Todo por una foto

Las diferencias entre esta cita y la que tuvo lugar con motivo del Consejo de Ministros en Sevilla son evidentes, aunque el Gobierno trabajó para diluir la sensación de estar celebrando una cumbre bilateral que la Generalitat se esforzó en potenciar

Cuando el Consejo de Ministros se reunió en Sevilla el presidente del Gobierno solo se reunió con la presidenta andaluza.
Víctor Ruiz de Almirón

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Pura escenificación. ¿Reunión, cumbre o minicumbre? ¿Flores rojas o flores amarillas? Lo que sea que se celebró ayer en Barcelona entre Pedro Sánchez y Quim Torra y otros miembros de sus respectivos gabinetes se ha perdido en un cuerpo a cuerpo plagado de poses en el que la foto era lo verdaderamente importante. Nada es casual .

Ninguna de las partes ha logrado imponer sus intereses, pero el resultado final se parece mucho a lo que demandaba la Generalitat. Aunque cada uno defenderá su relato. Desde un principio en Moncloa se defendió que el único planteamiento con el que trabajaban era el «modus operandi» de Andalucía. Es decir, que al igual que sucedió cuando el Consejo de Ministros se reunió en Sevilla, el presidente del Gobierno se reuniría por el presidente autonómico. Pero se terminó por ceder.

Pero esa reunión que Sánchez mantuvo en octubre con Susana Díaz era poca cosa para Torra. Fue entonces cuando se demandó por parte de la Generalitat que la reunión se desarrollase en un formato que agrupase a los dos gobiernos. La posibilidad fue rechazada desde el primer momento por Moncloa. Pero poco poco se fue abriendo la posibilidad de una fórmula intermedia. Una minicumbre que reuniese a dos o tres figuras de cada gabinete. Aunque Moncloa también rechazaba ese término.

El problema siempre fue el encaje de Sánchez en esa foto, ya que el presidente solo deseaba encontrarse con Torra. Todo el debate se resumía en el protocolo. En la foto. Por eso en la víspera de la reunión las agendas de ambos Gobiernos brillaron por su ausencia. En la del Gobierno solo figuraba que Sánchez viajaba a Cataluña. Nada sobre ninguna reunión que ya había sido confirmada pero no de forma oficial. Porque no se sabía que poner. Pocas horas antes de la reunión la Generalitat vendía el evento como una «cumbre entre gobiernos» . Rápidamente Moncloa enviaba su convocatoria en la que insistía en que serían dos reuniones por separado y «en paralelo».

Al final, todo en un término medio. Para no molestar. Y que todos pudiesen vender su relato. Reunión Sánchez-Torra y a su vez otra reunión entre Calvo-Batet y Aragonès-Artadi. Y al final la anhelada foto de los seis que quería la Generalitat . ¿Reunión pero no cumbre? ¿Cumbre con dos reuniones? Ese es el nivel del debate. Y todo como un artificio para disimular por ambas partes. Torra quiere disimular que acepta al Gobierno de Sánchez como interlocutor. Y el Gobierno de España quiere disimular que, de facto, su relación con la Generalitat es en una clave bilateral y en términos muy diferentes respecto a otras autonomías.

Todo por una foto. Porque los asuntos que Carmen Calvo y Meritxell Batet tengan que tratar con Pere Aragonès y Elsa Artadi, como los 112 millones en contratos para carreteras en Cataluña que el Gobierno va a aprobar hoy, los pueden abordar en cualquiera de los habituales contactos, tanto presenciales como telemáticos, que los cuatro mantienen habitualmente.

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