes lo consienten.

Y él, considerado rehen de alto valor, merced a las cartas de recomendación que llevaba de don Juan de Austria y del duque de Sessa, será tasado en 500 ducados en oro de España, cifra que su pobre familia no logra reunir por más que sus benditas hermanas entreguen hasta el último real de sus deslices, su madre se pase por viuda para llorar mejor ante el Consejo de Cruzada, en tanto don Rodrigo promueve informaciones hasta debajo de las piedras; Cervantes va a vivir (¿vivir?), sí, va a adquirir una experiencia que cambia su vida, pero que le ahorma tan notablemente, que le hace discurrir en muchas ocasiones que en aquella república de criminales, no todo es negativo; que a veces funcionan sus leyes mejor que en las hipócritas cristianas monarquías.

Es el espacio vital más documentado del genio, pero donde abundan enigmas que jamás encontrarán respuesta: ¿Por qué le compra el rey de Argel, Hassán Bashá, en 500 ducados, y luego lo entrega a fr. J. Gil por la misma cantidad? ¿por qué, intentando escapar reiteradamente, llevando consigo a los personajes más «valiosos» del «baño», el rey, que es un genocida, no le impone castigo alguno? ¿Acaso sabremos si Miguel regresa a la patria bajo el «síndrome de Estocolmo»?

¿Alguien percibe en su obra atisbo alguno de resentimiento hacia los musulmanes? Habla el cronista, no el ex cautivo.

Nadie en su tiempo valora y respeta a Miguel, como lo hace quien fuese uno de los enemigos del género humano, cruel por naturaleza y criminal por placer: su «amo» Hassán Bashá. Miguel vio en Argel sangre, sudor y lágrimas; ¿acaso Don Quijote (su «alter ego»), se halla ante panorama más risueño, al dar con la cadena de pequeños delincuentes a quienes conducen hacia el infame castigo de galeras?

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