Trump atacará a Hillary Clinton en el segundo debate denunciando su pasado «corrupto»

El entorno del millonario descarta alusiones este domingo al pasado sexual de Bill Clinton

ENVIADO ESPECIAL A SAN LUIS, MISURI Actualizado: Guardar
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Hillary Clinton va ganando. O mejor, Donald Trump va perdiendo. Si las encuestas son fiables en esta particular campaña presidencial, la candidata demócrata ha abierto una distancia apreciable, aunque ni mucho menos definitiva. La media de los sondeos que se publican, actualizado al instante por el sitio realclearpolitics.com, eleva el margen a 4,7 puntos. El último trabajo demoscópico, publicado ayer por Quinnipiac, lo amplía a 5. Un dato relevante: las mismas encuestadoras concedían a Clinton 2,5 y 1 punto de diferencia antes del primer debate, el 26 de septiembre. El estreno supuso para el candidato republicano un notable perjuicio, amplificado por una abierta pelea en las redes sociales con Alicia Machado, la miss Mundo hispana que le había acusado de maltrato.

Los sondeos en los estados decisivos, las verdaderas llaves para alcanzar la Casa Blanca, no le sonríen mucho más. Sólo Ohio parece inclinarse de su lado. Tampoco el buen debate de su ticket, el candidato republicano a la vicepresidencia, Mike Pence, vencedor frente al demócrata Tim Kaine, le ha generado apenas réditos. Trump empieza a luchar contra el reloj para una remontada que hoy le exige la primera prueba.

Nadie sabe a ciencia cierta qué Donald J. Trump se verá este domingo en la Universidad Washington de San Luis, Misuri. Los mensajes que llegan de sus asesores de un candidato centrado en los grandes asuntos que preocupan a los electores y alejado de las marrullerías, contrastan con las últimas denuncias lanzadas en los mítines de campaña. El magnate ha combinado una semana de aplicadas sesiones para mejorar su primera actuación, con ensayos de preguntas y respuestas ante el público y visionados del vídeo del primer debate, con nuevas alusiones a teorías de la conspiración. Si las denuncias de un micrófono manipulado le sirvieron para excusar una derrota inicial que sólo ha asumido en privado, los últimos días ha seguido sembrando dudas sobre una supuesta mano oscura que intenta evitar su victoria. La primera, una supuesta política de fronteras abiertas a cargo de la Administración Obama para que entren inmigrantes a registrarse y poder votar. Una denuncia inverosímil, teniendo en cuenta que para el registro se requiere la nacionalización, un proceso que llega a durar años. Sus reiteradas alusiones a la «parcialidad» de la Comisión Nacional organizadora de los debates se suman al pliego de descargos.

Preguntas del público

El segundo choque electoral va a ser muy diferente del primero. Frente al tradicional cara a cara, los candidatos se enfrentarán hoy en un town hall. Una modalidad anglosajona en la que las preguntas son planteadas directamente por el público presente, lo que limita el papel del moderador, otro blanco habitual de las críticas de Trump. La disposición del escenario, rodeado de un público físicamente muy cercano, obliga a los participantes a medir no sólo las respuestas, sino también la forma en que se mueven y se dirigen a ellos. Según ese comportamiento, el resultado final del debate puede ser muy diferente al de un formato tradicional. Entre las recomendaciones que los expertos han planteado estos días, destaca el recuerdo del fallido debate de George H. W. Bush en 1992, cuando se medía a Bill Clinton y al magnate Ross Perot, en el que una ostentosa mirada al reloj en plena disputa fue interpretada como una falta de respeto por parte de la audiencia. Perdió el debate.

El entorno de Trump insiste en que el candidato republicano llega con la lección aprendida. El gobernador de Nueva Jersey, el experimentado en debates Chris Christie, ha coordinado varias sesiones con especial hincapié en abandonar la posición defensiva y pasar a la ofensiva. Denunciar el «pasado corrupto» de Hillary se ha convertido en el principal objetivo, para lo que Trump habría hecho acopio de muchos argumentos que no llegó a citar en la contienda inicial. Los más cercanos al magnate descartan que vaya a utilizar los escándalos del pasado sexual del expresidente Bill Clinton. Con ello aceptaría las recomendaciones del establishment republicano, encabezado por el speaker del Congreso, Paul Ryan, que ayer se sumó por primera vez a su campaña, y de su hija Ivanka, para muchos la única persona a la que realmente escucha el millonario.

Pero no es una simple cuestión de formas. Para muchos expertos, lo que se juega Trump en el debate es su capacidad de convencer a muchos votantes de que está preparado para presidir Estados Unidos. Y no parece que la mejor forma de hacerlo sea remover los trapos sucios de sus antecesores. En especial en el caso de los votantes independientes. La citada encuesta de Quinnipiac muestra un dato llamativo: si antes del primer debate Trump lideraba la intención de voto en este grupo por siete puntos (42%-35%), ahora es Hillary Clinton la favorita entre los independientes, por veinte puntos (57%-37%).

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