Tribuna

El futuro «actual» de la banca española, escrito desde tiempo ha

Elke König, presidenta de la Junta de Resolución Europea ABC
María Jesús Pérez

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Me gusta pensar -y creer firmemente- que los finales de las historias plasmadas en los libros -de papel, ¡me encanta el papel! no me resigno a perderlo- tienen vida propia. Finales de novelas que varían según la interpretación de quién las lea. Y que, además, «en cada final de cada historia comienza otra para cada uno que puede ser mucho mejor» (sic) como dice el escritor Kazuo Ishiguro (autor de las conocidas novelas «Lo que queda del día» y «Nunca me abandones», galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2017). Pero, quizás, esta creencia esté solo en mi cabeza y sea solo eso, un pensamiento... y «utópico» sin más. Lo digo porque analizando finales de historias fuera de la ficción, relacionados en este caso con el mundo financiero y empresarial, llego a la conclusión de que todos están escritos de antemano, bien definidos y plasmados en el tiempo, y, por tanto, nada ni nadie puede escapar a ellos.

Es la sensación que tengo cuando me da por escudriñar tras escuchar lo que algunos expertos me comentan sobre el final que se avecina para el futuro -bueno más o menos ya está aquí- del sistema financiero español. Y más teniendo en cuenta el acaecido primero con las extintas cajas de ahorros y últimamente con Banco Popular.

Y es que precisamente en este 2017 se cumplen diez años del inicio de la crisis financiera mundial y cinco años del rescate del sistema financiero español, acordado entre el Gobierno de Mariano Rajoy y las autoridades europeas. Recordarán que si bien el cénit de la crisis financiera tuvo lugar en septiembre de 2008, con la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers, el momento más delicado de la crisis para nuestro sector bancario tuvo lugar en mayo de 2012, coincidiendo con la dimisión forzada de Rodrigo Rato como presidente de la nacionalizada y rescatada Bankia-BFA. Fue entonces cuando intuyo que se escribió también el final de la historia para otras entidades.

¿Estaba escrito pues el final del relato que explica el nacimiento y ocaso de Banco Popular antes de hacerse realidad? Si bien algunos expertos piensan que desde hacía años el que fuera hasta mediados del presente ejercicio el sexto grupo bancario español tenía su final escrito, casi, se atreven a decir, «a fuego», lo que realmente lo apuntaló fue el hecho de que Popular desaparecía en poco menos de un día: entre las 17,30 horas del 6 de junio (cuando valía 1.330 millones en Bolsa), y las 8 horas del miércoles 7 de junio, cuando ya pertenecía al Santander tras pagar un euro. Fue entonces cuando la nueva legislación europea se estrenaba con España, y ¡con todo su peso! (pese a que siguen en pie, y bajo la protección de sus Estados, en vez de vivir bajo el yugo europeo, varios bancos zombis en Italia o Portugal), e hizo posible este truco de magia por el que en una noche una entidad con 147.000 millones de activos, 11.948 empleados y 1.739 oficinas pasaba a manos de un competidor.

Así, a grandes rasgos, la operación arruinaba a 305.000 accionistas y a sus inversores, que tenían unos 2.000 millones en bonos convertibles y en deuda subordinada, mientras los supervisores europeos -con la Junta Única de Resolución como ejecutora-, fueron los maestros de ceremonia, que además se felicitaban porque no costaba ni un euro al contribuyente.

Al parecer, el banco habría solicitado más liquidez ese mismo lunes en la ventanilla del BCE y se encontró con un «no» rotundo porque «al parecer» no era el caso adecuado. Pedía liquidez de emergencia (ELA por sus siglas en inglés) del BCE, un crédito que la autoridad bancaria europea concede a instituciones financieras solventes que se enfrentan a problemas temporales de liquidez. ¿Era el caso de Popular? En Europa estaba escrito que no. O eso me temo...

El caso es que así comenzó la que es ya la primera resolución (intervención y liquidación) de una entidad financiera que se realiza bajo las normas de resolución de entidades bancarias de la Unión Europea, que se aprobaron tras la crisis financiera de 2008 con el objetivo de evitar los rescates con dinero público y que están vigentes desde enero de 2016. ¿Mala suerte para el Popular o era el conejillo de indias escrito en los «papeles» de su historia? Europa determinó que la entidad habría sido incapaz de pagar sus deudas y otras obligaciones, lo que llevó al supervisor a avisar de que estaba «quebrando» o tenía posibilidades de hacerlo.

En definitiva, la estrategia forzada por falta de recursos del principio de la crisis de lidiar con lo inevitable (la desaparición «escrita» de las cajas de ahorros) y dar patadas adelante al resto del sector bancario fracasa cuando se cede la soberanía y se firma el tratado de la Unión Bancaria, porque el sistema es ahora alemán: reglado, por calendario y sin ambigúedades. Esto llevó al Popular ineludiblemente a un callejón cada vez más estrecho y sin salida. En un marco de exigencias de capital constante que actúan como freno a la necesidad de financiación de las empresas y penaliza la cotización de los bancos que no tienen ayudas públicas. Fue su historia. Y su final estaba escrito. O eso creen por ahí... Por cierto, Italia ha escrito su propio final.

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