Brigidano, el niño de Tielmes que llegó a presidente de la Audiencia Provincial de Toledo

«Mi padre no quería que sus hijos miraran al cielo esperando que lloviera o no», dijo tras jurar su cargo

Brigidano, en el centro, recibe el aplauso del público H. Fraile

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Dicen de Juan Ramón Brigidano Martínez , el flamante presidente de la Audiencia Provincial de Toledo a sus 56 años, que tiene dotes de liderazgo; que está comprometido socialmente; que siempre está dispuesto a recibir a quien llama a su puerta y con una increíble capacidad de trabajo, además de ser un lector empedernido de literatura, fiel a sus principios y amante del baloncesto. El autor de esta brevísima semblanza a grandes rasgos es José Martínez Jiménez , fiscal superior de Castilla-La Mancha, que destacó este viernes algunas de las facetas profesionales y personales del anterior juez decano de Toledo.

Porque aquel niño criado en Tielmes (Madrid), que lleva más de 28 años en la carrera judicial —veinte de ellos en la capital de Castilla-La Mancha—, tomó posesión de su nuevo cargo este mediodía. Estuvo rodeado de familiares, amigos, compañeros de profesión y autoridades, que llenaron la sala noble de la Audiencia de Toledo.

Su madre, Severiana , una extrovertida poeta aficionada de 93 años, se aferró entre lágrimas a la mano de un nieto cuando su hijo entró en la sala cogido del brazo derecho del presidente en funciones, Juan Manuel de la Cruz. Es el mismo magistrado que siempre le reprocha desde hace años que no concursara antes por un puesto en este órgano provincial. «No lo hice porque había gente más antigua y también porque eran momentos complicados para el juzgado de lo mercantil. Consideraba, quizá erróneamente, que no debía salir del barco cuando el barco se estaba hundiendo», explicó en su discurso, cargado de emotividad, después de jurar el cargo.

«El paraíso terrenal... perdido»

Pero entre el público faltó un ser muy querido para el nuevo presidente, la persona que le animó a hincar codos y estudiar para no trabajar en el campo como él. El padre de Brigidano murió cuando él estaba preparando las oposiciones a juez y Juan Ramón recordó este viernes unas palabras suyas: «No quería que sus hijos miraran al cielo esperando que lloviera o no».

El destino del juez después de aprobar las oposiciones, en 1991, fue Santa Cruz de la Palma, en Canarias, «un paraíso terrenal... perdido», como recordó al público. De allí pasó al juzgado de Toledo en el que ha estado dos décadas y desde donde ha tenido que combatir, como juez decano, el pesimismo por la situación de la Justicia. «He tenido que ingeniar medios para seguir intentando dar solución, con la mejor calidad posible, a los problemas que iban entrando de una forma masiva». Una avalancha de asuntos, sobre todo en los últimos 12 años, a los que ha pretendido dar soluciones con la misma «calidad y excelencia que he visto en la Audiencia Provincial de Toledo en sus resoluciones».

Ahora llega a su nuevo destino, en la provincia más poblada de la región —más de 700.000 habitantes—, con el ánimo de mantener esa «misma excelencia» y mejorar la organización para reducir el tiempo de respuesta en los asuntos, aunque eso requiere «medios y refuerzos». «La Audiencia debe ser un referente», subrayó. Porque Brigidano lo pudo decir más alto pero no más claro: «No podemos engañarnos ni caer en la autocomplaciencia. La opinión de la sociedad no es favorable al servidor público sobre la Administración de Justicia. Se quejan de algo real, la tardanza, pero se desconoce una situación: el enorme esfuerzo que se realiza con los medios de que se dispone. Se resuelve mucho y bien, pero hay que mejorar el tiempo de respuesta».

«La falta de medios para menores e incapaces»

En cualquier caso, este seguidor del Estudiantes tiene los pies en la tierra y sabe que hay muchas necesidades en la provincia, remarcando su «sensibilidad» en materias como la violencia de género. «Debemos insistir en las necesidades del Instituto de Medicina Legal, en materia de equipos psicosociales —reclamó por otro lado—. Si es duro hablar del retraso de la Administración de Justicia, más duro aún es cuando el retraso tiene que ver con los medios que presta o no presta en servicios que afectan a menores e incapaces».

Y no se olvidó del trabajo de sus compañeros de juzgados —«con ellos soñaría cualquier juez»—. Tampoco de abogados y procuradores, a los que agradeció su «leal y amistosa colaboración»; y les animó a seguir en ese cauce «fluido, directo y personal, como hasta ahora», ya que existen «muchas cosas que sugerir y aportar». Y no se dejó en el tintero a su predecesor, Manuel Gutiérrez, «cercano y preocupado por la Administración de Justicia»; ni a Vicente Rouco , presidente del Tribunal Superior de Castilla-La Mancha y un «defensor del servicio público eficiente», que presidió el acto. Por citar, se refirió también a su compañero de profesión al que siempre le dice con socarronería, cuando escucha pasar un avión por Toledo, que la aeronave viene del aeropuerto de Ciudad Real.

Y eso que había dejado claro a su madre que iba a ser una toma de posesión y no un pregón de fiestas. Pero Juan Ramón no se pudo resistir y habló hasta del colegio de las Hijas de la Caridad de Toledo, donde han estudiado y estudian sus hijos, «por ser un ejemplo de compromiso y ayuda al necesitado». Hizo igualmente un guiño a sus tres chicos y a su pareja, alusiones con las que cerró sus 22 minutos de discurso, que fue elogiado por el fiscal José Martínez Jiménez con una frase de Borges: «Que otros se enorgullezcan por lo que han escrito; yo me enorgullezco por lo que he leído».

Todo lo que Brigidano contó, y más vicisitudes que no relató por la falta de tiempo, forma parte su historia, «de esa novela familiar que diría Freud», añadió. Desde este viernes, el presidente de la Audiencia Provincial de Toledo escribe otro capítulo de su vida.

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