VIVIR TOLEDO

El Museo Parroquial de San Vicente (1929-1961)

Un repaso histórico por esta iglesia convertida desde 2004 en un ecléctico espacio para conciertos y continuas expresiones creativas de todo tipo

Exterior de la iglesia de San Vicente hacia 1931. Foto Aldus. Archivo Municipal de Toledo

RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

A finales de 1926, el papa Pío XI nombraba cardenal al entonces arzobispo de Burgos, Pedro Segura Sáenz (1880-1957), para asignarle la silla primada de Toledo. Su entrada tuvo lugar en enero de 1927, permaneciendo hasta el 13 de mayo de 1931 para marchar a Roma antes las presiones recibidas del Gobierno por sus frontales disposiciones hacia la estrenada República. En su etapa toledana, entre otros aspectos, alentó el culto al Corazón de Jesús (con un monumento en la Vega Baja), presidió la coronación canónica de la Virgen de Guadalupe y un concilio provincial que clausuró el propio monarca, en 1930. Pocos años antes, en 1926, siendo arzobispo Reig Casanova, Toledo había vivido dos concurridas celebraciones eclesiásticas acompañadas de representantes de las instituciones del Estado: la coronación de la Virgen del Sagrario y el III Congreso Eucarístico Nacional.

En este paisaje de solemnes actos de la sede primada el cardenal Segura añadió la creación, en 1929, de un Museo Parroquial con múltiples piezas procedentes de varios templos de Toledo, para evitar posibles pérdidas irreparables (robo, daños, ventas, etc.) y lograr algún ingreso para el Cabildo de Párrocos. El 29 de abril tuvo lugar la inauguración del citado museo alojado en la iglesia de San Vicente con la ayuda económica del Patronato Nacional de Turismo. Aunque acudieron todas las autoridades de la ciudad, el Cardenal no pudo asistir, delegando en el Vicario General de la diócesis, Agustín Rodríguez. El primer «archivero y organizador» de la muestra era el presbítero y fecundo investigador Antonio Sierra Corella (1881-1958) que ocuparía cargos similares en otras ciudades. Escribió la primera Guía del Museo Parroquial de San Vicente , sin aspirar a ser un «catálogo metódico (…) sino una labor de vulgarización religioso-artística». Hasta 1936 le sucedieron en la misma tarea los sacerdotes Nicolás Rodríguez Madridejos, Gerardo Pérez-Hita Navarro y Pedro Santiago Gamero.

Galería. Retablo de la Asunción ya adecuado, en 1929, en su mismo lugar, para mostrase en el museo

En aquella breve publicación (35 páginas), Sierra Corella solo recogía sesenta y nueve obras, señalando que ninguna había sido restaurada, pues se creía más oportuno «conservar intactas las bellezas que aún se guardan». El principal realce lo otorgaba a los grecos exhibidos. El más destacado eran el gran lienzo de la Asunción con su retablo original de la capilla Oballe. La Guía recogía nueve obras firmadas por el cretense, dos dudosas y una de Tristán. Añadía informaciones sobre retablos, tapices, tallas, moblaje, vestiduras (un terno del cardenal Siliceo), una pila bautismal de cerámica del siglo XV, lápidas, documentos, incunables y piezas de orfebrería como tres custodias de las parroquias de Santo Tomé, de Santiago y de Santa Leocadia.

