Manuel Marín

La izquierda caníbal

Manuel Marín
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Las navajas que vuelan en el PP tras la nada sutil defenestración de José Manuel Soria van a ser cuchillos de mantequilla inofensivos comparados con la amenaza de guerra civil que se cierne sobre la izquierda. Pablo Iglesias diseñó una consulta-farsa a sus bases para que en ningún caso se pusieran en riesgo ni su veto a Pedro Sánchez, ni su plan primigenio de engullir al PSOE convirtiéndolo en la tercera fuerza en España. Iglesias ha asumido riesgos y ha debilitado a su partido provocando discrepancias en torno a su liderazgo, pero mantiene firme su apuesta para que los socialistas queden a merced de Podemos. Iglesias reserva al PSOE un papel residual, o de secundario sin premio en el guión previsto para la próxima legislatura.

Si algo han tenido en común la consulta de Iglesias y la de Sánchez para blindarse de cualquier error en sus negociaciones es que han sido un fraude para sus militantes. Si la corrupción es la metástasis de la vieja política, la obsesión de los políticos del «cambio» es jugar con las cartas marcadas mientras simulan que arriesgan su futuro en el intento. No son creíbles. Saltan con red. Estas consultas son la evidencia de que la democracia en los partidos es una burda mentira porque su resultado está predeterminado por preguntas teledirigidas con respuestas previsibles. Margen de error, cero, que para equivocarse ya está el PP.

La izquierda llegará al 26-J fundida en un extraño magma. La estrategia de Iglesias pasa por absorber definitivamente a IU y hacerla desaparecer blindando a Alberto Garzón tras apropiarse de su millón de votos del 20-D. Se trata de presentarlo como un generoso cómplice del «sorpasso» definitivo al PSOE antes de momificar las siglas a las que diera vida Anguita. Y en la medida en que la fusión entre Podemos e IU cuente con la sumisión pastueña de las «confluencias» -Colau, las «mareas», Compromís…-, el sueño de Iglesias de hundir al PSOE ya no sería utópico. De todos modos, las marcas blancas han aprendido rápido a reforzar su independencia frente a Podemos y a repartir prebendas, no sea que una ex novia de Toledo lidere la lista de Lugo. Lo que les motiva ya no es un proyecto revolucionario para tomar el cielo por asalto, sino algo tan mundano como los codazos por el escaño.

A su vez, históricos de IU como Llamazares y recurrentes nostálgicos del «comunismo soft» observan en Garzón a un ambicioso hiperventilando de ansiedad. Peor aún, le ven un traidor entregado a la extinción de IU a cambio de un plato de lentejas…, mientras el PSOE ebulle en el tole-tole de qué hacer con Sánchez porque el peligro real no es Rajoy, sino Iglesias. Si hay elecciones, el canibalismo en la izquierda será casi enternecedor.

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