Obma, en Filadelfia durante un mitin en apoyo de Clinton
Obma, en Filadelfia durante un mitin en apoyo de Clinton - afp

Obama encabeza una ofensiva demócrata al rescate de Clinton

Intenta zanjar el patinazo de la candidata: «No puedo estar más orgulloso de ella»

CORRESPONSAL EN WASHINGTON Actualizado: Guardar
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La historia se repite. Un nuevo episodio de secretismo que acaba mal, y el establishment demócrata, con el presidente Obama a la cabeza, en ayuda de la errática candidata. Al escándalo de los e-mails y los tejemanejes en torno a su controvertida fundación familiar, argumentos trumpistas en una estridente campaña, se suma el reciente patinazo de la primera aspirante a la presidencia. Diagnóstico de neumonía, intento de ocultación y nuevo jaque a la transparencia. Como último capítulo, arrepentimiento público y acto de contrición de Clinton, no exentos de victimismo.

En pleno malestar demócrata por sus descuidos, que engordan el apetito crítico del voraz rival republicano, el presidente Obama salió ayer en ayuda de su ex secretaria de Estado en Filadelfia (Pensilvania).

Por allí desfilarán también esta semana, la Primera Dama, Michelle Obama, y los guardianes de las esencias liberales (de izquierdas en Estados Unidos) del partido, los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren.

Tras la tempestad, más inquietud que calma. La candidata, esta vez sí, atiende la prescripción médica y se recupera de su enfermedad en Chappaqua, en la casa que se construyó hace unos años por expreso deseo personal, en el estado de Nueva York. En sus únicas declaraciones para justificar su patinazo, la noche del lunes, Clinton aseguró a la cadena CNN que «no pensaba que (su aparente catarro) fuera a ser gran cosa». En su autoinculpación, además de reconocer «no haber seguido el sabio consejo de los médicos de descansar cinco días», un mensaje de queja, pero que es una verdad a medias: «Estoy cumpliendo los más altos estándares de transparencia. Compara lo que sabéis del historial médico de mi oponente y del mío…». Cierto. El problema es que, al menos que se sepa, Trump no ha intentado ocultar durante días un diagnóstico médico. Y un motivo de preocupación añadido, que es la falta de credibilidad de la candidata. Una encuesta difundida ayer por YouGov situaba en casi la mitad (47%) el porcentaje de estadounidenses que no se creen que Hillary Clinton tenga neumonía.

En este enrarecido contexto, el presidente Obama terció ayer en defensa de su ex secretaria de Estado: «No puedo estar más orgulloso de la líder que hemos elegido». A fin de cuentas, es quien ha sido llamada por el partido a preservar su legado, aunque su primera opción fuese el vicepresidente Joe Biden. Para resultar aún más eficaz, en un gesto de implicación absoluta, Obama recalcó de esta manera un apoyo ya manifiesto con su presencia en el mitin: «Estoy de verdad, de verdad, de verdad, implicado en su elección».

Cuatro puntos

Su mensaje refleja la inquietud que ha generado la mala gestión del episodio médico de Clinton en el seno de los demócratas. Si las encuestas ya habían estrechado la diferencia entre ambos candidatos, las últimas dejan el margen de la candidata en apenas cuatro puntos. Un margen más o menos similar al que existe en Pensilvania, donde Obama reunió a sus seguidores.

El estado del noreste, de tradicional fortaleza económica pero venido a menos por la caída de su siderurgia, es uno de los llamados estados swing. Aunque en las últimas elecciones presidenciales se ha decantado por los demócratas. En 2012, Obama venció a Mitt Romney por más de cinco puntos. Esta vez, la amenaza que proviene del rival estriba en el mensaje de proteccionismo nacionalista que el magnate dirige a los blue collar (trabajadores blancos). Una de las claves pasa por que los demócratas vuelvan a movilizar masivamente el voto afroamericano, que supone un 12% en el llamado «estado de piedra angular» y que apenas supondrá voto alguno para Trump. Una reciente encuesta registraba un 0% de respaldos en esta minoría racial.

Obama se mostró ayer dispuesto a desmontar el fenómeno Trump, a quien llamó en tono irónico «el campeón de los trabajadores». Y se preguntó si se puede considerar así a alguien que «está en contra de la subida del salario mínimo». El siguiente reproche fue el de autodenominarse «empresario de éxito» alguien que «ha dejado un reguero de pufos». Para concluir con la advertencia sobre «el daño a América» que a su juicio supondría una victoria del millonario. Después de citar sus recientes «alabanzas a Putin». Obama se preguntó: «¿Os imagináis a Ronald Reagan alabando a Putin?». Cuando sus seguidores se lanzaron a abuchear el nombre de Trump, Obama volvió a su intento de efectividad y clamó: «¡No abucheéis, votad!».

Mientras Obama se dirigía a sus fieles en Pensilvania, Hillary Clinton se dedicaba a reproducir en Twitter algunos de sus mensajes. Fue ayer el único momento de presencia pública de la candidata.

Regreso a la campaña

El regreso de Hillary Clinton está previsto para mañana en Washington en un congreso hispano. Además, el viernes, la candidata compartirá una jornada organizada por asociaciones de mujeres afroamericanas en un hotel de la capital estadounidense. A pesar de que los cinco días recomendados por su doctor terminaban el viernes, uno de sus portavoces anunció anoche que el jueves retomará sus actos.

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