Una montaña de deuda ensombrece la recuperación global

El endeudamiento alcanza un récord de 226 billones en plena marcha atrás de las políticas expansivas

El elevado aumento de la deuda en China preocupa mucho a los expertos
Fernando Pérez

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En el camino de superar el impacto del Brexit, más o menos asimilado el desembarco en la cacharrería de Donald Trump y con la amenaza de los populismos diluida en el Viejo Continente, la economía global afronta el nuevo ejercicio con un tono moderamente optimista que contrasta con los sombríos vaticinios que jalonaban los primeros pasos de 2017. Estados Unidos sigue estirando uno de los ciclos de crecimiento más largos de su historia, Europa redobla sus señales de estabilización y los emergentes parecen recobrar el pulso. El FMI pronostica un robusto crecimiento global del 3,7%. Pero no faltan amenazas agazapadas en el camino. Los efectos del cambio de la política monetaria, los síntomas de desaceleración y desequilibirios en China, los vaivenes en el precio del petróleo... Viejos y nuevos temores que son heraldos de potenciales temblores y que se suman a un problema de peso que ya fue el germen desencadentante de la gran crisis de 2008: la gigantesca bola de deuda. Una montaña que ha crecido hasta el nivel récord de 226 billones de dólares, el equivalente al 324% del PIB mundial, según los datos del Instituto Internacional de Finanzas (IIF).

Como explica Aurelio García del Barrio, profesor del MBA con especialización en Finanzas del IEB, «el incremento se ha debido, en mayor medida, a un alza de 3 billones de dólares en los niveles de endeudamiento de los emergentes, que ahora suman un total de 59 billones de dólares». Y en el epicentro del problema, China, que es la protagonista de más del 60% de esa subida y acumula una deuda de unos 35 billones, «alimentada por el mercado inmobiliario y la banca en la sombra».

Demasiado lastre pendiente

El inquietante contexto no admite excepciones: afecta a empresas, familias y Estados. «Después de la Gran Recesión el desendeudamiento mundial ha sido claramente insuficiente para conseguir situar a las economías de todos los países, en especial a las de los desarrollados, en una senda de estabilidad económica y financiera. La hiperlaxa política monetaria de los bancos centrales ha desincentivado el desapalancamiento del sector privado y, en paralelo, las políticas fiscales han generado un brutal aumento de la deuda pública, hasta situarnos ante una nueva burbuja de dicha deuda», afirma María Gómez, directora general del Freemarket. para explicar el inquietante panorama.

En EE.UU. ya ha rebasado el nivel previo a la implosión de la crisis y en China crece a un ritmo de vértigo

Será la progresiva vuelta a la ortodoxia monetaria la que definirá si los síntomas esconden un mal mayor. «Como una economía no puede financiarse de manera permanente con tipos de interés reales negativos, su inevitable normalización puede conducir a una repetición de la crisis económica financiera que se produjo en el binomio 2007/2009. En estos momentos la situación sería mucho más grave porque el abuso del expansionismo fiscal y monetario ha privado a los gobiernos de cualquier margen de maniobra para aplicar políticas contracíclicas», asegura la directora general de Freemarket.

Emre Tiftik, subdirector de Mercados de Capitales y Mercados Emergentes del IFF, cree que el crecimiento global sincronizado evitará una crisis de deuda inminente en 2018, pero subraya que no faltan motivos para la preocupación, en especial el alza de la deuda pública, «que ha aumentado 25 puntos porcentuales desde el año 2008 hasta alcanzar ya el 87% del PIB mundial. Una brusca subida de los tipos de interés podría tener un fuerte impacto en la capacidad de financiación de algunas deudas soberanas, particularmente en mercados maduros»

Mundo zombi

La política monetaria expansiva ha permitido la proliferación de las denominadas empresas zombis, que sobreviven financiándose con dinero barato. ¿Se avecinan escenas de hundimiento cuando cambie el contexto? «La laxitud monetaria ha sido una de las causas de una dudosa asignación de los recursos que ha permitido que empresas poco productivas se mantengan con vida. El principal problema de estas empresas es que lastran la productividad de una manera importante; si en España se hubiera mantenido la proporción de empresas zombi en niveles previos a la crisis, al crecimiento la productividad total de los factores (PTF) hubiera sido un punto porcentual superior. Es decir, la productividad hubiera aumentado un 1,4% en lugar de un 0,4%», explica García del Barrio.

