Los asesinos del destornillador asisten a una reconstrucción en la caravana donde podrían haber planeado trasladar el cuerpo

Sentada en su silla de ruedas, Conchi no para de hablar. Primero con los agentes y después, con su abogada. No esconde su rostro en ningún momento, es más, mira fijamente a las cámaras de televisión que al otro lado de la verja tratan de captar cualquier detalle novedoso. Está a punto de entrar en la caravana donde iba a celebrar una cena romántica con su marido, José Luis, la noche en la que presuntamente ella y Paco terminaron con su vida, apuñalándolo con un destornillador. Es la primera en entrar, ya que el vehículo está a su nombre. Fuera espera Paco, su amante y cuidador, va esposado y se tapa minuciosamente la cara con un folio. Como ya hizo el día de la declaración, la presunta asesina se ha negado a andar y los agentes han tenido que bajarla en voladas de la caravana, que no está preparada para acceder con sillas de ruedas. El juez ha ordenado esta reconstrucción con el objetivo de averiguar si Conchi y Paco tenían intención de trasladar en esta caravana el cuerpo de José Luis y por lo tanto, si hubo premeditación. Lo que todavía sigue sin estar claro es qué les llevo a asesinarle tan solo dos semanas después de casarse con él. Un matrimonio de conveniencia para el que hoy hemos sabido gracias a un amigo íntimo de la víctima, que este iba a recibir 12.000 euros. La mitad antes de la boda, el resto, se los iban a entregar la noche que fue asesinado. Tras el registro han vuelto a prisión, donde llevan dos semanas. Conchi en un coche policial, seguida de su silla de ruedas.-Redacción-