José Francisco Roldán Pastor

No debemos esperar

«Las reformas legales para controlar la criminalidad exigen urgencia. Está en juego la vida, propiedad y seguridad de nuestros vecinos»

Desde hace muchos años, llevados con la buena intención de rehabilitar al delincuente, seguimos manteniendo conceptos que no hacen más que perjudicar a sus potenciales víctimas. Los teóricos de lo que debería ser, obnubilados por sus anhelos, dejan a un lado la realidad de lo que puede ser. Cuando nos topamos con el delito más cruel comprendemos lo que es. Y eso no es más que tragedia, desgracia, miedo y exigencias clamorosas para que los derechos puedan ejercerse con seguridad. Estar pendientes de la libertad de los atracadores nos hace olvidar la libertad de sus víctimas.

Los delitos, todos, están ocasionando una grave situación de inseguridad en nuestras ciudades; quienes esquivan la solución desprecian el sentido común y su deber. Si las normas penales y procesales no sirven para garantizar los derechos de los ciudadanos deben cambiarse, y pronto. La tentativa en el delito tiene una reducción de pena exagerada respecto a la consumación. La paradoja es que se detiene al autor de un hecho mientras lo comete y le beneficia demasiado. Tal circunstancia puede impedir que sea aplicada la prisión preventiva, lo más eficaz para apartar de las calles a los pertinaces agresores de la convivencia.

Hay que asumir con rigor las posibilidades que ofrece el calificar como grupo criminal a tantas bandas que siguen perpetrando delitos, reiteradamente, después de ser detenidos. No deberíamos permitir que una cuadrilla de carteristas se dedique a recorrer las ferias de España apoderándose de teléfonos móviles y, a pesar de las numerosas detenciones, sigan su periplo festivo con naturalidad. España, por una indolencia culpable, se ha convertido en el paraíso para miles de clanes familiares y grupos que desprecian la legislación penal por una débil oferta procesal. Hay que afrontar esta gravísima situación rápidamente. Dejemos de repartirnos el pastel político para comer a manos llenas y legislemos pensando en los derechos de sus ciudadanos..

Hay que enfrentarse de una vez a la problemática de los menores, absolutamente impunes , que imparten la ley del más violento. Estamos dejando sin respuesta el alarmante incremento de pandillas, maras, bandas y grupos violentos, que han crecido aquí con argumentos de allá. No tener claro qué hacer con ellos está causando gravísimos efectos en la vida y seguridad de muchas personas, que no tienen porqué ser usados como conejillos para experimentos sociales. La acogida y ayuda a los menores no acompañados no puede convertirse en una escuela de delincuentes amparados por unas normas injustas para sus víctimas. Espero que algunos de los que se resisten a paliar esta lacra, que padecen otros mortales, sientan en su casa o entre los suyos el azote de la maldad.

José Francisco Roldán Pastor , comisario jubilado del Cuerpo Nacional de Policía.

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