Despoblación

Historia de una supervivencia

En La Huerce hubo un momento en el que estaban tan solos que algunas familias se turnaron para que el pueblo no se quedara vacío. Una comisión del Senado les ha visitado para estudiar el problema de la despoblación

La Huerce, ubicada en la sierra norte de Guadalajara, tiene en la actualidad 43 empadronados INTERMEDIO EDICIONES
Juan Antonio Pérez

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Hubo un momento, allá por los años noventa, en el que en La Huerce estaban tan solos que algunas familias tuvieron que hacer turnos de 15 días en los meses más duros del invierno para que el pueblo no se quedara vacío. La lucha por evitar la desaparición la cuenta Pedro Aguilar Serrano en «La Huerce, historia de un pueblo solidario» (de Intermedio Ediciones). Una más de la triste realidad que asola a muchos municipios de Castilla-La Mancha, agotados por un mal llamado despoblación .

Este pueblo situado en la sierra norte de Guadalajara tiene 43 vecinos censados, aunque solo una quincena de ellos residen allí todo el año. A comienzos de los años sesenta eran más de 400, pero entonces empezó la huida. La falta de futuro fue el motivo. Ahora la perspectiva no es mucho mejor, pero al menos los servicios básicos han mejorado.

Por ejemplo, la construcción de la carretera que conducía hasta La Huerce se paró por la Guerra Civil y no se terminó de asfaltar hasta 1998. Los niños pudieron ir a la escuela hasta 1963, cuando cerró por falta de personal y desde entonces nada. El agua corriente no llegó hasta 1977, y la luz también fue un desastre y apenas iluminaba las calles hasta una época relativamente reciente.

El alcalde, Francisco Lorenzo Benito, cuenta que la despoblación trajo aparejado un fenómeno curioso. La Huerce era el típico pueblo de la arquitectura negra. Sin embargo, el abandono de muchas casas provocó que los tejados de estas se cayeran y fueran sustituidos por uralitas. Con lo cual, en los años setenta el pueblo se volvió blanco.

Poco a poco, los vecinos se concienciaron de que el lugar en el que habían crecido podía desaparecer y surgieron iniciativas. Una de ellas, quizá la más emotiva, ocurrió el 7 de agosto de 1991 cuando se recuperó la tradición de los danzantes. Olvidada desde finales de la década de los 50, en 2015 fue declarada fiesta de Interés Turístico Provincial.

Ahora se baila cada año cuando llegan las fiestas en honor a San Sebastián. Aunque el día del patrón sea el 20 de enero, hace tiempo que las celebraciones se pasaron al segundo fin de semana de agosto. Entonces el pueblo multiplica su población y por unos días puede llegar a las 350, incluso 400 personas, según el alcalde.

Además, la antigua casa del cura se ha convertido en un «centro social», el bar del pueblo en el que cada fin de semana dos familias se turnan para poner cervezas al resto de vecinos. Y esta Semana Santa se ha creado la asociación «La Huerce Viva», para fomentar actividades en el pueblo. Pese a todo, el monstruo no se va y «la despoblación es absoluta». «No tenemos ningún medio para proveer de un puesto de trabajo a alguien», lamenta el alcalde.

Comisión del Senado

El 3 de mayo visitó La Huerce una delegación de la comisión del Senado que analiza el problema de la despoblación en España. El alcalde les dijo a los políticos: «Sé que es muy difícil, pero a cualquiera que tenga una iniciativa hay que darle todas las facilidades». Los senadores lo comprendieron y le respondieron que «están estudiándolo». «Ahora hay que ponerse manos a la obra», añade el alcalde.

Con todo, el que no se consuela es porque no quiere. En la introducción del libro, Pedro Aguilar escribe que La Huerce «ha sobrevivido hasta llegar al siglo XXI. No todos los pueblos de nuestro alrededor pueden decir lo mismo».

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