Con permiso

Sánchez, fotos e impuestos en el juego de las «siete y media»

Si el presidente sigue en sus trece y decide lanzar más cartas a las «Siete y media» y se pasa, podría poner en peligro la productividad y competitividad de nuestras empresas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el expresidente socialista Rodríguez Zapatero Isabel B. Permuy
María Jesús Pérez

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Postureo. Me gusta. Un término que, si bien aún no goza de una definición concreta en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española , como tantos otras palabras creadas al amparo de las nuevas tecnologías, no hay duda de que estará siendo objeto de estudio para su incorporación más o menos inmediata en futuras versiones. Nacida pues del actual y consolidado entorno de las redes sociales , a raíz de la generalización de su uso y de la capacidad propagandística del mismo «postureo», se podría decir que emerge por el afan de muchos de compartir imágenes con otros muchos. O vivencias. Un deseo, por tanto, de reflejar de manera gráfica y pública una existencia llena de vivencias apasionantes o momentos para recordar, aun cuando ésta no sea real.

Pues bien, y sin querer ofender a nadie con la definición y la comparativa, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez , no está defraudando –bueno, a los suyos claro–, actuando en la línea esperada. La de aquellos líderes políticos que abusan... sí, del postureo. Allá donde exista una alta probabilidad de posado, allá que va. Efecto llamada. Fotos mil de cara a la galería. Imágenes que suelen ir de la mano de la intencionalidad. Y si van acompañadas de la lucha personal del presidente del Gobierno contra los «malos», mejor que mejor. A saber. A bordo del «Falcon» presidencial, al más fiel estilo «Obamiano», rumbo a la cumbre de Bruselas a defender la Europa de los derechos sociales y luchar contra la xenofobia; en su primera entrevista televisada –en «su» ya casi TVE–, comprometiéndose a exhumar los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos , para convertir ese lugar en un centro de homenaje a las víctimas y de reconciliación española Franco; junto a la canciller alemana, Angela Merkel, pasando revista a las tropas, para reforzar su deseado «perfil europeísta»; o, incluso, las más, digamos, humanas, para potenciar su figura como hombre de su tiempo, familiar y hasta aficionado al deporte matinal, con unas fotos y un vídeo inéditos del flamante presidente del Ejecutivo bajando sonriente por la escalinata de La Moncloa , corriendo por los jardines de la sede gubernamental, y saludando a su perrita Turca , para mantener después una reunión con su núcleo duro antes de partir para Ferraz, a la cita con la permanente de su ejecutiva federal.

Piensan los expertos que cada vez más la política es comunicación e imagen –¡y eso que Sánchez no se ha dignado a dar ni una miserable rueda de prensa desde que subiera al estrado a presentarse como nuevo presidente del Gobierno español con lo que criticó a su antecesor, Mariano_Rajoy , precisamente por lo mismo!–. Se trata de contrarrestar el hecho de un Ejecutivo que cuenta tan solo con una base parlamentaria de 84 diputados con los que no poder consumar promesas electorales (esto es, sacar con solvencia medidas adelante). Así, utilizando el «postureo» que otorgan las imágenes, Sánchez podría pretender ganar tiempo con la manida política de gestos evitando la gestión . Política de gasto social sin hechos consumados, por el momento. Al menos, hasta acabar la legislatura en 2020. Y así recabar adhesiones –sean apoyos, sean directamente votos– para encarar, entonces sí, las ahora promesas irrealizables desde una mayoría de Gobierno.

Pero ¡cuidado! que se puede pasar de frenada. Como en el famoso juego de naipes de las «Siete y media». Porque lo mismo apuesta estando cerca de ganar la tirada, coge nueva carta y... se pasa. Como ya le ocurriera a su antecesor en el cargo del lado socialista, José Luis Rodríguez Zapatero , y su política de gasto con la consiguiente subida de impuestos. Sobre todo, en el caso del actual presidente, si le da por hacer uso y abuso del decreto –al rico «impuestazo»–, por aquello de las prisas y contentar al votante socialista poco amigo de aquellos que, en teoría, disfrutan de una situación económica más pudiente que la propia, llámense bancos, «Googles», o millonarios.

Y es que con tanto impuesto en pro de mayor gasto social que sufrague la subida de las pensiones –y en vísperas de elecciones autonómicas, municipales y europeas, el año que viene– nuestro querido presidente se carga la economía española, otra vez por las prisas en gastar de los socialistas, que «asaltan» el poder vía apoyos surrealistas con dos años de antelación frente a la tendencia natural y tradicional de la alternancia pasada por las urnas. Una economía a la que aún le quedaba camino por andar en la senda de la definitiva recuperación.

Porque si el presidente sigue en sus trece y decide lanzar más cartas a las «Siete y media» y se pasa, podría poner en peligro la productividad y competitividad de nuestras empresas. Con consecuencias inmediatas para el ciudadano. Pérdidas de empleos. Stop a la subida de sueldos. Parón del inversor. Al final, un camino desandado ahora que España era el país de la zona euro que más crece y más empleo crea y recupera desde que estallara la crisis global.

Y aunque expertos fiscalistas no ven nada claro que pueda poner en marcha de forma inmediata ningún impuesto anunciado, la ministra de la cuestión, María Jesús Montero , se ha puesto estupenda (con perdón) y ha proclamado a los cuatro vientos que ella, sí –y el Gobierno al que representa, lógico–, planta cara al tiempo y quiere tramitar aquellos tributos que se puedan lanzar de forma inminente, para que su entrada en vigor, «sea lo más próxima posible al año que viene». Ya saben, vísperas de elecciones. Ahora bien, solo podría hacerse en forma de proyecto de ley, una vía que también podría desarrollar en el caso de un nuevo impuesto a los gases contaminantes. Por decreto, sí, aquellos que puedan modificarse: el de sociedades y el del gasoil.

Permítame un consejo presidente, Ojo con el órdago a la grande._Bruselas y la propia economía están siempre al quite. Lo mismo la legislatura se le queda corta.

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