Rajoy, con sus ministros y dirigentes del PP, en Toledo
Rajoy, con sus ministros y dirigentes del PP, en Toledo - efe

El PP se la juega en las grandes ciudades el 20-D

Sus flancos más débiles, de cara a las elecciones, siguen siendo País Vasco, Cataluña y Navarra, y está cuidando especialmente Valencia y Madrid

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El PP llega a las elecciones generales del 20-D en una situación de debilidad interna en algunas regiones. Son aquellas donde el efecto de la caída de votos se ha dejado sentir más, hasta convertir a los populares en casi una fuerza residual -como en País Vasco, Cataluña o Navarra- o donde el partido vive una situación de interinidad, tras las renovaciones de dirigentes que se produjeron después de las elecciones del 24-M y antes de que se celebren los respectivos congresos provinciales.

Por un lado, al PP le «aprieta» en las encuestas Ciudadanos, capaz de quedarse con parte -aún no se sabe qué parte- del centro-derecha que hasta ahora votaba popular. Por otro, hay territorios donde en los últimos comicios el PP ha sido especialmente castigado, como es el caso de Cataluña o como ocurre desde hace varios años ya en País Vasco o Navarra.

La dirección del PP quiere centrarse en las provincias más grandes, aquellas donde, por el efecto de la Ley D'Hondt le puede favorecer a los grandes partidos, frente a los más pequeños, como Podemos y Ciudadanos, que aún no disponen de estructuras fuertes de partido. La ley electoral actual supone que conseguir los primeros escaños cuestan más votos que obtener los últimos, lo que perjudica a los partidos pequeños y favorece a los grandes.

Esos territorios donde el PP puede quedarse con los últimos escaños van a ser cuidados especialmente, porque en ellos se pueden decidir las elecciones: en una pequeña provincia, se baja de dos diputados a uno; en una grande, se pueden perder seis de golpe.

En algunas regiones se han vivido tensiones internas: el PP de Navarra lo dirige desde hace dos años una gestora, una situación de provisionalidad que aún está pendiente de solución. En el País Vasco, hace apenas una semana se produjo el relevo en la presidencia, al abandonarla Arantza Quiroga a petición propia y ser sustituida por el ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, al que en algunos círculos se señala como futuro candidato a lendakari.

Cataluña ha sufrido el efecto desolador de un batacazo electoral importante. Debido a muchas causas, entre ellas el efecto Ciudadanos, las especiales características de unas elecciones que han resultado casi un plebiscito a pesar de que el Gobierno no quería que lo fuera. Y también debido al poco tiempo que tuvo el nuevo candidato, Xavier García Albiol, para hacerse con los mandos. Actualmente, la presidenta del PP catalán sigue siendo Alicia Sánchez-Camacho, aunque es posible que esta situación se vea alterada en el próximo congreso regional. Inestabilidad, por tanto, también en esta región.

Andalucía es un misterio: no fueron buenos los datos del PP en las últimas autonómicas, el pasado mes de marzo. El presidente popular, Juanma Moreno Bonilla, llegó con el apoyo de Arenas y de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría pero no era el candidato de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal. Las aguas parecen bajar calmadas por tierras andaluzas, aunque la confección de las listas electorales puede hacer saltar de los primeros puestos a algunos históricos y esto podría generar, más allá del malestar lógico, alguna respuesta airada.

Existen varias comunidades en que el PP sigue fuerte: Castilla y León es un ejemplo, aunque en este caso la caída de votos les ha permitido gobernar. Eso sí, se ha producido una actitud más crítica del presidente regional, Juan Vicente Herrera, no sólo hacia Rajoy -a quien pidió que se mirara «al espejo y viera si es el mejor candidato»- sino también, y sobre todo, contra el ministro de Industria, José Manuel Soria, al que culpa públicamente de las políticas destinadas a la minería leonesa, que tan impopulares han resultado y tantos votos les han costado.

Herrera es uno de los pocos barones que le quedan al PP, y que se mantiene al frente de su partido, frente a la renovación que se ha producido en otras regiones. O que está por llegar: en Valencia, por ejemplo, Fabra se fue, y ha sido elegida para sustituirle Isabel Bonig, que aún debe ser ratificada en un congreso regional. Valencia es precisamente una de las regiones más cuidadas por los populares, sabedores de su importancia para ganar el gobierno de la nación.

Igual ocurre con Madrid, donde la presidenta regional, Esperanza Aguirre, prometió a sus líderes nacionales no volver a presentarse para este puesto si conseguía la Alcaldía. El próximo congreso de Madrid deberá decidir sobre su sustitución, y es previsible que se presente más de un candidato para ello. El PP de Madrid ha sido históricamente fuerte, con peso nacional, y también es uno de los que se ha visto más afectado por los casos de corrupción, junto con el valenciano.

En Castilla-La Mancha, el PP sigue en manos de María Dolores de Cospedal, que fue la presidenta regional hasta que las elecciones del 24-M le dejaron rozando la mayoría absoluta. Un pacto PSOE-Podemos le arrebató el mando, y ahora está por decidirse quién se mantendrá al frente del partido de cara al futuro. Algo que puede depender también de lo que ocurra el 20-D, y del destino que se asigne a Cospedal a nivel nacional.

Luisa Fernanda Rudi, en Aragón, también se apuntó a la renovación después de perder el poder el 24-M. Elegante siempre, Rudi informó en privado a Rajoy y en público al resto del partido de su intención de dar un paso atrás, que se hará efectivo cuando se celebre el congreso regional. Ahora, es senadora.

Quien no esperó para irse fue Bauzá, ex presidente balear. Quiso desde el principio dejar el cargo de cabeza del PP, y el partido ante su insistencia, nombró a Miquel Vidal de forma interina. Qué ocurrirá en las elecciones generales en esta comunidad es un misterio, dado que ahora mismo la gobierna un tripartito que lleva tan poco tiempo que aún no ha dado prácticamente muestras de su funcionamiento.

En Extremadura, el «efecto Ciudadanos» fue suficiente como para restarle al PP los votos que necesitaba para haber alcanzado una mayoría suficiente para gobernar. PSOE y Podemos aprovecharon el hueco para pactar un gobierno. La comunidad, un feudo socialista durante décadas, rompió la tendencia en 2011 gracias a José Antonio Monago, que se ha quedado ahora, en la oposición, con el intento de recuperar posiciones.

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