Salvador Sostres

La consellera Borràs fuerza declarar desierto el concurso de las urnas para esquivar a la Fiscalía

Borràs, como la CUP y Esquerra denuncian, ha tenido más prisa por librarse de la querella que interés por completar el proceso de compra de las urnas

Salvador Sostres
Barcelona Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La primera soldado del independentismo se ha rendido antes se empezar. Meritxell Borràs, más alocada que radical y cuyo principal mérito político es que su padre Jacint Borràs fue uno de los fundadores de Convergència, ha hecho todo lo posible para que el concurso del suministro de las urnas fuera declarado desierto. El primer detalle que anima a sospecharlo es que tras dar a conocer la noticia ha ido corriendo a la Fiscalía para que le retire la querella que le había interpuesto por haber tramitado el concurso. Cuando en 2005 le pregunté a Artur Mas por el ascenso fulgurante de Borràs, que llegó a ser número 3 en las listas de CiU en el Parlament, me respondió: «Hay que aproximarse a la cuota femenina y en Convergència no hemos tenido suerte con las mujeres».

El enfado de la CUP por el fiasco del concurso ha sido notorio porque los capitalistas han detectado la cobardía de la consellera ante las más que probables responsabilidades judiciales. Aunque desde el Govern se ha querido explicar que ha sido culpa de las empresas por no alcanzar los mínimos exigidos para su homologación, por lo menos una de ellas, Plastic Express, ha desmentido a la consellera señalando que su situación financiera es especialmente buena al no deber ni un solo euro a ningún banco y haber invertido 2 millones de euros este año en maquinaria.

Plastic Express ha ido más allá en sus explicaciones dejando claro que si no ha podido completar el proceso de homologación ha sido porque el Govern no ha presentado una fecha de entrega ni una forma de pago para el pedido de las urnas. En este sentido es especialmente significativo que el jefe de proyectos de la empresa, Andreu Marqués, haya declarado no tener miedo «ni de la Fiscalía ni de la Guardia Civil» ante las investigaciones abiertas por el referéndum soberanista, y que de momento nadie de la Guardia Civil ha acudido a su empresa: «Aquí no se ha presentado nadie».

Borràs, como la CUP y Esquerra denuncian, ha tenido más prisa por librarse de la querella que interés por completar el proceso de compra de las urnas y su actitud encaja con las reservas expresadas por la mayoría de consellers de la antigua Convergència (ahora PDeCAT) a este proceso unilateral, ilegal y que plantea un conflicto abierto con el Estado; y a medida que asumen que van a tener que responder con su patrimonio y su carrera política a las inevitables consecuencias penales, intentan buscar una salida como mínimo personal al enorme problema que se les viene encima.

Por su parte, Junqueras administra como puede su doble objetivo de no quedar como un traidor al independentismo y de no ser inhabilitado por el Estado, de modo que la bronca entre los convergentes y la CUP le permite -de momento- esperar a verlas venir desde un cómodo segundo plano. «El junquerismo es amor» es la frase que medio en cínico y medio en broma usa para definirse. El verso suelto de todo este lío es Puigdemont, que aunque siempre ha sido de Convergència, piensa como Esquerra y actúa como la CUP. Ni quiere volver a presentarse ni aspira a nada más que a la independencia. Cada vez está más solo y desagradable con sus colaboradores, a los que grita de malos modos cuando las cosas no salen como él quiere. Los que le llaman «loco» tienen más razón que la estrictamente metafórica. Lo está de verdad y aguantará hasta el final aunque la única alternativa sea despeñarse por el abismo.

Ver los comentarios