El nuevo gabinete de Rajoy «lava» la imagen del presidente
«Hay que salir del despacho, dejar la moqueta y aparcar el discurso macroeconómico»
«Señor Rajoy, puede que esta sea la única oportunidad que tenga de preguntarle directamente esta legislatura». La senadora María José López Santana , de Nueva Canarias, se dirigió recientemente al presidente en el Pleno de la Cámara Alta para exponerle el «grave problema» de las condiciones sociolaborales de las camareras de piso, «las kellys» , que afecta a casi 200.000 mujeres en toda España. La senadora expuso las «condiciones infames que destrozan su salud a cambio de unos sueldos vergonzosos» y preguntó a Rajoy qué está dispuesto a hacer el Gobierno para que estas mujeres trabajen en condiciones dignas. La pregunta impactó a Rajoy . Hace un año, quizás habría respondido con los fríos datos del PIB, la buena marcha del empleo femenino y la reducción de la brecha salarial. Pero en esta ocasión no fue así. El presidente sabía de antemano, porque así le había informado su gabinete, que esta senadora tiene familiares que son «kellys» y conoce de forma directa su sufrimiento. Bajó al ruedo, se puso en la piel de María José, hizo suyo el problema e invitó al colectivo de camareras de piso a reunirse con él en La Moncloa . Y cerró así una de sus intervenciones más cercanas de los últimos años.
Rajoy estrenó gabinete a finales de enero, con José Luis Ayllón a la cabeza, tras la marcha de Jorge Moragas a Nueva York como embajador de España en la ONU. Era un momento crítico para el Gobierno del PP, justo cuando Ciudadanos acababa de ganar las elecciones en Cataluña y aparecía ya como primera partido de España en las encuestas. El equipo más cercano de Rajoy tuvo claro desde el principio que había que cambiar, que el presidente y su Gobierno no podían seguir como hasta ese momento, porque iban directos al fracaso . Asumieron que sin salir del despacho y con el mismo discurso, la derrota estaba garantizada. El objetivo resumido fue salir de La Moncloa, alejarse de la moqueta , dejar a un lado el discurso macroeconómico, y centrarse a partir de ahora en lo «micro», en la gente, en las personas, en sus «problemas reales».
La primera medida fue salir más a la calle . Así de sencillo. Patearse España de arriba abajo. Se pidió también lo mismo a todos los ministros. Era tarea de todo el Gobierno, y Rajoy se puso al frente. «Hay que escuchar a la gente , hablar con las personas, conocerlos uno a uno si fuera posible, ponerse en su piel», comentan en su equipo. La agenda del presidente se cargó de actos por toda España , en su faceta de jefe de Ejecutivo, y también de líder del PP. Con atención especial a esa España olvidada, la «vacía» , la interior y despoblada, allí donde, según dijo un colaborador de Rajoy, «Albert Rivera ni está ni se le espera» .
Lapsus corregido en León
En su reunión con Theresa May en diciembre, Rajoy se equivocó al situar la cuna del parlamentarismo en el Reino Unido. El alcalde de León, dolido, le escribió para hacerle ver su error. A finales de enero se plantó en esta ciudad para reconocer lo que es suyo. Y de paso dio un paseo por sus calles, en contacto directo con decenas de personas, algo que repite en cada salida. Esa misma tarde, en el AVE de vuelta a Madrid , anunció que Ayllón sería su nuevo director de gabinete.
«La principal política es la persona» , es uno de los lemas del gabinete. Dicho de otra manera, hay vida y problemas más allá de Cataluña, y hay que atenderlos. En La Moncloa reconocen también que la corrupción les sigue haciendo daño , y así seguirá mientras continúen todos los juicios. Les pesa como una losa. La respuesta a ese daño constante es abrir y entrar en otros debates sociales, más próximos a las preocupaciones de la gente. Por eso Rajoy no se lo pensó cuando se planteó la posibilidad de comparecer en el Congreso a petición propia para «tranquilizar» a millones de pensionistas . En su equipo creen que el debate le vino «bien», porque transmitió a los pensionistas que «se ocupa de ellos y que les garantiza que el sistema no está en peligro».
El lacito del Día de la Mujer
Y llegó el 8 de marzo, el Día de la Mujer . Su gabinete le aconsejó que se pusiera el lacito en la solapa , símbolo de la igualdad. Tampoco lo dudó y así lo lució durante toda la jornada. Es un gesto, pero muy significativo en el presidente. Unas semanas antes, Rajoy fue duramente criticado cuando se le preguntó por la brecha salarial y salió con un «no nos metamos en eso». Apenas una semana después se retractó: «No lo mantengo. Basta simplemente con que haya una duda para que no lo mantenga».
Rajoy no duda en corregir a sus ministros si es necesario , en esta etapa en la que busca ser cercano y meterse de lleno en los problemas e inquietudes de la gente. Corrigió a Cristina Cifuentes y a su ministra Isabel García Tejerina cuando anunciaron que el 8 de marzo haría una «huelga a la japonesa». «No me reconozco», replicó Rajoy.
El presidente tampoco tuvo ningún reparo en criticar la carta que el Ministerio de Empleo envió a los pensionistas en enero, donde se explicaba con absoluta frialdad que su pensión subiría un 0,25 por ciento. La misiva estaba totalmente fuera de la línea marcada por el nuevo gabinete. Rajoy lo criticó en el Congreso y aseguró que podía haber sido «un poco más personal y menos dura». «Lo entiendo perfectamente y puedo entender en qué posición o qué sentirán las personas que la recibieron», confesó.
«No sabemos si servirá para algo todo esto, pero desde luego sin salir del despacho no íbamos a conseguir nada», afirman en el entorno de Rajoy. Su gabinete buscó y encontró fecha para que las «kellys» fueran a La Moncloa, y sabe que otros colectivos querrán lo mismo: «Están en su completo derecho. Y Rajoy está dispuesto a reunirse con quien haga falta ».
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