VIVIR TOLEDO

El paraje de la ermita de La Guía y la Cruz del Siglo

En 1810 las tropas francesas asolaron el edificio, que se reparó en 1820; en el trienio bélico de 1936-1939 se destruyó la capilla y en 1961 se construyeron viviendas para los guardas

Mañana de romería en la ermita de La Guía (octubre de 2014) RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

El calendario anual de las romerías toledanas concluye el 12 de octubre con la celebrada en la ermita de la Virgen de la Guía, enclavada en un áspero paraje de monte bajo que, antiguamente, formaba parte de La Legua Grande, una propiedad de la ciudad que alcanzaba casi todo el perímetro urbano destinada al pastoreo, la extracción de leña y piedra o tareas de carboneo. En 1856, una parte de aquella dehesa pasó a manos privadas, excepto la ermita que nos ocupa al estar abierta al culto y sostenida por sus cofrades. En 1941, al planearse la nueva Academia de Infantería, el Ayuntamiento cedió terrenos municipales al Ejército, quedando totalmente aislado ese mínimo santuario -ya inscrito como propiedad eclesiástica en 1940-, en medio del campo de maniobras.

Los estudiosos locales siempre reiteraron el escaso interés artístico de dicha ermita, «a tiro de bala del camino que conduce de Toledo a la Mancha» (Parro, 1857). Un escritor (Rubio Piqueras, 1928) fijó su origen en el siglo XV por iniciativa de cuatro sacerdotes, siendo arrasada por un incendio que facilitó su pronto abandono. En 1598 el historiador Francisco de Pisa señaló la reedificación por parte de Diego Rodríguez , racionero de la Catedral. La fiesta principal era el último domingo de mayo para recordar la primera función allí celebrada en 1599. Sobre la historia de La Guía, sus cofrades, fiestas y otros protagonistas hasta el siglo XX remitimos a la completa monografía del recordado investigador Emilio Vaquero Fernández-Prieto , publicada en 1997.

Por nuestra parte reseñemos que la ermita quedó asolada, en 1810, por las tropas francesas, reparándose en 1820, según anotó el curial Felipe Sierra. El 18 noviembre de dicho año se devolvió la imagen de la Virgen desde el convento de Santiago de los Caballeros, donde había estado «en tanto se hacía la obra de su ermita», escoltada por el Regimiento Mallorca. Otro apunte le hallamos en julio de 1884, cuando el director del Hospital de la Misericordia, ante el peligro de contagio por dos afectados de viruela al resto de dolientes, logró los permisos del gobernador civil, de la alcaldía y del arzobispado para aislarlos en La Guía, atendidos por dos religiosas de la Caridad y un enfermero. En 1913 el médico e historiador Moraleda y Esteban citaba la existencia, bajo la capilla, de un espacio con restos de los «ermitaños que allí vivieron». Parro ya había descrito aquel «pequeño recinto con minúscula ventana en el que se guardaban calaveras y húmeros que en ejercicios de mortificación sirvieron a virtuosos cofrades para contemplar la brevedad de la vida y la necesidad de santificarse».

A mediados del XIX la romería se celebraba en el mes de mayo, sin embargo, después se mudaría al segundo domingo de octubre como ya recoge, en 1889, Román Hernández ( Toledo y sus romerías ), continuando así hasta el siglo XX, para fijarla el día 12 de dicho mes. Las primeras lluvias otoñales mermaban en más de una ocasión la concurrencia de romeros, añadiéndose algún episodio puntual, como fue el cierre, en 1911, con «alambrada espinosa»de los terrenos anejos, que el Eco Toledando decía pertenecer a los «Sres. De Silvela», lo que impidió verificar la procesión por los cerros.

En el trienio bélico de 1936-1939 la ermita, el antiguo campamento de Alijares y el paraje de las Nieves, quedaron en medio de un frente de batalla -irregularmente activo- con la consiguiente destrucción de la capilla. En los años cuarenta se añadiría el aislamiento ya citado al quedar embutido el núcleo ermitaño en los terrenos destinados a las prácticas militares. Por evidentes motivos de seguridad, los antiguos accesos libres desde San Servando, Santa Bárbara o el arroyo de la Rosa se limitaron a determinadas fechas. Sin embargo, la Hermandad de la Guía lograría reactivar el culto que atendían los santeros allí residentes. En 1961, el presbítero Ignacio Gallego Peñalver, en nombre del Arzobispado, tramitaba ante el Ayuntamiento el permiso para una edificación de dos niveles, en el costado izquierdo del patio, asomada a la vaguada del arroyo de la Rosa, a fin de construir «una vivienda subvencionada por planta», destinadas a «los guardas de la ermita», según el proyecto elaborado por el arquitecto José Gómez Luengo .

Por último, citemos el crucero de piedra alzado sobre una base escalonada circular en el cerro al que sube la procesión romera del 12 de octubre. En la base de la cruz una placa metálica indica que fue restaurada en 1979 por la EEM (Escala Especial de Mando). El conjunto ya ofrecía una abatida imagen, al menos, desde treinta años atrás, sin haber hallado, por nuestra parte, la razón de su origen. No sabemos si es fruto del traslado de una cruz erigida en 1900, junto al castillo de San Servando, lugar no lejano de La Guía, ligada a una pequeña historia ya olvidada que ahora relatamos.

El 7 de diciembre de 1899 e l cardenal Sancha y Hervás firmaba una pastoral dirigida a su archidiócesis para celebrar un Gran Jubileo en Roma, anunciado para 1900, ligado al Año Santo que había promulgado el papa León XIII. El prelado indicaba que el día 1 de enero se celebrase en cada lugar una procesión con Rosario cantado, «para colocar y bendecir una cruz» en el lugar que designasen las «autoridades civiles». En Toledo se eligió un cerro situado más arriba de San Servando. Para inaugurarla se organizó una gran comitiva que partió desde el convento de Santa Fe, a las dos de la tarde. Según una gaceta acudieron «más de 10.000 almas». Participaron asociaciones, congregaciones -una de ellas «con sus 1.000 pobres»-, seminaristas, el clero, todas las autoridades civiles y el obispo auxiliar. Tras bendecir el párroco de San Nicolás la cruz recién erigida, el propio de Los Navalmorales añadió una «entusiasta arenga» al gentío.

En muchos lugares de España hubo actos similares para unir la entrada en la nueva centuria con el Año Santo, otorgándose el nombre de Cruz del siglo a tales enclaves, algo que en Toledo es apenas citado posteriormente. En febrero de 1913 se menciona en el curso de una excursión dominguera de los boy-scouts toledanos, entre San Servando y la fuente de La Corona. Antes de 1920, quizá la entrega desde el Ayuntamiento de parcelas de terrenos «a canon» en este paraje a vecinos particulares y las posteriores obras de la Academia motivasen el posible cambio de la Cruz del Siglo a otro punto, como pudo ser el vértice en cuya ladera se sitúa la ermita de la Guía.

El historidador Rafael del Cerro Malagón, autor del texto

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