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Tres encapuchados anuncian el fin de la actividad armada el 20 de octubre de 2011 - Reuters

Cuatro años desde que ETA anunció el cese definitivo de su actividad terrorista

La banda no ha conseguido ninguna de sus reivindicaciones por dejar de matar. Su negativa a disolverse le conduce a una desaparición por «difuminación»

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Se cumplen este martes cuatro años desde que ETA anunció el « cese definitivo de su actividad armada». Una decisión que en la década de los ochenta, noventa, incluso a principios del segundo milenio hubiera supuesto un hito histórico y habría llevado a cualquier gobierno a abrir un diálogo con los terroristas. Pero la medida tomada por los etarras llegó tarde, después de muchos engaños y treguas trampas y, además, forzada porque detrás de ello había una banda policialmente derrotada, que silenciaba las armas porque después de tanto tiempo, sus dirigentes habían interiorizado que nada podían lograr ya por la fuerza. Así que en estos últimos cuatro años, ETA no ha logrado ni un solo de sus objetivos.

Como tampoco los consiguió durante el medio siglo en el que mantuvo una actividad terrorista sostenida. «Ha quedado meridianamente claro que nada le debemos a ETA por dejar de matar y nada va a conseguir tampoco por ello», comentan a ABC desde el Ministerio del Interrior.

Después de estos cuatro años, añaden, «ETA está peor que nunca como organización, con su estructura limitada a unos pocos miembros, sin referentes con galones a los que recurrir, cada vez con menor influencia en la agenda política y con nulas posibilidades de negociación con este Gobierno». Los cabecillas creían que si convertían la decisión forzada de dejar las armas en un «gesto de buena voluntad a favor de la pacificación», lograrían al menos un cambio en la política penitenciaria que trajera como primera consecuencia el reagrupamiento de todos sus presos en el País Vasco y Navarra. Pero desde el Gobierno se le ha transmitido el mensaje de que solo accederá a un acercamiento de los reclusos si entrega las armas y, sobre todo, si se disuelve sin condiciones.

Pero su resistencia a ello choca con la firmeza del Gobierno, así que ETA se ha visto obligada a cambiar su «hoja de ruta», al margen de la llamada Conferencia de Ayete, y aguarda un cambio de inquilino en La Moncloa, tras las próximas elecciones generales, para lanzar un nuevo gesto trampa relacionado con supuestos desarmes.

«Mientras ETA siga existiendo, aunque no sea más que un pequeño rescoldo de lo que fue, seguiremos actuando con toda la fuerza de la ley hasta su extinción total», insisten desde el Departamento del Interior. Asimismo recuerdan que «más importante que el desarme de una ETA residual, el objetivo de los demócratas, y de este Gobierno, es la disolución de ETA, «de iure o de facto», junto al reto de la plena deslegitimación del terrorismo y de los terroristas, especialmente por parte de aquellos que durante años han apoyado y complementado políticamente el asesinato, la extorsión y la persecución de que pensaba diferente».

En lo que llevamos de legislatura 161 personas han sido detenidas por su relación con ETA. Ello supone un detenido cada nueve días durante la legislatura. Han caído todos los líderes que mandaban en ETA cuando se produjo el cese definitivo de las acciones terroristas: entre ellos Izaskun Lesaka, David Pla e Iratxe Sorzabal. Además, en poco más de dos meses (julio a septiembre de 2015) toda la cúpula actual de ETA ha sido desmantelada. La detención de Xabier Goieneche e Iñaki Reta de Frutos, responsables del responsables del frente técnico-logístico de la banda terrorista, encargado de ocultar las armas, desbarató el enésimo intento de la organización terrorista de escenificar un gesto de desarme, similar al fiasco de Burdeos. Y las sucesivas operaciones contra el frente de cárceles ha desprovisto a la dirección de la capacidad de ejercer la férrea tiranía sobre sus presos, que en cualquier momento podrían dar paso a deserciones. Así las cosas, ETA celebra el cuarto cumpleaños de su decisión de cesar la actividad terrorista más débil que cuando la tomó. Porque se resiste a su disolución. Ello, probablemente, le condenará a desaparecer por «difuminación», señalan los expertos.

Lejos de premiar a ETA por el mero hecho de dejar de matar, el Gobierno mantiene tolerancia cero frente a la impunidad. En este sentido se enmarca el Centro Memorial de las Víctimas, con vocación de difundir un relato veraz de lo que ha sido medio siglo de terrorismo en contraposición al blanqueo de su pasado que impulsa la «izquierda abertzale». Y, también, los esfuerzos por esclarecer los atentados de la banda aún sin resolver. Varios de ellos ya se han reabierto en los últimos meses.

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