Pilar Bravo: «El libro me permitió descargar la angustia que cerraba mi garganta»

En «El año del cangrejo», la autora toledana describe sus vivencias personales en torno a la enfermedad, la soledad y el dolor. El libro se presenta el 20 de mayo

La escritora describe presentará «El año del cangrejo» en la Biblioteca regional de Toledo H. FRAILE
Francisca Ramírez

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El miedo, la angustia y el haber tenido que enfrentarse de frente a la muerte sirvió a la escritora toledana, Pilar Bravo (Orgaz, 1966) para exorcizar esos sentimientos a través de una novela (diario), en la que ha plasmado la larga enfermedad de su esposo Mario Paoletti. «El año del cangrejo» es una confesión personal , un grito silencioso y angustioso sobre la perdida, pero también una historia de amor con final feliz. Ahora, junto al hombre que ama, rememora un tiempo que marcó su trayectoria vital.

«El año del cangrejo» es el diario de una enfermedad mortal aunque con final feliz. ¿Escribirlo le sirvió de terapia para afrontar el miedo?

Totalmente. Fue una muleta maravillosa que me ayudó a mantenerme en pie cuando todo amenazaba derrumbe. Escribir me hacía ser yo porque en ese tiempo mi concentración para la lectura era nula.

Es una novela (si a un diario se le puede llamar novela) fuerte, dura y sincera. ¿Hubiera podido ser escrita de otro modo?

Imposible saberlo. Me agarré a este diario personal del mismo modo que un náufrago a un tronco. En aquel momento lo único importante era descargar de algún modo la angustia que me cerraba la garganta. Los aspectos literarios me eran indiferentes. Más tarde me di cuenta que ahí había algo, que no era sólo descargar mi angustia y que estaba hablando de temas universales como la falta de profesionalidad en el mundo hospitalario , el corporativismo, el pasar a depender de la amabilidad de los desconocidos… Aquí es cuando el relato tuvo que convertirse a literatura y hacerse legible. Allí comenzó el trabajo más fuerte.

En el libro se menciona a muchas personas que formaron parte de la historia. ¿Cómo espera que reaccionen ante sus retratos?

Espero que bien, salvo algún caso concreto en el que se cuenta cierta conducta miserable. Cuando decidí publicar el diario me puse como condición no alterar lo que había ido escribiendo en el día a día, porque me pareció que no hubiera sido honesto hacer pasar por «diario» algo que era el resultado de retoques «a toro pasado». Lo que allí se dice es exactamente lo que pensé y sentí en cada momento, sin modificaciones posteriores. Pero tampoco se trata de hacer daño a nadie, me he aplicado algunas censuras por amor. Y en otros casos, utilicé nombres de animales para mencionar a personas que fueron en cierta manera un poco infames: gusano, mofeta etc.

Se trata de una historia muy dura pero gratificante, porque se consiguió vencer a la muerte.

Sí. Cuando creíamos que lo íbamos a perder todo vino a resultar que nos esperaban los años más felices de nuestras vidas. Por eso en el diario se menciona cierta frase del poeta que dijo que «nunca la noche es más negra que un minuto antes del alba».

La novela cuenta también, y con toda crudeza, la tiranía del hombre enfermo a quien sus males lo vuelven egoísta e indiferente.

Sí, así es. La enfermedad puede convertirlo a uno en egoísta y tirano. Por eso tuve que aprender a defenderme de la persona a la que más amo. Aquello fue lo más difícil. Por otro lado, a Mario le angustiaba pensar que me iba a abandonar en mitad del camino y a mí me angustiaba que su propia vida, que tanto tenía todavía para dar (como persona y como artista) se interrumpiera de pronto. También trato la idea de que cuando la persona amada desaparece, pasaremos a ser totalmente desconocidos porque ya no estarán esos ojos donde nos miramos.

Usted menciona una frase del poeta Jaime Dávalos acerca de la felicidad compartida: «Cada cosa que miro / ya la vimos los dos», que es una perfecta síntesis de la experiencia de una pareja cuando hay armonía. ¿Fue otra enseñanza de la enfermedad?

Sí, eso es algo que también me enseñó la soledad que supuso para mi la larga enfermedad de Mario. Mirara donde mirara, todo me recordaba a él. Verle de muy cerca el rostro a la muerte obliga a hacer balances y sacar conclusiones. Ahora sabemos perfectamente que no hay que perder el tiempo en tonterías e insignificancias y que el amor es un privilegio que nos obliga a merecerlo. Y en eso estamos.

Sus libros anteriores han sido de poesía o ensayo, ¿en qué género se siente más cómoda?

Un diario sólo puede escribirse en prosa, por sus características esenciales, así que no viví esa cuestión como un problema. Pero es cierto que son dos géneros muy distintos. En poesía hay que ir al hueso, porque no soporta la cháchara. La prosa, en cambio, pide espacio y permite estirarse todo lo necesario. En realidad, la experiencia más rica en cuanto a esta dicotomía la he vivido en estos últimos tiempos, cuando estuve trabajando a la vez en un libro de poesía y otro en prosa. Y comprobé, con alegría y alivio, que puedo ir sin dificultad de uno a otro. Por lo demás, es el propio tema quien debe elegir el género. La literatura está llena de ejemplos de malos cuentos que hubieran podido ser buenos poemas y viceversa.

La autora con el libro cuya portada es de Miguel Barceló H. FRAILE

La ilustración de portada del libro es de Miquel Barceló. ¿Creo que tiene una historia especial…?

Así es. La vimos publicada en un diario, nos pareció perfecta para el libro y entonces le escribí a Barceló a Mallorca solicitándole autorización para reproducirla. Me contestaron pidiendo el texto de «El cangrejo…» y una semana después me daban la autorización. Fue un detalle muy generoso de su parte.

¿Tiene entre manos algún proyecto nuevo?

Como ya le dije, he estado trabajando en una especie de novela, que también tomará la forma de diario (aunque en este caso sí que tendrá una posterior revisión estilística) y un libro de poemas. Si toda va bien, hacia el final del verano los dos estarán listos.

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