Sobre el contenido de este museo, más descriptivas fueron otras publicaciones, como Toledo: Tesoro y museos de Elías Tormo Monzó (s.a.) o la Historia y guía de los museos de España (1955) de Juan Antonio Gaya Nuño. Y es que, en sus primeros seis años de vida, la colección fue muy elogiada por críticos de arte españoles y extranjeros. Las páginas de Toledo, Revista de Arte, dedicaron amplias reseñas firmadas por el su director, el apasionado toledanista, Santiago Camarasa, y de Ángel María Acevedo. Sus elogiosos textos también aparecieron en ABC, Blanco y Negro , El Imparcial , La Esfera o La Unión Ilustrada . Todo esto se agregaba a la «recuperación científica» del Greco y su Casa-Museo impulsada, en 1911, por el II marqués de la Vega-Inclán (1858-1942). En este contexto y dada la céntrica ubicación de la iglesia de San Vicente, desde 1929, era otro obligado enclave para el turismo más ilustrado. El historiador y periodista, Adolfo de Mingo , en un estudio publicado en 2016 sobre el impacto social de este museo en Toledo , repasa el alcance habido entre reconocidos especialistas de arte.

Algunos de los visitantes de San Vicente noticiados por la prensa fueron Miguel Primo de Rivera y el ministro francés Aristide Briand en 1929; el paso de F rancesc Macià y su familia en 1931; el del primer ministro francés Édouard Herriot en 1932, además de excursionistas ilustres, periodistas, rotarios o miembros de la Institución Libre de Enseñanza. En 1948 se acercó Humberto II de Saboya (1948) y, en 1960, el secretario general de la Sociedad de Naciones, el sueco Dag Hammarskjold.

Al estallar la guerra civil, en el verano de 1936. La iglesia y su contenido artístico quedaron bajo la tutela del Comité de Defensa de Toledo que alentó el alcalde Guillermo Perezagua , compuesto por representantes del Frente Popular, artistas y técnicos y de cuyas tareas ya escribimos en el primer número de la revista Archivo Secreto (2002). El 17 de septiembre, víspera de la voladura del Alcázar, los cuadros catalogados del Greco se alojaron en una bóveda del mismo templo, dejando in situ , pero protegido, el gran retablo de la Asunción del Greco. Ningún objeto salió de aquel museo como pudo comprobarse cuando las tropas de Varela tomaron la ciudad pocos días después. Tras la guerra, varios cuadros de esta colección fueron restaurados en el Museo del Prado de Madrid donde fueron expuestos durante un tiempo. En los años cuarenta y cincuenta eran escasos los medios para atender las necesidades del país. El mundo se polarizaba entre dos bloques y el turismo escaseaba, anotándose, a pesar de ello, una nueva guía –incluso, con una versión en francés-, en 1959, impresa en los talleres de Rofi.

En 1958 se fecha un documental de Julián Torremocha dedicado al Museo de San Vicente, de 16 minutos, con guion de Luis Serrano Vivar y locución de Matías Prats. En el mismo año Toledo recibió esperanzada, en el Hospital de Santa Cruz, la gran exposición sobre Carlos V y su ambiente con el añadido de restaurarse varios edificios y la apertura del Museo de la Santa Hermandad. Concluida la muestra, el histórico Hospital del cardenal Mendoza se convirtió, desde 1961, en museo de bellas artes y arqueología con fondos de varia procedencia, como los llegados desde San Vicente con el visado del cardenal Plá y Deniel, lo que supuso el cierre del Museo Parroquial.

Vaciado el templo, el culto no fue recuperado. En 1969 ya habían concluido unas obras (dirigidas por el arquitecto González Valcárcel ) que eliminaron las barrocas bóvedas encamonadas para rescatar los antiguos perfiles mudéjares. En 1989 el Arzobispado permutaba esta iglesia con el Ayuntamiento, salvo la torre, la casa rectoral y un local comercial -que también se cederían poco después- a cambio de otros bienes. En 1991, la ciudad confirió transitoriamente San Vicente a la Universidad de Castilla-La Mancha que lo aplicó como aulario hasta 1999. Nuevas rehabilitaciones, efectuadas en 2004, dejaron el conjunto de San Vicente tal y como está ahora. Su gestión, tras concurso público, queda encomendada a la Asociación Círculo de Arte , convirtiéndose en un ecléctico espacio dispuesto para continuas expresiones creativas de todo tipo.

Rafael del Cerro Malagón, historiador y escritor
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