Salvador Sostres

Una comunidad empatada

El gran error de Artur Mas ha sido intentar desempatar nuestro tranquilísimo empate

Salvador Sostres
Madrid Actualizado: Guardar
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El resultado final de la última asamblea de la CUP fue grotesco aunque tan poco probable como cualquier otro marcador. Pero tuvo la virtud de reflejar la realidad de la Cataluña empatada.

La Cataluña empatada entre el catalanismo sentimental y el soberanismo de intención política, que sería la que ocupa el espacio del centro derecha, o lo que de él quede; la Cataluña que empata en la CUP entre los del resentimiento social y los exterroristas de Terra Lliure y los simpatizantes de Batasuna; la Cataluña empatada en los héroes que dicen encarnar la épica de los pueblos que quieren ser libres y que nunca quieren pagar ningún precio, y que ante cualquier dificultad sólo se quejan.

Cataluña es un país empatado: o lo que es lo mismo, equilibrado.

Un país empatado/equilibrado entre lo bien que vive y sus sueños de poeta, un país que la Convergència i Unió de Jordi Pujol sintetizaba a la perfección, con la corrupción incluida, en ese mismo empate técnico entre lo pragmático y lo sentimental, entre exigirle al Estado más inversión a la vez que el president y su familia, junto con el grueso de sus votantes -por mucho que ahora hagan ver que se escandalicen- cobrábamos en B todo lo que podíamos y éramos persona en los buenos restaurantes de Ginebra y de Zúrich.

Esto es lo que es y ha sido siempre Cataluña, este empate técnico, este sobreentendido, esta hipocresía. Por ello Pujol pudo gobernar con mayoría absolutísima. No fue un escándalo, fuimos ricos. Y felices.

Mas ha sido el error, confundiendo algunas manifestaciones multitudinarias con un país que en realidad no existía. Mas ha sido el error, abandonando clamorosamente el centro para irse primero con Esquerra y luego con la CUP, arruinando a un partido ganador a cambio de intentar suplir su falta de liderazgo, y de talento, con alianzas imposibles que le permitieran aferrarse al cargo de presidente.

El gran error de Mas ha sido intentar desempatar nuestro tranquilísimo empate. Un empate cínico pero cívico entre la Cataluña emotiva que va del panellet al Concert de Sant Esteve, que acaba siempre con gritos de independencia; y la Cataluña que funciona perfectamente española en su día a día, que vive bien, e incluso muy bien, que hace sus espléndidos negocios y que rechaza lo que ponga en riesgo sus razonables y meritorias expectativas de prosperidad. Mas, con la misma mediocridad que cualquier líder totalitario, ha convertido la causa de la independencia de Cataluña en un intento de superar sus complejos y sus defectos, y por lo tanto en un fracaso colectivo.

La CUP decidirá el domingo lo que quiera. Nadie lo sabe, ni ellos. Abandonado el centro, un país desesperado se precipita al abismo de la extrema izquierda. Hemos perdido el norte, y no nos damos cuenta. Decidme una experiencia, una sola experiencia, en que este tipo de izquierda gobernando no haya sido causa de hambre, miseria y muerte.

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