Entrevista

«En 2015 Pedro Sánchez ya pensaba en el Gobierno Frankenstein»

La periodista Carmen Torres desgrana en «Instinto de poder» la trayectoria de un político «obsesionado con ser presidente»

Carmen Torres, autora de «Instinto de poder» VANESSA GÓMEZ
Jaime G. Mora

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Cuando Pedro Sánchez se mira en el espejo ve a un político que «no se ajusta a lo convencional», capaz de sobreponerse a «enemigos muy poderosos» y de hacer «posible lo imposible», como cuando en 2016 recuperó el liderazgo del PSOE después de que la vieja guardia del partido forzara su renuncia. Lo que Sánchez ve en el espejo es la imagen que él mismo ha intentado construir en su libro, « Manual de resistencia », unas memorias plagadas de medias verdades, cuando no mentiras. «En el libro apenas habla de Susana Díaz , ni la batalla con los barones o Felipe González ...», dice por teléfono la periodista Carmen Torres (Chiclana, 1975), autora del libro «Instinto de poder», donde repasa la trayectoria de un político obsesionado con ser presidente.

- Esa ambición sí la admite Sánchez en su libro. Dice que «para poder aplicar políticas, es necesario ganar batallas por el poder»

- Con 27 años, tras estar en Bosnia con la ONU, se dio cuenta de que quería formar parte del grupo de los poderosos. No le gustaba ser un asistente. Estaba dispuesto a hacer muchas cosas por conseguir esa meta. Un momento clave en su vida es en 2011, cuando no consigue entrar como diputado en el Congreso. En 2012 se quedó fuera de la Ejecutiva de Rubalcaba. Después de 15 años dedicado al partido, está en paro, con 39 años y dos hijas. Meses después le llaman para que ocupe el hueco de Narbona en el Congreso. Al tomar la decisión de volver a la política, dice que si vuelve es para hacer algo grande, no para ser un segundón. Ahí decide prepararse de forma secreta para competir en primarias y ser candidato a la presidencia. En ese plan oculto que tiene en 2013 no se plantea ser secretario general. Quería presentarse a las primarias para candidato porque Rubalcaba, tras perder en 2011, no podía repetir.

- Sánchez pactó con Susana Díaz ser solo secretario general, pero en sus memorias mantiene que siempre le dejó claro que también sería candidato.

- Díaz acababa de asumir la presidencia de la Junta y necesitaba ganar unas elecciones en Andalucía antes de saltar a Madrid. Quería presentarse a las elecciones, ganarlas y después irse a Madrid con ese halo de ganadora. Pero Rubalcaba cambia los tiempos al dejar vacante la secretaría general y ella se ve obligada a tomar una decisión. Ve en Madina un peligro para ella y para que no se convierta en secretario general busca un candidato que le haga de puente. Primero se lo propone a Patxi López y después a Sánchez. Se reúnen Díaz, Zapatero, Tomás Gómez, Ximo Puig con Sánchez y le hacen la propuesta. Aunque estas cosas no se verbalizan literalmente, la propuesta es esa: te apoyamos como secretario general, pero como candidato para la presidencia del Gobierno ya veremos. La idea era poner a Pedro de secretario general tutelado y que Díaz se presentara como candidata en las elecciones de 2015. Sánchez les dice que sí a todos. Tomás Gómez no se fía un pelo. Le preguntó: «¿Me vas a matar?». Todos los que están en esa reunión dan por hecho el pacto. Pero el objetivo de Pedro Sánchez es ser presidente del Gobierno.

- ¿Díaz confiaba en Sánchez?

- Ella sí se fiaba. Se lo habían recomendado Bono y Antonio Hernando. Creía que lo podía manejar. Lo subestimó. Lo aupó, ganaron las primarias a Madina y, a los tres meses, en una entrevista, Sánchez dijo que se presentaría como candidato. No es lo que habían hablado y ahí empieza la guerra entre ellos, una guerra soterrada que dura dos años, de 2014 a 2016.

- ¿Fue a partir de su segunda elección como líder del PSOE cuando se ha visto la verdadera cara de Sánchez?

- Sin duda. Ya pudo hacer lo que no le dejaron hacer antes. Porque a él lo pusieron como un títere, lo tenían con las manos atadas. Quien mandaba en los órganos era Susana Díaz. Aprende de esa experiencia y toma la determinación de no trabajar con nadie que no le vaya a ser leal. Hace su ejecutiva, su grupo parlamentario y deja de tener al enemigo en casa.

- Ya con plenos poderes, Sánchez cuenta que se le hacía «muy duro» desalojar a Rajoy con una moción de censura.

- Sánchez mandó a Ábalos en 2017 a reunirse con el consejero Santi Vila en Barcelona para tantear la posibilidad de la moción. Eso demuestra que lo tenían en la cabeza. No es verdad eso de que no quería ser presidente a cualquier precio. En la noche electoral de diciembre de 2015, en una conversación con Rubalcaba, él ya tiene en mente el «Gobierno Frankenstein». Le daban los números y los barones lo frenaron. Es cuando empezaron a hablar de tumbarlo. En 2016 volvió con la idea del «Gobierno Frankenstein» y terminaron derribándolo. Desde diciembre de 2015 siempre tuvo en la cabeza la idea de construir una mayoría alternativa a Rajoy.

—Usted escribe que Sánchez dio su palabra a Rajoy de que no presentaría una moción de censura apoyado en los independentistas.

- Le dijo que no lo iba hacer, y lo hizo. Rajoy lo encajó mal. Después de la moción de censura, Rajoy ha transmitido a su entorno que no quiere volver a ver a Sánchez ni en pintura.

- Otra media verdad: Sánchez escribe que siempre tuvo claro que abstenerse en la investidura de Rajoy sería un error de magnitud histórica.

- No es así. De hecho él encargó unos informes a Jordi Sevilla sobre las condiciones necesarias para la abstención. Claro que lo valoró. Después de las elecciones de 2016, su portavoz parlamentario se reunió con el del PP para plantearle que pactaran con Ciudadanos y después ellos decidir sobre la abstención. Por eso dijo Felipe Sánchez que le había engañado, porque le dijo a Guerra que se iba a abstenerse. Pero después del verano Sánchez cambia de opinión y vuelve a la carga con la intención de volver a formar gobierno con la misma mayoría de la moción de censura. Siempre estuvo en su cabeza. Las encuestas les decían que, cuanto más insistía en el «no es no», más apoyo tenía. Estaban dispuestos a ir a unas terceras elecciones porque creían que les irían bien. Ellos veían que los números les daban.

- Sánchez recuerda que, tras dimitir como secretario general, su única salida era dimitir y dejar el escaño.

- Los más cercanos a él le decían que tenía que irse. Otra gente, Robles, Sumelzo, Elorza... los diputados del «no es no» querían que se ausentara o que no votara. Lo valoró todo. Para él, dejar el escaño era muy doloroso, porque lo había perdido en 2011. Su sueño era estar en el Congreso. La única vez que se ha visto a Sánchez emocionado en público fue el día que dimitió. Pero si quería volver a ser secretario general no podía desobedecer al partido.

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