José Carlos Roldán Pastor

¿Y la víctima?

El protagonista absoluto del procedimiento penal es el acusado, sobre cuyos derechos se vuelca todo el mundo. La víctima, en muchos casos, es algo que está ahí, incluso, para molestar.

Incomprensiblemente, aún parece existir la idea de que el Estado es malo, su Policía es perversa, y por eso hay que defender al delincuente con todos los recursos posibles para impedir que se vea injustamente tratado. Los afectados por el delito, sencillamente, forman parte de la ceremonia legal ocupando un segundo plano, como figurantes en la película que protagoniza quien ha causado mal.

Algunos colectivos, hasta administraciones, se expresan presumiendo la perversa actuación de quienes protegen los derechos de potenciales víctimas de los delitos; cuestionan la buena fe o legalidad de sus decisiones. Algunos medios de comunicación, proclives a la demagógica, airean dudas o errores que puedan haber cometido los defensores de la ley, obviando la perversión de quienes han protagonizado conductas execrables. Siguen anclados en esos postulados clásicos de que el ser humano es bueno por naturaleza y la sociedad lo perjudica. El bandolero que desvió su recorrido vital por la injusticia, que roba a los ricos para repartir entre los pobres. Las películas que idolatran a seres abyectos, cuyas vidas interpretan grandes estrellas.

Cuando un delincuente, después de sortear la garantitis, es condenado por uno o muchos delitos, suele ser ingresado en prisión. Una serie de fuerzas con buena intención se confabulan para sacarlo rápidamente. Es más, hasta existe una Pastoral Penitenciaria que dedica sus esfuerzos para ayudar. Entran a verlos buenas personas para reconfortarlos con esmero. Una buena cantidad de espíritus generosos facilitan su permanencia entre rejas, adelantan su cambio de grado; hasta le consiguen un contrato para que salga a la calle lo antes posible.

Esas personas que hacen una labor extraordinaria tratando de recuperar a los descarriados deberían reconfortar, también, a las víctimas de sus delitos. No conocemos si existe la Pastoral para las Víctimas. No sabemos si visitan a los lesionados o atemorizados por crímenes violentos, que tanto, o más, derechos deberían disfrutar en el proceso. Si no tomamos en serio a los perjudicados por el comportamiento de los peores estaremos facilitando la continuidad en el delito de tantos caraduras aprovechándose de buenas intenciones.

Hay que volcarse mucho más para defender los derechos de las víctimas, como mínimo, al mismo nivel de sus agresores.

José Francisco Roldán Pastor es comisario jubilado del Cuerpo Nacional de Policía.

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