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Escultura erigida en Zaragoza en homenaje a Agustina de Aragón - Fabián Simón
Historia

La azarosa poligamia de Agustina de Aragón

Heroína en la resistencia zaragozana contra las tropas de Napoleón, estuvo casada con dos hombres a la vez, dejó a los dos y se casó con un tercero, todos ellos militares

Zaragoza Actualizado: Guardar
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Mujer de armas tomar, en el sentido más literal de la expresión, Agustina de Aragón pasó a la historia -convertida en mito- por sus arrestos contra las tropas de Napoleón en plena resistencia zaragozana a la invasión francesa. Pero, tras sus belicosas azañas, su vida privada fue también novelesca en matrimonios y amoríos: estuvo casada con dos hombres a la vez, dejó a los dos y se casó con un tercero. Y los tres fueron militares. Incurrió en una suerte de 'poligamia' o, en sentido más preciso, en una poliandria en toda regla, al haber simultaneado dos maridos.

Esta suerte de 'poligamia' de Augstina de Aragón fue azarosa más que voluntaria. Nacida en Reus (Tarragona) en 1786, Agustina Zaragoza Doménech se había casado con un militar.

A su lado vivió los primeros días de la invasión napoleónica de 1808. Viajó a Zaragoza, donde se alojó en casa de unos familiares, y en Zaragoza empezó a labrarse el mito.

En plena contienda se dio por desaparecido a su marido, al que Agustina de Aragón dio por muerto en el campo de batalla. Ella optó por echarse a la calle a luchar y confiarse a los brazos de otro militar, el capitán Luis de Talarbe, con quien se casó el 1 de julio de 1808.

En uno de los históricos accesos a la capital aragonesa, la entrada de El Portillo, Agustina de Aragón protagonizó la escena que la catapultó a la fama: tras caer heridos o muertos quienes estaban a cargo de un cañón, se encargó de seguir abriendo fuego con él y contribuyó a frenar la entrada de los franceses.

Aquel episodio la convirtió en heroína popular. Pero no fue un acto bélico aislado en la vida de Agustina de Aragón. En Zaragoza fue hecha prisionera, pero logró escapar. Marchó a Teruel para seguir guerreando contra las tropas napoleónicas. De ahí pasó a Tortosa, donde de nuevo tomó las armas y donde fue apresada junto a su marido, pero de nuevo logró escapar.

Tras la Guerra de la Independencia, se reunió con su segundo marido en Valencia. Pero, finalizada la contienda, se topó con un dilema amoroso: su primer marido, al que había dado por muerto, no había fallecido. Así que se encontró con dos maridos a la vez. La salomónica decisión que tomó para resolver el entuerto es abandonar a los dos. Al poco tiempo murió el primero; el segundo optó por poner tierra de por medio y emigró a América. Y Agustina de Aragón, despejado el entuerto, optó por rehacer su vida con un tercer esposo, también militar de profesión y con quien tuvo una hija, segundo vástago de Agustina Zaragoza Doménech, porque ya había tenido otro hijo con su primer marido.

La muerte le llegó en Ceuta, el 29 de mayo de 1857. Por entonces disfrutaba, desde hacía décadas, de una pensión de cien reales que le había concedido en su día el rey Fernando VII, en reconocimiento a su implicación en la resistencia contra los franceses.

Agustina Zaragoza Doménech fue enterrada en suelo ceutí, pero sus restos fueron trasladados solemnemente a la capital aragonesa. Ese traslado lo decidió el Ayuntamiento de Zaragoza en mayo de 1857, pero no se hizo efectivo hasta 23 años después. En julio de 1870 llegaban los restos de Agustina de Aragón a la capital del Ebro y eran sepultados en lugar privilegiado, la Basílica del Pilar. Allí reposaron hasta que, en 1908, coincidiendo con el centenario de Los Sitios de Zaragoza, fueron conducidos a una nueva ubicación: la Iglesia de Nuestra Señora del Portillo, la que se levanta junto al escenario en el que protagonizó la toma del cañón que le había catapultado a la fama. Sus restos recibieron sepultura en esta iglesia -y en ella siguen- en un solemne acto que presidió el rey Alfonso XIII.

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