Puigdemont tensa la cuerda y ERC no se atreve a frenarle

No va a acudir hoy al Parlament. No está dispuesto a pagar el precio de ir a la cárcel

Salvador Sostres

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No es que Puigdemont sepa -como dijo ayer Rajoy en la COPE- que «no puede ser presidente de nada», sino que sabe que no «quiere» ser president de la Generalitat porque no está dispuesto a pagar el precio de ir a la cárcel, que es justo lo que prometió a los catalanes que haría en su última campaña electoral. Por lo tanto Puigdemont no va a presentarse hoy en el Parlament, y por lo tanto, lo que le está pidiendo a la Justicia no es que le deje acudir a la sesión de investidura sino que le deje acudir gratis, como si en los países vertebrados, democráticos y civilizados pudiera existir la libertad sin la responsabilidad por las consecuencias de tus actos.

Los independentistas continúan viviendo en la ensoñación del simulacro, y como ellos van de farol creen que el Estado tiene que ir de farol; y como ellos declaran la independencia en broma, creen que el Estado tiene que estar dispuesto a tomársela en broma; y como -y esto es lo más grave- ellos dicen que «no quieren muertos en las calles», piensan que el Estado no va a tener cloacas para defenderse si se pasan ni que sólo sea un milímetro de lo que España, como el Estado europeo y serio que es, pueda considerar una amenaza a su futuro y a su integridad.

En su infinita inmadurez, Esquerra y los convergentes continúan instalados en la pantomima de un desafío que no existe y en la cotidianidad de un autonomismo que es lo que en verdad practican pero quieren disimular. Todo muy de La Casa de los líos y de «te voy a canear». De momento les ha funcionado electoralmente, porque la comedia ha logrado empatar -siempre por debajo- con la inteligencia del público al que se dirige. Pero en un horizonte cada vez más cercano, durísimo e infranqueable, está la realidad, la Ley, la política real en un mundo real, en que las tonterías tienen el alcance que tienen y los Estados se ayudan, se afirman y se fortalecen entre ellos.

En su «show that never ends», los republicanos, el PDECat y un nada desdeñable sector de Junts per Catalunya dan ya al expresidente Puigdemont por amortizado, pero no quieren ser ellos quien le den sepultura. El PDECat porque sabe que Junts per Catalunya controla el grupo parlamentario y no quiere incomodarse excesivamente con ellos; Esquerra porque no quiere que la acusen de traidora, de cómplice del 155, y porque siempre tuvo un enorme complejo de inferioridad -en todos los sentidos- respecto de los convergentes; y Junts per Cataluña porque interpreta que el mejor modo de asentar su poder es exprimir al máximo el concepto de «legitimidad» de Puigdemont, y dar el cambiazo a última hora, culpando como siempre de todo a España, y si puede ser y de paso, a Esquerra Republicana.

Hoy puede pasar cualquier cosa menos que Puigdemont cumpla su promesa electoral, se presente, pague el precio del «honor de ser vuestro presidente» y se entregue. Hoy puede pasar cualquier cosa menos que el presidente del Parlament, Roger Torrent, diga lo que de verdad piensa de la permanente payasada en que vive instalado Puigdemont desde el atentado islamista de Barcelona. Es decir: hoy puede pasar cualquier cosa menos que el independentismo diga la verdad a sus votantes, y les enfrente a lo lejos y difícil -casi imposible- que está la consecución de la independencia, sobre todo si se continúan usando los absurdos y fraudulentos métodos que se han utilizado hasta ahora.

Prevalecerá el TC

Lo más probable es que todos opten por tensar la cuerda, y que Esquerra no se atreva a frenar el desvarío convergente, aunque también podrían optar, los dos partidos, por ganar tiempo suspendiendo el pleno a la espera de la resolución de no se sabe qué recurso de no se sabe qué tribunal: excusas.

Pero en cualquier caso no tendrá lugar ningún planteamiento ni siquiera parecido a la independencia de Cataluña, ni un solo atisbo de unilateralidad, porque la aplicación del artículo 155 marcó una línea roja clarísima en la vida pública catalana y la última resolución del Tribunal Constitucional es lo que va a prevalecer por mucho que algunos jueguen a hacer ver que se la saltan; tal como otros jugaron a hacer ver que declaraban la independencia y hoy están en Bruselas o en Estremera, sin ninguna esperanza razonable de que su situación se resuelva en muchos, muchísimos años. Es lo que tienen los Estados, y por eso son Estados: se mueven poco y torpe, pero cuando les amenazas, o les destruyes o te matan.

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