Opinión

El concierto vasco para Castilla-La Mancha

La desaparición del concierto vasco, y la aplicación del sistema común a todas las Autonomías, sería como cortar los pies a los altos, para que todos seamos iguales en la estatura

Palacio de Fuensalida, sede de la Presidencia de Castilla-La Mancha A. Pérez Herrera

Luis Sáiz y Sáiz

El día 12 de septiembre oí la noticia de que el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page , hablaba de la necesidad de un nuevo acuerdo de financiación de las Comunidades Autónomas. En este contexto, hace unos meses se hablaba de la necesidad de una quita de la deuda de algunas Comunidades Autónomas o de una reestructuración de la misma, sobre todo las peor financiadas, entre las que se citaban a Castilla-La Mancha, Valencia y Andalucía (terminarán perdonando a Cataluña los 53.000 millones que debe a la administración central). Por este motivo se vuelve a hablar de un nuevo sistema de financiación autonómica.

Por esta causa, no ha mucho que se ha hablado en los medios de comunicación del concierto vasco ya que, al parecer, el cálculo del mismo ha servido para poner en entredicho dicho concierto. La crítica se basa en que el cálculo entre el gobierno de Madrid (del PP) y el de Vitoria ha sido utilizado para que los presupuestos de 2018 puedan ver la luz.

El cálculo de dicho concierto se hace por medio de una fórmula (relativamente fácil, según los entendidos) cuyo resultado ha sido trucado a la baja a semejanza de lo que podemos leer en la parábola del administrador infiel del Evangelio. Ha habido un «do ut des», un te bajo lo que tienes que pagar o la deuda, para que me votes o me des trabajo, en la parábol a . «Consecuentemente» el concierto, no el resultado trucado de la fórmula, ha sido contestado y vilipendiado por casi todos, aduciendo el consabido recurso a la igualdad de todos los españoles, cuando debiera de haberse contestado el truco del almendruco. Esta preterida igualdad de todos los españoles «exige» que el concierto vasco y el régimen económico y fiscal navarro desaparezcan a fin de que todos seamos iguales.

Yo creo en la igualdad de oportunidades y que sólo somos iguales ante la Ley; aun así tengo mis dudas (ciertos casos judiciales tienen la culpa), y por supuesto ante el Padre; pero a ninguno he oído proponer que el ejemplo del concierto vasco se extienda a la financiación del resto de las Comunidades Autónomas, lo que también sería igualdad.

Los pretendidos amantes del igualitarismo, por mor del mismo, serían capaces de decir que, dado que algunos españoles miden 1’60 y otros 1’90, y a fin de que todos fuéramos iguales, habría que cortar las piernas a los más altos para que todos midiéramos lo mismo y así alcanzar la igualdad de estatura. No se les ocurre pensar que habría que potenciar las facultades nutritivas de los más desfavorecidos y así el mejorar el desarrollo de éstos. Con ello los que miden 1’60 podrían alcanzar el 1’70 y los de 1’90 quedarían igual.

Estos mismos igualitarios, a fin de que todos tengamos el mismo desarrollo intelectual y formativo, promueven, y lo están consiguiendo, que todos salgamos igualmente analfabetos funcionales. No quieren pensar que el período formativo está para que todos desarrollen las potencias o talentos que portan (es más clásico y aparece en el Evangelio) dando a todos la misma oportunidad en el desarrollo de los mismos.

La desaparición del concierto vasco, y la aplicación del sistema común a todas las Autonomías, sería como cortar los pies a los altos, para que todos seamos iguales en la estatura, o promover el analfabetismo funcional para que todos seamos igualmente necios. A nadie se le ocurre extender el concepto del concierto al resto de las Autonomías (en cuya fórmula de cálculo hubiera un factor de solidaridad para las menos desarrolladas) que sería como alimentar adecuadamente a los bajos o buscar la igualdad de oportunidades para el desarrollo de los talentos que poseemos.

Con ello pagaríamos menos impuestos (pues menos impuestos que el resto de los españoles pagan los vascos y navarros) sin detrimento de los servicios que recibimos, como ocurre a los ya citados. Sí que es cierto que, para que funcionase bien, habría que reestructurar la Administración, buen momento, como nos pide Bruselas, disminuyendo unos 1.500.000 empleados públicos en aplicación de un ratio similar al de Alemania (los países de nuestro entorno, como gusta decir, con similar estructura de Estado).

Este tipo de financiación permitiría que cada Autonomía fuera responsable no sólo del gasto, como es ahora, sino de la financiación, y cuando gastara en dispendios lo que no tiene difícilmente podría acudir a papá para que le pagara los gastos de la fiesta, que es lo que ocurre ahora, y nos ahorraríamos quitas futuras. Sería como una familia, que solamente logra su autonomía cuando es responsable de sus ingresos y de sus gastos, yo diría autogestión en el sentido etimológico. Si hemos copiado de ellos el deseo de tener autonomía, ¿por qué no copiamos de ellos su cupo, dado que no les va tan mal?

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