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Pedro Sánchez - EFE
Perfil

Le nacieron alas de las cicatrices

Su viaje ideológico, desde venderse como un socioliberal en 2014 a recorrer España puño en alto cantando «La Internacional», es la historia de un superviviente político

MADRID Actualizado: Guardar
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¿Qué ha pasado estos tres últimos años? ¿Cómo ha llegado Pedro Sánchez a ser el candidato más a la izquierda cuando en 2014 era el preferido por el Gobierno del Partido Popular y por la patronal? ¿Cómo ha pasado de ser el hombre que alcanzó el poder tras ser apadrinado por Susana Díaz y los principales barones del partido a presentarse ahora como «el candidato de la militancia»?

El viaje ideológico de Pedro Sánchez, desde venderse como un socioliberal en 2014 a recorrer España puño en alto cantando «La Internacional», es la historia de un superviviente político. Muchos líderes políticos han merecido ese apelativo por tratar de aferrarse al cargo. Pero pocos han logrado alcanzar el nuevo «estatus» de Sánchez: el renacido.

En el discurso del Pedro Sánchez de mayo de 2017 apenas hay referencias a su mandato como secretario general (26 de julio de 2014-1 de octubre de 2016). Para él todo se desarrolla como un nuevo comienzo. Con habilidad ha dirigido el relato sobre lo sucedido en aquel Comité Federal y sobre la abstención al PP, también por incomparecencia comunicativa desde la otra orilla.

Figura del mártir

Sánchez ha creado una nueva figura. La del mártir. La de quien renuncia a su escaño para no aceptar la abstención pero también para no desobedecer una decisión del máximo órgano entre congresos del partido. Ese día había decidido que volvería. Aunque tuviesen que pasar cuatro meses hasta que lo anunciase y tras recibir presiones para no hacerlo.

La gasolina que mueve al nuevo Sánchez es cumplir la promesa que el viejo Sánchez se hizo a sí mismo: no dejarse vencer por Susana Díaz. Su alianza duró lo que duraron las primarias de 2014 en las que el aparato del partido señaló a Sánchez para derrotar a Eduardo Madina. Nunca hubo ningún tipo de sintonía entre ellos.

Sánchez trató de desembarazarse pronto de la tutela de los barones y éstos empezaron a sospechar que habían elegido a alguien fuera de control. Que es lo mismo que admitir que pretendieron que fuera una marioneta. Ahí empezó una guerra sin cuartel, cuyo germen y primeros pasos fueron los recelos y la desconfianza mutua. Sánchez ha recuperado fragmentos de aquella etapa para criticar la «falta de lealtad» a su figura. Se ha pasado toda la campaña insistiendo en esa palabra, lo que pone de manifiesto que no va a aceptar injerencias.

Tampoco es que en su anterior mandato fuese proclive a ellas. De hecho su «osadía» ha sido utilizada como elogio y como crítica a partes iguales. Una fina línea entre la virtud y el defecto que, con gran parte de los dirigentes territoriales en contra de un rumbo incierto, terminaron por fracturar el partido en dos. Sánchez perdió definitivamente el apoyo de quienes le auparon a la Secretaría General cuando el 11 de febrero de 2015 fulminó a Tomás Gómez como secretario general del partido en Madrid y formó una comisión gestora.

Ahí reside una de sus grandes incoherencias con su mensaje actual, pues cesó a quien había sido elegido por los militantes en primarias. Sus movimientos dentro de la que es su federación siempre fueron complicados. Su nombre estuvo en las quinielas para ser un día líder regional del partido. Pero él decidió que su destino y su camino iban en otra dirección. En una federación controlada por Gómez no se encontraba a gusto, hasta el punto de que en las elecciones de 2011 no logró un puesto de salida en el Congreso de los Diputados. Solo pudo volver al escaño cuando Cristina Narbona dejó su acta a principios de 2013. Igual que en 2009, cuando debutó en la política nacional tras la renuncia de Pedro Solbes.

Dispuesto a todo

Si Susana Díaz es su gran rival interna -su némesis política-, hay otra figura en la vida política de Pedro Sánchez: Pablo Iglesias Turrión. Por mucho que ahora su apuesta inequívoca sea la del pacto con Podemos, Sánchez no olvida que si no es presidente del Gobierno es porque la formación populista le cerró las puertas. «Iglesias me ha engañado», se quejó en una ocasión amargamente a sus más íntimos. Estaba convencido de que cedería ante la presión de unas nuevas elecciones.

Sus actuales colaboradores, que eran antiguos apoyos pero que lo formaban el círculo de mando de su anterior etapa, reconocen que en el proceso de construcción de Sánchez como figura política todas esas experiencias le han marcado. Y que el Sánchez que se ha visto en esta campaña se parecerá más al producto definitivo.

Postulados de izquierda

Y es que hay en Sánchez un estigma de construcción artificial. El político que emerge ahora con postulados de izquierda clásica y que hace poco más de un año suscribía un acuerdo de Gobierno con Ciudadanos. Un partido al que había criticado por ser «las nuevas generaciones del PP».

En Podemos no olvidan que en ese equipo negociador el economista de confianza de Sánchez era el exministro Jordi Sevilla. Esa es la escuela en la que siempre se enmarcó a Sánchez. ¿Volverá a ella si es preciso? Sus críticos se malician con que así lo hará. Y él tampoco se ha empeñado en disimular al volver a apelar estos días a «las fuerzas del cambio», apelando a ese acuerdo imposible entre Podemos y Ciudadanos. Es Pedro Sánchez un hombre empeñado en torcer voluntades. Ha vuelto cuando todos lo creían amortizado. Durante la campaña anunció que si no ganaba dejaría la política. Pero en los últimos días ya advirtió que seguiría en el partido al servicio del ganador.

Y es que su vida es el PSOE, por mucho que insista en destacar los puntos de su carrera como «autónomo» lo cierto es que ha sido líder de las juventudes de su barrio, concejal, diputado y secretario general del partido.

José Blanco

Su carrera empezó como uno de los hijos políticos de José Blanco. Fue elegido por los periodistas como diputado revelación en 2010. Todo eso cuenta, pero ya no importa. En el nuevo Pedro Sánchez todo empezó el 1 de octubre de 2016. Convirtió su derrota en una nueva oportunidad. Como si le hubiesen crecido alas en las cicatrices.

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