Felipe González y Alfonso Guerra, fotografiados en 1977
Felipe González y Alfonso Guerra, fotografiados en 1977 - ABC

Los cismas históricos del PSOE: del «se gobierna desde la Moncloa» de González al «no es no» de Sánchez

Los socialistas han afrontado decisiones trascendentales como pasar del marxismo a la socialdemocracia

Madrid Actualizado: Guardar
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Tres semanas después, aún sigue sin cicatrizar la herida tras el cisma que vivió la formación en el Comité Federal que descabalgó a Pedro Sánchez de la secretaría general por su empeño en vincular su liderazgo con el calendario para la investidura del presidente del Gobierno. Los socialistas que se mantienen fieles al «no es no» a Rajoy de Sánchez medirán mañana sus fuerzas con los barones que tumbaron al ex secretario general, que apuestan por abstenerse para evitar terceras elecciones. Pese a que el partido está abierto en canal, el PSOE ha afrontado desde la democracia crisis igual de traumáticas.

La primera gran decisión que debió tomar el PSOE, con la llegada de la democracia, fue pasar del socialismo autogestionado y democrático de inspiración marxista con el que se presentó a las elecciones de 1977 al programa socialdemócrata.

El año 1979 fue clave para el PSOE.

Tras fusionarse un año antes con el Partido Socialista Popular de Tierno Galván, Felipe González renunció a presentarse a la reelección como secretario general en el XXVIII Congreso del PSOE. El expresidente quería suprimir el término marxista de la definición ideológica del PSOE. Al no estar de acuerdo con algunas decisiones, renunció a presentarse al cargo.

Ante la imposibilidad de formar una candidatura a la dirección del PSOE, se designó una gestora para que dirigiera el partido hasta la celebración de un Congreso Extraordinario, que tuvo lugar en septiembre. El PSOE terminó eliminando el término marxista de su definición, pero asumió el marxismo «como método de análisis de la realidad». Felipe González volvió a la secretaría general. En este Congreso nació una corriente crítica que más tarde daría origen a Izquierda Socialista.

Divisiones internas

En 1981, Felipe González fue reelegido secretario general con el cien por cien de los votos. Es en esta reunión donde los socialistas establecieron su estrategia para lograr en la década que comenzaba, el apoyo de la «gran mayoría social». Al año siguiente, el PSOE ganó las elecciones generales con mayoría absoluta.

El giro socialdemócrata de los socialistas causó divergencias en el seno del partido. Los miembros de la Izquierda Socialista se consideraban socialistas puros, fieles a la línea política más tradicional, en contra de la socialdemocracia que también criticaban la UGT y las Juventudes Socialistas. En el congreso de 1988, cuando González llevaba seis años como presidente del Gobierno, el entonces secretario general de la UGT, Nicolás Redondo, pronunció un discurso en el que expuso sus discrepancias con la política económica del Ejecutivo socialista.

En el Comité Federal celebrado en 1990, se amplió el número de miembros de 175 a 178, pero la Izquierda Socialista no logró representación en órgano de decisión del PSOE. Felipe González reclamó una y otra vez a su partido que le dejara independencia para gobernar. Fue entonces cuando pronunció la famosa frase «se gobierna desde la Moncloa, y no desde Ferraz».

El PSOE inició entonces un trabajo de integración y apertura que facilitó la incorporación a la organización socialista de otros sectores de la izquierda española, como la entrada del ex vicesecretario general del PCE, Enrique Curiel (1990), el Partido de los Trabajadores de España y el dirigente de Comisiones Obreras Julián Ariza (1991) y Jorge Verstrynge (1993) y la entrada del exministro de Justicia, Juan Alberto Belloch en 1996. Otros, como Pablo Castellano y Francisco Bustelo abandonaron el PSOE y se integraron en Izquierda Unida. También se marcharon Juan María Bandrés y Miguel Boyer.

