El salto sin red de la mujer más poderosa

Perfil de la exvicepresidenta del Gobierno

Soraya Sáenz de Santamaría ABC

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Un comunicado sin encabezamiento ni firma, con ocho párrafos escuetos, y con solo dos nombres propios citados, Mariano Rajoy y Pablo Casado, puso punto final ayer a la actividad política de la mujer que concentró más poder en España .

Soraya Sáenz de Santamaría lo fue todo, y mandó en casi todo, siempre al lado de Mariano Rajoy. Esta abogada del Estado, vallisoletana de 47 años, comenzó su carrera política en el año 2000, como asesora jurídica del entonces vicepresidente y ministro del Interior. Experta en política territorial, en 2004 Rajoy contó con ella como secretaria de política Autonómica y Local del PP, y en 2008 se situó en un puesto clave, como portavoz del Grupo Popular, en la oposición. En 2011, cuando Rajoy ganó las elecciones, la nombró única vicepresidenta y en los años siguientes fue dándole más y más poder, hasta que se la conoció como «vicetodo».

En la última legislatura tuvo en sus manos la respuesta del Gobierno ante el desafío independentista catalán, y las críticas por su gestión arreciaron con fuerza.

Tanto poder le creó enemigos , incluso en el propio Consejo de Ministros, que salieron abiertamente a la luz en las últimas elecciones primarias de los populares. Los exministros de Rajoy se dividieron en dos: los que estaban con Santamaría, y los que estaban contra ella.

Y fue en esa larguísima campaña interna de elecciones primarias cuando Santamaría, ya fuera del poder real de La Moncloa , tocó la calle como nunca, y conoció de cerca al militante de un partido del que había estado alejada. Sin la presión del poder, exhibió una cercanía desconocida por muchos, pero confió demasiado en que su salto sin red terminaría bien para ella.

«No soy socialdemócrata, soy liberal con principios democristianos », aseguró en plena campaña, para responder a las críticas por una supuesta falta de ideología. Santamaría supo que perdería el congreso del PP cuando escuchó el discurso de Casado: mismos principios, pero mucha más pasión, justo cuando los populares, aún en shock por la pérdida de poder, más lo necesitaban.

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