Goma de borrar

Los testigos de la defensa intentaron ayer lavar la cara de los inculpados con excusas inverosímiles que pusieron a prueba la paciencia del tribunal

Antonio Millet, en el juicio al «procés» EFE
Pedro García Cuartango

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Contaba en una entrevista el gran Manuel Alcántara , maestro del periodismo, que en una ocasión vio en Barcelona un combate de boxeo en el que tiñeron de negro a un púgil para dar a la pelea un mayor exotismo. Pero el engaño salió mal porque el boxeador empezó a desteñir por el sudor antes de finalizar la contienda, provocando la rechifla de los asistentes.

Eso es lo que sucedió ayer en el Supremo con los testigos convocados por la defensa, cuyas declaraciones fueron tan exageradas y buenistas que, conforme respondían a las preguntas, su credibilidad se iba destiñendo como la del boxeador que simulaba ser de Nigeria y había nacido en Badalona.

Siguiendo con el símil pugilístico, el espectáculo al que asistimos en el ring del Supremo fue un tongo como aquellos combates en los que enfentaban a Urtain en los años 70 con camioneros belgas jubilados. En una ocasión, los promotores tuvieron que fundir los plomos para parar la pelea porque el morrosko de Cestona estaba a punto de ser noqueado por un paquete que había sido contratado para tirarse sobre la lona en el cuarto asalto.

Ayer Marchena no pudo dar la orden de apagar la luz, pero tuvo que llamar la atención a un catedrático llamado Alberti que pretendía dar lecciones de derecho constitucional al tribunal.

Entre las afirmaciones peregrinas que se pudieron escuchar en el Salón de Plenos del Supremo, cabe destacar la de un diputado autonómico de ERC que señaló que los ocupantes de los colegios electorales habían ido a cocinar arroces.

Tres miembros del patronato de Diplocat intentaron lavar la cara del consorcio, subrayando que ellos no se enteraron de que era un instrumento de la Generalitat para hacer propaganda del independentismo.

Un compareciente afirmó que la gente ocupó los colegios la noche de la consulta para realizar talleres de formación y otro profesor negó que hubiera ningún ánimo de legitimar el proceso independentista en los informes del Consejo Asesor para la Transición Nacional.

Pero la declaración más surrealista fue la de David Fernández, el líder de la CUP que blandió su zapato en el Parlament, que entonó un canto al pacifismo y la no violencia que contradice la afición de su partido a sacudir estopa.

No hay peor estrategia para que a uno le crean que abusar del cinismo. Y en este sentido, las apelaciones al diálogo, al buenismo y a los derechos civiles que realizaron los testigos contrastan con la realidad de las leyes de desconexión, la consulta ilegal y la declaración de independencia que violaron la ley y fracturaron la sociedad catalana.

Como dijo Manuel Alcántara , lo curioso no es como se escribe la historia sino como se quiere borrar.

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