Como recuerda Emre Tiftik, «la deuda en las empresas no financieras ha aumentado nada menos que 12 puntos porcentuales desde 2007 hasta alcanzar el 94% del PIB global este año» Entre los mercados maduros, destacan subidas como la de Cánada (30 puntos porcentuales, hasta el 118% del PIB), Francia (25 puntos, hasta un 134%) e Irlanda (40 puntos, hasta el 210%) desde el año 2008. Entre los emergentes, las dudas apunta otra vez el gigante asiático, en el que la deuda privada ha crecido nada menos que 67 puntos, hasta el 163% del PIB. El FMI ya adivirtió a principios de diciembre de lo escasamente preparados que están los bancos chinos para afrontar los riesgos que supone la deuda acumula por estas compañías zombis.

Su endeudamiento ha aumentado en 12 puntos desde 2007 hasta alcanzar casi el 94% del PIB global

El nivel de endeudamiento de los hogares también ofrece señales de alarma. En EE.UU. ya ha rebasado el nivel previo a la implosión de la crisis y en China crece a un ritmo de vértigo. Inevitable no establecer paralelismos con las hipotecas subprime, uno de los desencadenantes del temblor de 2008 «Esta tendencia es preocupante sin duda. Puede ser peligrosa a medio plazo porque eleva la inestabilidad financiera y las probabilidades de que se desencadene una nueva crisis bancaria. De facto el FMI ha recomendado a las autoridades a adoptar medidas para mitigar los riesgos», apunta el profesor del IEB.

La disponibilidad del crédito es un motor del crecimiento porque impulsa la demanda y la inversión, pero esto se puede convertir en un problema cuando el apalancamiento es demasiado alto, como ya ocurrió con las hipotecas subprime. Tras la Gran Recesión los niveles de endeudamiento de las familias se redujeron. Era como si los consumidores hubieran aprendido la lección. Pero este agosto la Reserva Federal elevó la deuda de los hogares en EE.UU. a 12,8 billones y superaba así el récord previo a la crisis», recuerda García del Barrio.

El subdirector de Mercado de Capitales de IIF recuerda el significativo repunte del endeudamiento de China, «que ya llega al 104% de la renta disponible, aproximadamente el doble que en 2008». Los expertos subrayan que el peligro de esta tendencia global al alza del endeudamiento familar se produce en un momento en el que la inflación se mantiene baja y a los salarios les cuesta subir.

«Esta escalada de endeudamiento ya se produjo en los años previos a la crisis financiera, pero en aquel momento había un ajuste de la inflación», recuerda García del Barrio. «Ahora el alto endeudamiento puede llevar a recesiones más prolongadas y disparar las tasas de paro», advierte el profesor del IEB. Otro dato añade leña al fuego de la inquietud: en un momento en que los precios de la vivienda comienzan a repuntar, con máximos en el Norte de Europa y algunos países asiáticos, no hay que olvidar que el grueso de la deuda de los hogares está vinculada a las hipotecas, con más del 50% en el caso de las economías avanzadas.

Emergencia emergente

Muchas economías desarrolladas han realizado esfuerzos de desapalancamiento de su deuda pública, y por eso el foco de las tensiones gira hacia los emergentes. El factor cambiario añade incertidumbre en su caso. «En estos países, los riesgos del refinanciamiento, debido a que han tomado préstamos en monedas fuertes, como euros y dólares, puede suponer que se deben refinanciar o reembolsar alrededor de 1,7 billones de dólares antes de finales de 2018 en todas las economías en desarrollo. Tales deudas se volverán más costosas para el servicio si las tasas de interés occidentales aumentan y las monedas se fortalecen», explica García del Barrio.

La solución a este problema global no es sencilla. El profesor del IEB cree que se debe acudir a «políticas fiscales, como propiciadoras del crecimiento, para reducir el endeudamiento, pero sin que se comprometa la sostenibilidad de la deuda». Mientras se desarrolla el complejo equilbrio, la bolas sigue girando y engordando.

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