Toros

Un siglo de la gran reforma de la Misericordia

El 20 de abril de 1919 se celebró el primer festejo tras las obras que cambiaron la fisonomía del coso de Zaragoza

Aspecto actual de la Plaza de Toros de Zaragoza Fabián Simón

Ángel González Abad

Los aficionados hablaban ya del «parto de los Montes» para referirse a las obras de la profunda remodelación de la plaza de toros de la capital aragonesa . Se proyectó en 1916 y era la primavera de 1919 cuando todavía no se vislumbraba el final.

«Por fin finalizaron las obras de reconstrucción de nuestro derrotado y antiguo circo taurino», escribía en La Lidia el crítico Rehilete. Había unas ganas irrefrenables de ver toros en la nueva Misericordia, que ya por entonces había sobrepasado el siglo y medio de vida, y una inoportuna huelga de albañiles hizo más larga la espera. El año anterior la epidemia de gripe obligó a suspender la feria del Pilar , los toros y todos los actos festivos, y la huelga desaconsejó programar una corrida de relumbrón para el domingo de Pascua de ahora hace cien años.

El 20 de abril de 1919 se anunciaron n ovillos de Miura para tres modestos novilleros . «El resultado lo teníamos descontado, dados los valio- sos elementos que había combinado la Empresa. Toros de terror y toreros miedosos, el final tenía que ser catastrófico y así lo fue; y repito, ¡buen principio!; de seguir así el tute se impone», comenzaba la crónica del citado revistero Rehilete. Y añadía: «En la parte que corresponde al ganado, podemos calificarla de buena, pues aunque primero y cuarto traían algo de la muy acreditada guasa de Miura, mucha culpa de ello tuvieron los "valientes" lidiadores, tanto de a pie, como de a caballo, que los torearon». De los toreros asevera que Serranito y Vaquerito, «nos dieron la tarde».

Una inauguración que no fue la que el nuevo escenario requería, pero tiempo habría para tardes de oropel y gloria.

Desde el comienzo de la segunda década del pasado siglo, la competencia surgida entre los novilleros Herrerín y Ballesteros hicieron que el viejo coso se quedara pequeño. A esto se unía el mal estado de las instalaciones de la plaza inaugurada en 1764 , y las condiciones que exigía el nuevo Reglamento de Policía y Espectáculos. En octubre de 1916 se aprobó el proyecto de los arquitectos Navarro y Martínez de Ubago. Las obras se alargaron más de lo previsto. La Guerra Mundial y la posición de España, con la consiguiente variación de los precios de las materias primas, hizo de la remodelación un largo camino en el que hasta hubo de involucrarse la empresa adjudicataria de la gestión de la plaza zaragozana, entonces en manos del diestro aragonés Nicanor Villa «Villita».

De lo que los aficionados pudieron disfrutar a partir de aquel 20 de abril de 1919 , la fachada y la puerta principal es lo que, sin duda, llamó más la atención, y todavía se mantiene como seña de identidad del más que bicentenario coso.

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