La anormalidad de los tipos

La pila de deuda con tipos de interés negativos en el mundo es la mayor de la historia. Más incluso que en 2016. Y quizá lo peor sea que nos estamos empezando a acostumbrar. Cuando comenzamos a ver natural que alguien no tenga que pagar intereses por endeudarse, sino que los cobra, entramos en el terreno del esperpento.

Hoy no hay un evento específico que justifique, como en ocasiones anteriores, la aberración de cobrar por endeudarte. El sistema financiero mundial está fuera de peligro y el euro no va a saltar por los aires por mucho que se empeñe el «Financial Times». Y más aún, si empiezan a cuajar las teorías que justifican esta situación como la nueva normalidad, iremos a un mundo sin inflación por la demografía y las nuevas tecnologías.

Y quizás ahí esté el peligro , en que el mercado asuma como normal algo que es del todo anormal. Pues más allá de que no haya presiones inflacionistas relevantes, tampoco es que la inflación haya desaparecido. Y puede que el relativismo del mercado ante estas circunstancias, que no hay por dónde coger, constituya el mayor riesgo. Si por cualquier circunstancia la inflación levanta el vuelo, las consecuencias en el mercado puede ser enormes.

Hablar de repuntes de precios puede parecer completamente fuera de lugar. Igual que lo hubiera sido hablar hace diez años de tipos de interés negativos de forma estructural. Sin embargo, no debemos infravalorar las consecuencias de los tipos de interés reales negativos porque estaríamos menospreciando la avaricia humana.

En la parte contraria, han surgido teorías que tratan de dar explicaciones que no se sostienen. Temas demográficos, esencialmente los que tienen que ver con el envejecimiento poblacional, la innovación tecnológica y otra serie de argumentos que apuntan a un mundo sin inflación . Y cada vez son más.