«Estuvimos más de 25 años expulsados de la sociedad y con la sensación de ser criminales»

Francisco Mula cuenta cómo se libró de las deudas acogiéndose a la Ley de Segunda Oportunidad

Francisco Mula tardó más de 25 años en ser exonerado de sus deudas
Laura Montero Carretero

Laura Montero Carretero

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Francisco Mula nunca pensó que la empresa familiar que surgió al calor de los Juegos Olímpicos de Barcelona del 92 terminaría por convertirse en su peor pesadilla.

La adjudicación del evento deportivo a la capital catalana fue recibida con optimismo en el sector empresarial por la cantidad de mano de obra que sería necesaria para levantar la villa olímpica. La coyuntura de crecimiento y el previsible estímulo que supondría para la ciudad albergar una cita de tal magnitud animó a Mula a montar, de la mano de sus cuñados, una sociedad mercantil especializada en la construcción.

«Llegamos a tener 100 personas en la plantilla y a facturar al año 1.500 millones de las antiguas pesetas», cuenta. Su empresa trabajaba para las grandes constructoras que habían resultado adjudicatarias de todas las obras. «Pagaban con pagarés a 180 días, algunos a 240. Aquello conllevaba tener que ir a entidades bancarias para pedir líneas de financiación», recuerda Mula.

El punto de inflexión se produjo a finales del año 92, con las olimpiadas ya terminadas. «Las compañías constructoras llaman a los industriales que habíamos colaborado en la construcción y nos dicen que tenemos que repetir todo el trabajo porque los atletas que estuvieron ubicados en los pisos los dejaron hechos polvos», explica el empresario. Su negativa provocó que las grandes constructoras empezaran a devolverles los pagarés y, paralelamente, según detalla Mula, «las entidades financieras no nos renovaron líneas de crédito, nos anularon pólizas de descuento… Nos ahogaron económicamente».

La falta de liquidez condujo a la sociedad, cuyas operaciones estaban avaladas por ocho miembros de la familia, a hacer suspensión de pagos, y fue incapaz de pagar la totalidad de la deuda contraída con los bancos, que ascendía a 32 millones de pesetas. Francisco Mula dice que «las entidades financieras nos ejecutaron y reclamaron por la vía judicial los avales de la sociedad. A partir de aquí fue la ruina total de la familia porque nos embargaron prácticamente todo lo que teníamos». Indignado, añade que «los administradores concursales hicieron el agosto»: «Hablamos con ellos porque la empresa tenía un activo de 75 millones de pesetas , suficiente para saldar el pasivo, pero no nos dejaron. Para ellos fue mucho más rentable embargarnos, pues el valor real de lo que nos embargaron superaba con creces la deuda».

Infierno familiar

La cotidianeidad de la familia dio paso a un sufrimiento continuado. Francisco Mula recuerda con perfecta nitidez el calvario que vivió durante los más de cinco lustros que fueron «perseguidos» por sus acreedores.

«Llegó un momento en que las entidades financieras vendieron la deuda a fondos buitre. Nos llamaban a horas intempestivas, nos tocaban al timbre, les contaban a los vecinos lo que debíamos...».

La entrada en vigor en julio de 2015 del mecanismo de Segunda Oportunidad iluminó el agujero negro en el que estaba sumida la vida de Mula y de sus allegados. Contactó con Repara tu deuda, despacho especializado en la Ley de Segunda Oportunidad, y en febrero de 2016 comenzó el procedimiento para cancelar sus deudas. «Al principio tuvimos muchos problemas porque los juzgados de primera instancia no tenían conocimiento de la ley y eran rechazadas todas las peticiones», comenta el afectado.

Finalmente, el Juzgado Mercantil número 3 de Barcelona exoneró al empresario de dicha deuda . En su caso, esta norma ha sido una auténtica vía de escape, y por eso insiste en que todavía hace falta que se conozca más.

Ahora Mula valora detalles tan comunes como tener una cuenta bancaria, un coche a su nombre o disponer de tarjeta. «Se me pone la carne de gallina. Han sido más de 25 años sacados de la sociedad y encima con la sensación de ser criminales. No puedes decir tu nombre muy fuerte porque automáticamente sales en las listas. Ha sido algo espeluznante», concluye.

Desamparo

Hoy no queda ni rastro de la ilusión con la que Mula inició su proyecto. Su experiencia profesional le hace ser crítico con el trato que se da en España a quienes crean su propia empresa: «Si quieres ser autónomo y te metes en un negocio en el que tienes que pedir financiación exterior, como te vaya mal avalas con tu patrimonio presente y futuro».

Jubilado desde hace ya dos años, echa la vista atrás y llega a una conclusión: «El sistema de este país está muy mal. Todo son palabras bonitas, pero a la hora de la verdad nadie ayuda al emprendedor».

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