Claudio Cerdán

La verdad tras la mentira

Ana Julia repitió en cada intervención una actitud de despiste e incomodidad

Ana Julia, autora confesa del asesinato de Gabriel EFE

Claudio Cerdán

La declaración de Ana Julia Quezada en el juicio por la muerte de Gabriel Cruz ha levantado una sorprendente expectación. No por lo mediático del caso, sino porque si algo ha demostrado la acusada es ser una mentirosa profesional. Los hechos hablan por sí solos. Durante los días que duró la búsqueda del pequeño no salió una sola verdad de sus labios, ni tan siquiera cuando la detuvo la Guardia Civil en un operativo sin fisuras. Con el cadáver del pequeño en el maletero aún se la oyó gritar que ella no había sido, que había cogido el coche esa mañana. Los testigos de ayer incidieron en ese detalle catalogándola de falsa y fría.

Los acusados pueden mentir ante el tribunal. Es algo con lo que se cuenta. Y aun sabiendo eso, incluso conociendo que Ana Julia ha convertido la historia de «Pedro y el lobo» en un espectáculo bochornoso , pese a todo, los focos estaban puestos en su declaración de ayer.

En las casi tres horas que duró su discurso regaló unos cuantos titulares de los que se quedan grabados a fuego. Primero fue contestando con monosílabos, pero poco a poco comenzó a soltarse hasta gritar entre lágrimas. Lanzó sentencias inéditas hasta el momento, como que dejó la camiseta en las inmediaciones de la vivienda de su expareja porque «quería que me atraparan de una vez» o que su finalidad tras mover el cuerpo era escribir dos cartas y suicidarse con medicamentos.

La respuesta que más repitió fue «no recuerdo». Una absoluta falta de memoria en los días clave que achaca a la ingesta de tranquilizantes. Antes de la muerte del pequeño no especificó si estaba medicada, pero esa parte tampoco la recuerda. Ni lo que pasó a continuación. A la ausencia de un relato sólido se sumaban las inconcreciones de algunos puntos esenciales .

No fue así con las respuestas a su abogado defensor, el cual se dedicó a preguntarle casi en exclusiva por su llegada a España , su vida en Burgos fregando platos, la relación con su primera pareja o los problemas para traer a su hija a España. Eso lo recordaba con asombrosa claridad pese al tiempo transcurrido, aunque nada tiene que ver con la causa del juicio. El propio letrado parecía perdido, como si se hubiera equivocado de juicio, sin apenas hacer puntualizaciones al largo interrogatorio de la fiscal.

Esta actitud de despiste e incomodidad la repitió en cada intervención que tuvo durante el día, llegando a formular una pregunta directamente vergonzante al finalizar la comparecencia de Sergio, el exmarido de Ana Julia. Incluso la magistrada Dodero le reprochó que tratara de buscar una incongruencia en un testigo como quien saca un conejo de una chistera. Por momentos parecía un boxeador noqueado, algo sorprendente en un profesional de su trayectoria.

Quizá la clave esté en su charla de ayer, donde dio especial importancia a supuestas incongruencias entre los informes forenses. Porque si algo está claro es que Ana Julia mató al niño, colocó pruebas falsas y mintió todo lo que pudo para despistar a los investigadores. De eso no cabe duda . Lo que se juzga es si fue un asesinato premeditado o un homicidio involuntario. Y, como buen jugador de ajedrez, Hernández Thiel parece estar eligiendo sus batallas.

En esa línea, la fiscal Fernández Lora intentó ubicar el hacha en la vivienda ante los «no recuerdo» de Ana Julia. Igual fortuna tuvo cuando le preguntó dónde colocó la mano izquierda mientras asfixiaba al niño con la otra. Tampoco sacó nada en claro sobre si el pequeño pataleó o en la posición de su cuerpo. Si seguimos la versión de la acusada, llama la atención que el niño agarrara un hacha con la mano y no se defendiera con ella. Incluso si no fuera así, sorprende que Ana Julia no tuviera marcas de arañazos en rostro y brazos. En otras palabras: el relato de la asesina solo se explica si Gabriel estaba inconsciente, ya no por la trascendencia de grandes pruebas, sino por la ausencia de pequeños detalles . Eso conduce a pensar en premeditación y concuerda con la versión de la acusación particular .

Por desgracia, al menos ayer, no se profundizó en ese sentido y quizá es lo que la defensa estaba esperando. Quedan días de juicio, pero las principales incógnitas siguen en el aire .

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