Enrique Sánchez Lubián - Esbozos para una crónica negra de antaño (XIII)

Incendio de «La Sagreña» en 1920: pérdidas millonarias y catorce pueblos a oscuras

Estaba ubicada en Aceca y se dedicaba a a la fabricación de harinas y electricidad

Enrique Sánchez Lubián
TOLEDO Actualizado: Guardar
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Al anochecer del 5 de julio de 1920, una gran muchedumbre se agolpaba en el Paseo del Miradero de Toledo, observando los resplandores y humareda de un incendio registrado en lontananza. Las llamas estaban destruyendo uno de los complejos industriales más importantes de la zona: «La Sagreña», ubicada en Aceca y dedicada a la fabricación de harinas y electricidad. Las consecuencias del siniestro fueron catastróficas: cuatro millones de pesetas en pérdidas, catorce pueblos sin alumbrado, decenas de motores de riego de la zona paralizados, problemas para la elaboración de pan en la comarca y cien familias sin jornal. En mitad de la desgracia, algunos desaprensivos intentaron aprovechar el caos para robar el cobre de los cables eléctricos.

Página de “Revista Ilustrada de Banca, Ferrocarriles, Industrias y Seguros” dedicada a la factoría “La Sagreña” en 1899
Página de “Revista Ilustrada de Banca, Ferrocarriles, Industrias y Seguros” dedicada a la factoría “La Sagreña” en 1899

La fábrica de harinas «La Sagreña» había sido fundada en 1884 por Vicente López del Valle, aprovechando los antiguos molinos que sobre el río Tajo había en Aceca.

Años después la factoría fue adquirida por la empresa francesa «Ratié y Cía», que estaba expandiéndose por nuestro país, combinando posteriormente los molinos de trigo con la generación de energía eléctrica. Bajo su propiedad se fue desarrollando un gran complejo industrial, que incluía colonia para sus trabajadores y escuela, contribuyendo al desarrollo de Villaseca de la Sagra, que en 1903 dispuso ya de alumbrado eléctrico público.

La fama de «La Sagreña» traspasó muy pronto las fronteras provinciales. En 1899 «Revista Ilustrada de Banca, Ferrocarriles, Industria y Seguros» publicó un detallado reportaje sobre la misma, con una vista de la fábrica, por entonces dedicada solo a la elaboración de harinas, y de sus socios Antonio Ratié, Amadeo Lasvignes y Rafael Pérez Antón, propietario de los talleres donde se había elaborado gran parte de la maquinaria allí instalada. En aquellos momentos, la industria tenía sesenta trabajadores, estándose construyendo ya el poblado para acogerles a ellos y sus familias. También disponían de vaquería para su suministro y grupo educativo, donde los jóvenes, además, recibían enseñanzas sobre las industrias eléctricas, de acuerdo con un método desarrollado por los propios Ratié. La compañía fue uno de los miembros fundadores de la Asociación Regional de Productores de Electricidad de Castilla-La Nueva y Extremadura.

Calle de Santo Tomé, donde “Ratié y Cía” tenía abierto uno de sus despachos de pan en Toledo (Foto, Aldus)
Calle de Santo Tomé, donde “Ratié y Cía” tenía abierto uno de sus despachos de pan en Toledo (Foto, Aldus)

«La Sagreña» no tardó mucho tiempo en extender sus negocios por la comarca. Disponía de horno y varios despachos de pan en la ciudad de Toledo y en Madrid, ramal propio de ferrocarril y suministraba fluido eléctrico a las estaciones de Algodor y Villaseca de la Sagra, así como a los municipios de Mocejón, Olías, Magán, Villaseca, Villaluenga, Yuncler, Alameda, Añover, Borox, Almonacid, Mascaraque, Mora, Manzaneque y Los Yébenes. El importante volumen de harina fabricada en la misma le dio un destacado papel a la hora de fijar sus precios, viéndose involucrada en diferentes conflictos locales por la carestía en las subsistencias, en especial de alimentos tan básicos como el pan.

El fuego al que hoy nos referimos fue advertido pasadas las siete de la tarde, al detectarse una espesa humareda que envolvía la parte superior de la fábrica. El mismo sorprendió en su interior a varios trabajadores quienes se arrojaron por las ventanas a las aguas del Tajo para salvar sus vidas. En apenas quince minutos, casi todo el edifico estaba en llamas, desplomándose las techumbres. Sus propietarios, junto al personal de la empresa, apenas pudieron recoger la documentación administrativa y el contenido de las cajas de caudales.

