Los nuevos hábitos de consumo frenan la reválida de la industria escolar

María José Pérez-Barco

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03/09/2017
Actualizado a las 02:54h.

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El inicio de curso está al caer. Más de ocho millones de alumnos ultiman estos días los preparativos: libros de texto, uniformes, prendas deportivas, mochilas y todo tipo de material escolar. Detrás, t oda una industria está a pleno pulmón y vive estas semanas el periodo del año con mayores ventas. Si bien la recuperación económica, el incremento del número de alumnos y la renovación de libros de texto que exige la Lomce ha conducido a cierta recuperación en este sector, sobre todo en las editoriales, todo parece indicar que se trata más bien de un espejismo pues la industria relacionada con el entorno escolar atraviesa difíciles momentos desde hace una década.

Se trata de un sector muy resentido por la crisis, que además ha traido consigo nuevas formas de consumo que han llegado para quedarse. Los bancos de libros, los sistemas de préstamos, la reutilización y la venta de segunda mano, impulsados desde colegios, asociaciones de padres, ayuntamientos y algunas comunidades, han hecho un flaco favor a las editoriales, librerías y papelerías. Por ejemplo, Andalucía tiene un sistema de gratuidad de libros, que son propiedad de la Administración educativa y, una vez concluido el curso escolar, permanecen en el centro docente para que puedan ser utilizados por otros alumnos en el curso siguiente. La Comunidad de Madrid también aplicará en el curso 2018-19 un sistema de préstamo para garantizar la gratuidad de los libros. Valencia es otra región que ha impulsado los bancos de libros en los colegios para que sean reutilizados.

«Todo eso ha contribuido a que merme la facturación desde el año 2008», afirma José Moyano, presidente de la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza (Anele). En aquel año, las ventas alcanzaron casi los 900 millones de euros. En 2016 fueron 856 millones. El peor año fue 2013 que tan solo se llegó a 726 millones. Los resultados han repuntado en los tres últimos años gracias a los cambios de libros de texto de la Lomce. En 2014-15 estrenaron libros los cursos impares de Primaria (1º, 3º y 5º) y primero de Formación Profesional. En 2015-16 renovaron los cursos pares (2º, 4º y 6º de Primaria) y 1º y 3º de ESO y 1º de Bachillerato). Y en 2016-17 los de 2º y 4º de ES0 y 2º de Bachillerato. Eso ha hecho que la cifra de negocio se recupere un poco. Pero la Lomce ya no exige más cambios.

Los buenos resultados tienen su otra cara. «En los últimos tres años, las editoriales han tenido que afrontar grandes inversiones para preparar los nuevos materiales», cuenta Moyano, «de hecho, algunas no han logrado superar los gastos de esa inversión y han desaparecido. El coste medio de un proyecto editorial (una asignatura durante un ciclo) puede oscilar entre 60.000 y 100.000 euros. No solo es el libro en sí sino también otras herramientas digitales, de orientación...». El presidente de los editores apunta otros obstáculos: «Partimos de la normativa nacional y en función de cómo la desarrolla cada autonomía adaptamos el material curricular. Hemos llegado a tener 17 libros de matemáticas diferentes para un mismo curso. La diversidad de los currículos genera un problema de sostenibilidad en el sector. Se ha perdido la economía de escala, cuando vendías un millón de ejemplares del mismo libro. Ahora haces una ventas mínimas que encarecen la producción enormemente», se queja.

Consciente de los apuros de muchas familias a la hora de adquirir los manuales, Moyano dirige sus críticas a las administraciones que retiraron las ayudas por libros. «Pasaron de 200 millones a 50 y otros años no dieron nada. No se puede recortar de forma tan bárbara en educación. Las personas con dificultades económicas deberían tener esos apoyos necesarios», se queja. Y eso que, según Anele, se ha hecho todo lo posible por minimizar el incremento de precios que de 2015 a 2016, por ejemplo, estuvo en torno al 1%.

«Este año será una venta de reposición, comprará un libro quien no tenga o no lo consiga en los sistemas de préstamos», cree Fernando Valverde, secretario del Gremio de Libreros de Madrid, también preocupado por cómo se implantará el próximo año el sistema de préstamos de libros en Madrid. «La segunda mano ha existido siempre, pero con la crisis los préstamos, reutilizaciones... se convirtió en un fenómeno caótico. Algo que estaba justificado por los momentos que vivían muchas familias. Eso puso contra las cuerdas a muchas librerías y papelerías».

Sin embargo, estos establecimientos también lastran otros fenómenos. «Las grandes superficies han hecho mucho daño a la librerías de barrio que, además, compiten con las propias editoriales, con los bancos de libros, con la segunda mano...», cuenta Valverde. Los bazares con material escolar a menor precio y menor calidad también les han hecho sufrir. Hoy día el libro de texto sigue siendo el principal recurso educativo, hay entre 40 y 44 millones de manuales usándose (nuevos y reutilizados), según Moyano. Pero es una industria que a duras penas consigue remontar en un mercado donde ya hay otros hábitos de consumo.

«Nunca ha vuelto a ser como antes de la crisis. El sector se ha recuperado un poco, pero está estancado», afirma Joan Mateu, director de Marketing de Busquets, empresa de mochilas y material escolar. «La gente ajusta muchísimo el presupuesto —continúa—. Y la crisis ha traido un cambio importante: se prioriza las actividades de ocio ante la adquisición de bienes físicos». Las secuelas de los malos tiempos han quedado, como afirma Lydia Estremera, consejera delegada de Carlin, la mayor cadena de papelerías con más de 300 establecimientos. «Ahora —dice— se aprovecha hasta el final un cuaderno. Se consume todo el material antes de comprar uno nuevo». Y eso que esta empresa lleva tres años de crecimiento tanto en ventas como en facturación.

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