El valor de rectificar

«Pedro Sánchez ha tenido un mal despertar de su sueño de una inmigración “happy flower” de glamour y alfombra roja»

Manuel Marín

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En menos de un mes, la lógica, la legalidad y la letra pequeña de la política han obligado a Pedro Sánchez a rectificar buena parte de sus postulados en materia de inmigración. El Gobierno se ha visto superado por sus propias contradicciones y paradojas, y la crudeza de la realidad a bordo de una patera o sobre la valla fronteriza de Ceuta le han cambiado el rictus. A menudo, la corrección de una incoherencia conduce al acierto aunque para ello haya que sacrificar la propaganda como prioridad. Sánchez erró al convertir un loable ejercicio de humanitarismo con el buque Aquarius en un «efecto llamada» demoledor, y manejó pésimamente las consecuencias. Las imágenes de cientos de subsaharianos celebrando su gesta en Ceuta son imanes para miles de personas que esperan su momento en Marruecos, o que ya han iniciado el tránsito.

Haber tomado conciencia del error, aunque fuera a empujones de Angela Merkel, es relevante. Sánchez acierta ahora al asumir que obtener réditos con la tragedia de la inmigración es arriesgado, e inútil a efectos de mercadotecnia y autobombo. Las fronteras acarrean obligaciones legales, compromisos comunes en la UE, protección de las fuerzas de seguridad, asistencia sanitaria, atención humanitaria, centros de internamiento… y dinero para que los «países en origen» puedan, y quieran, combatir a las mafias. Ahora el Gobierno de Sánchez, con menos cosmética mediática, más nocturnidad y demasiadas prisas por evitarse un colapso incontrolable, ha acelerado los rechazos en frontera y las devoluciones «en caliente», recurriendo incluso a la reactivación de acuerdos firmados con Marruecos en 1992, durante la etapa de Felipe González. Era otro socialismo y nunca fue acusado de xenofobia.

«Happy flower»

Sánchez ha tenido un mal despertar de su sueño de una inmigración «happy flower» de glamour y alfombra roja. Llegan con ácido y excrementos y sin ahorrar violencia. Les arman la desesperación, el miedo y el hambre, pero la ley obliga a su contención porque abrir fronteras sin límite no es una alternativa. Sánchez ha descubierto que lo políticamente incorrecto también es defendible y necesario: no hay opción de conceder asilos masivos, multiplicar los centros de internamiento sin dotación presupuestaria, acelerar el control judicial y administrativo de quienes llegan, identificarlos con un mínimo de seguridad -cuesta incluso determinar quién es menor o no-, dar asistencia jurídica infinita, evitar las entregas inmediatas… Sánchez ya sabe que sin concertinas -ahí siguen- la violencia de los asaltos y la inseguridad de la Guardia Civil crecen exponencialmente, y que convertir la caridad humanitaria de una democracia comprensiva en una palanca de fractura ideológica solo conduce al error.

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