Anuncio de la compañía francesa en la prensa de Toledo de principios de siglo XX
Anuncio de la compañía francesa en la prensa de Toledo de principios de siglo XX

Conocido en Toledo cuanto estaba ocurriendo, el gobernador civil ordenó que se preparase un tren de socorro integrado por personal y medios de los bomberos de la capital, Fábrica de Armas y Academia de Infantería. Cuando el mismo llegó a Aceca, poco antes de la medianoche, de «La Sagreña» solamente quedaban en pie sus altos muros, ardiendo en su interior una inmensa hoguera de escombros, maderas, hierros retorcidos, maquinaria de molturación, sacos de harina y tubos para su conducción. Tras cuatro horas de trabajo, el incendio quedó extinguido, no registrándose ninguna desgracia personal. Durante el mismo, la guardia civil de Mocejón detuvo a dos sujetos que estaban dedicándose a robar el cobre de los cables eléctricos.

En señal de agradecimiento por estas labores, el señor Ratié entregó 500 pesetas al gobernador civil para que fuese repartido entre cuantos llegaron desde Toledo para sofocar el incendio. Realizada la entrega, algunos trabajadores de la Fábrica de Armas donaron su parte al Asilo de las Hermanitas de los Pobres.

Anuncio de la compañía francesa en la prensa de Toledo de principios de siglo XX
Anuncio de la compañía francesa en la prensa de Toledo de principios de siglo XX

Como señalábamos más arriba, las consecuencias del incendio se dejaron sentir en toda la comarca, afectando tanto al suministro de harinas a numerosas tahonas (su producción superaba en esos momentos los 40.000 kilos diarios) como de luz a muchos pueblos y motores de riego, circunstancia que al estar en pleno mes de julio amenazaba con agostar las cosechas, y quedándose decenas de familia sin trabajo. Según datos publicados en «El Castellano», en 1918, dos años antes del incendio, el total de las nóminas mensuales de los trabajadores superaban las ocho mil pesetas. El pesar por las pérdidas quedó perfectamente reflejado en las páginas del citado diario, al firmar José Manuel Santos un sentido texto cuyas últimas palabras decían: «Con lástima cerramos esta crónica [...], pensando en aquella desconsolada barriada de Aceca, que en la mente se nos presenta como bosque comido por los lobos, ya que las llamaradas no han dejado sanos ni correas ni cojinetes, ¡ni el más pequeño tornillo!... ¡No habrá hijo de la Sagra que no llore la desaparición de esta fábrica modelo!». Como causa del fuego se determinó el recalentamiento de un cojinete eléctrico en el recolector de la limpia del trigo.

Afortunadamente el incendio no supuso el final de «La Sagreña» ni de la gran colonia industrial, que el periodista Tomás Rodríguez Bolonio , «Teerre», llegó a comparar, de manera algo fantasiosa, con algunos poblados californianos surgidos al amparo de la búsqueda de oro. Como todo el conjunto estaba asegurado, poco a poco renació de sus cenizas y volvió a convertirse en uno de los complejos industriales más destacados de la comarca. En 1927 «El Proletario», órgano de la Casa del Pueblo de Toledo, se hacía eco de las modernas maquinas que la compañía había instalado en su panadería de la calle Sillería, alabando el beneficio que la misma tenía para sus operarios. «Muchas veces –se afirmaba- se ha dicho que la maquinaria moderna viene a lesionar los intereses obreros. Es verdad, pero es donde no quieren entender que la máquina sirve para facilitar el trabajo, no para suprimirlo. La Casa Ratié lo ha entendido bien, en beneficio del obrero y del público».

Herriot y Azaña en el Cigarral de Marañón, donde almorzaron durante la visita del presidente francés a Toledo (Foto, Rodríguez. AHPT)
Herriot y Azaña en el Cigarral de Marañón, donde almorzaron durante la visita del presidente francés a Toledo (Foto, Rodríguez. AHPT)

En noviembre de 1932, visitó España el presidente francés Edouard Marie Herritot. En su recorrido por nuestro país también vino a Toledo, pero antes de desplazarse hasta la hoy capital regional, pidió acercarse hasta la colonia industrial de Aceca, con la finalidad de saludar a sus compatriotas. La comitiva oficial llegó desde Aranjuez, donde el mandatario había impuesto la Legión de Honor a un panadero francés que allí residía. Los periodistas madrileños que le acompañaban dejaron constancia en sus crónicas tanto de la amabilidad con que les acogieron en la fábrica de los herederos de Ratié, como de lo penoso que fue el desplazamiento hasta allí por caminos vecinales y polvorientas carreteras provinciales.

Durante la guerra civil, según relata Antonio José Díaz Fernández en su obra «Villaseca de la Sagra, noticias de su historia», la fábrica de harinas fue incautada por un comité obrero, siendo posteriormente sus instalaciones destruidas durante un bombardeo en 1937, si bien la central eléctrica no sufrió daños de importancia. Tras el conflicto bélico, desde la misma se suministraba fluido a una treintena de pueblos de la provincia. A mediados del siglo XX, la propiedad de esta singular fábrica de luz pasó a manos de Hidroeléctrica Española, iniciándose una nueva etapa al construir junto a Unión Eléctrica Madrileña una central térmica, cuyas instalaciones, hoy funcionando bajo el sistema de ciclo combinado, perpetúan la importancia de Aceca en el sistema eléctrico español.

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