«Impulso» del socialismo

En 1994 el PSOE abordó lo que llamó «un nuevo impulso del socialismo», en torno a cuatro grandes temas: el nuevo modelo socialdemócrata, Europa en un proyecto global, el impulso democrático y el modelo de partido. El objetivo era redefinir las señas de identidad del socialismo «en la frontera de un cambio histórico» y ofrecer un nuevo modelo a la sociedad española que progresivamente le estaba restando apoyo electoral. Eran los tiempos de las huelgas generales y los casos de corrupción y de financiación ilegal: Roldán, GAL, Filesa, compra terrenos Renfe...

Los socialistas seguían teniendo pendiente resolver sus disputas internas entre el sector renovador y el sector guerrista. González encabezó la corriente renovadora que él mismo definió como «el cambio del cambio» y que pasaba, según sus palabras, por una mayor apertura a la sociedad y por una liberalización de la política económica aunque manteniendo su línea socialdemócrata. Los seguidores del vicesecretario general, Alfonso Guerra, se presentaban como garantes de las esencias del socialismo. Para acallar los comentarios sobre sus diferencias, González y Guerra hicieron su entrada juntos en el salón donde se desarrolló el Congreso.

Tras la derrota electoral de 1996 y finiquitada una etapa de 14 años en el Gobierno, el PSOE se embarcó en un proceso de renovación que aceleró la renuncia por sorpresa de Felipe González. El anunció pilló descolocados a los guerristas y los delegados no consiguieron encontrar un sustituto, después de 23 años de liderazgo de González. Guerra se apartó de la lucha por la secretaría general y Joaquín Almunia, entonces portavoz parlamentario, logró el apoyo del «aparato» del partido de la mayoría de los barones.

Con Almunia como secretario general, el PSOE resolvió en un Comité Federal celebrado en 1998 elegir al candidato a las elecciones generales en primarias, lo que supuso un hito en la política española. Del resto de partidos políticos, solo el Partido Aragonés aceptó este mecanismo de elección. El PP replicó que ya tenían un líder claro, José María Aznar, y que si los socialistas apostaban por primarias era porque carecían de un dirigente capaz de sustituir al carismático González.

Mínimo histórico de Sánchez

José Borrell presentó su candidatura y, contra todo pronóstico, venció. Almunia había anunciado que dimitiría, en caso de perder. La crisis solo se resolvió cuando Almunia y Borrell llegaron a un acuerdo para repartirse el poder. No obstante, Borrel acabó dimitiendo poco antes de las elecciones para no perjudicar a su partido por la relación que mantenía con dos ex altos cargos de Hacienda en Cataluña que fueron investigados por fraude fiscal y cohecho.

Almunia perdió las elecciones y, tras su dimisión, el andaluz Manuel Chaves presidió una gestora antes de la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la secretaría general. Ganó las primarias a José Bono en una reñida votación con un proyecto «radicalmente modernizador», basado en una «reorientación de la socialdemocracia» y una «profunda renovación en el partido». Zapatero renovó su Ejecutiva por completo. Ganó las elecciones en 2004 y revalidó su victoria en 2008, hasta su marcha en 2011, sepultado por la crisis económica.

Alfredo Pérez Rubalcaba fue elegido nuevo secretario general en un nuevo Comité Federal. Su candidatura logró 110 diputados en las elecciones de 2011, el peor resultado en democracia hasta la fecha del PSOE. Rubalcaba fue elegido de nuevo secretario general en 2012, con 22 votos más que Carme Chacón, que le disputó el puesto.

Las sucesivas derrotas electorales de Rubalcaba le obligaron a dimitir, y Pedro Sánchez, tras ser elegido secretario general en una consulta no vinculante entre los militantes, fue ratificado en un Congreso Extraordinario. Con él, el PSOE cayó a 90 diputados en las elecciones de 2015 y a 85 en los comicios de junio de 2016.

Con el peor resultado del PSOE a sus espaldas, sin apoyos para formar gobierno y cuestionado por buena parte de sus barones, Sánchez fio su futuro político a imponer en un Comité Federal un calendario que le permitiría negociar con Podemos para llegar a La Moncloa.

Fue un cónclave que duró más de doce horas y que partió en dos a la formación. Sánchez perdió y el asturiano Javier Fernández se puso al frente de una gestora que debe hacer la transición del «no es no» que defendió Sánchez a la abstención que permitirá la formación de Gobierno, después de 300 días con un Ejecutivo en funciones.

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