Tribuna

Cuando los números no cuadran

El economista Carmelo Tajadura cree que «la demanda de gasto es insaciable y todo apunta a que necesitaremos más ingresos públicos y no sólo de carácter cíclico»

El autor considera que el actual sistema de pensiones no puede aguantar a medio plazo sin cambios profundos Efe

Somos un país bastante incongruente en materia económica . Ya no se habla de austericidio, exageración que se aplicó a unos ajustes absolutamente necesarios y que además no duraron mucho tiempo. Pero, ahora asistimos a demandas simultáneas de aumento de gasto público y reducción de impuestos. Es posible que algo así tuviera algún sentido en Alemania, por su superávit público. Pero me temo que no en el país con mayor déficit de la Eurozona (aunque se haya cumplido el objetivo en 2017) y ya el único sujeto al procedimiento de déficit excesivo.

El debate actual más notorio es el de las pensiones. La demografía no admite apaños y un esquema Ponzi , como el que en realidad supone nuestro sistema de pensiones , no puede aguantar a medio plazo, al menos sin cambios paulatinos y profundos. Pero, las demandas populistas se generalizan a golpe de encuestas electorales y me temo que nos taparemos los ojos y primará el corto plazo.

Otra gran fuente de gasto descansa en las comunidades autónomas. Donde, aparte de la educación, destaca el gasto en sanidad que, sin ninguna duda, va a crecer de manera continua y significativa. Pero tenemos un mal sistema de financiación y cada comunidad exige la incorporación de los criterios que le convienen. Las regiones infra-financiadas piden más dinero, pero las favorecidas no quieren perder (y hay una, con concierto, que no aporta apenas nada a la solidaridad y no se da cuenta de que la avaricia puede acabar «rompiendo el cupo»). Así que, como las elecciones autonómicas están ya cerca, el desenlace parece claro: más recursos a costa del déficit.

Hay otras muchas demandas. Algunas con cierta justificación (salarios de los funcionarios , equiparación de retribuciones en las fuerzas de seguridad…). Otras, menos evidentes como los siete programas de armamento en Defensa, o menos oportunas como las peticiones de renta mínima…. En fin, por demandas no queda.

Los ingresos fiscales muestran un aumento cíclico, debido al fuerte crecimiento económico. Pero partíamos de muy abajo tras su desplome en la crisis. Y, además, no paramos de escuchar, tanto en medios gubernamentales como en el partido más emergente en las encuestas, propuestas de reducción impositiva. Incluso hay algunos colectivos autodenominados «liberales» que se permiten calificar nuestra situación de infierno fiscal. Así, un impuesto que resulta ser objeto de especial inquina es el de sucesiones, capitidisminuido en varias CC.AA. a pesar de ser eficaz contra la desigualdad, que tan negativa resulta. Y, por supuesto, también se pide reducir el IRPF y otros impuestos.

España tiene un nivel de ingresos públicos, medidos sobre el PIB, que se sitúa entre los más bajos de la UE (también los gastos, aunque no tanto), superando solo a algunos países pequeños. Así, frente a un promedio del 45/46%, España no llega siquiera al 40%. La consecuencia es el déficit y también un nivel de deuda pública de los más altos en la UE. Y ello a pesar de haber reducido a mínimos la inversión pública o los gastos en I+D , destinos que también necesitan ser atendidos, aunque no den votos.

Algo no cuadra y no se puede seguir en la incongruencia. Si queremos cubrir, al menos en cierta medida, la insaciable demanda de gasto y, puesto que además tenemos que eliminar el déficit, todo apunta a que necesitaremos más ingresos públicos para ganar margen de maniobra. Y, no sólo aumentos cíclicos derivados del crecimiento del PIB , sino también más ingresos de carácter estructural. Todo lo contrario que lo propuesto por quienes buscan mejores resultados electorales mediante medidas poco compatibles con la buena administración.

Deberíamos revisar todas las figuras impositivas reconsiderando bonificaciones y exenciones para atajar vías de elusión. Y, probablemente, reforzar la imposición en determinados impuestos, por ejemplo, -aunque no sólo- en los relacionados con el medio ambiente, donde nos amonestan desde Bruselas por nuestro bajo nivel.

En realidad, es esto último -la presión de nuestros socios- lo único que me permite abrigar esperanzas de que nuestros gobernantes acaben afrontando el problema debidamente.

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