Carlos Moyá y Toni Nadal, durante un entrenamiento
Carlos Moyá y Toni Nadal, durante un entrenamiento - BELÉN DÍAZ

Roland GarrosEl efecto Moyá

La incorporación del extenista ha sido decisiva para renovar las ilusiones de Nadal, con quien mantiene una relación excelente

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Así medio en broma, con su forma de explicar las cosas, Toni Nadal suelta que la llegada de Carlos Moyá al equipo es muy beneficiosa y que su sobrino Rafael ahora hace más caso al exnúmero uno que a él mismo, una cuestión de afinidades. Para entender esa media broma hay que conocer al protagonista, que nunca da puntada sin hilo, consciente de que la llegada de Moyá ha supuesto un soplo de aire fresco, heredero natural cuando el tío Toni recoja los bártulos y se centre en la academia y en tutelar a los tenistas del futuro. Con esa incorporación, Nadal, es innegable, ha dado un impulso a su carrera.

A ningún miembro del equipo le gusta hablar de cambio, pues Carlos Moyá está en el ecosistema de Nadal desde hace muchísimos años, antes incluso de que compitiera en el circuito.

Es, por decirlo de alguna manera, un refuerzo que ha regenerado el buen hacer del grupo, hermético y compacto hasta el punto de aceptar únicamente la entrada de alguien como Moyá porque es un viejo conocido. Todo lo que suena a extraño no es bien recibido.

A final de 2016, un par de llamadas convencieron al exnúmero 1, que se había rodado primero como capitán de la Copa Davis y luego con Milos Raonic. «Creo que han querido incorporar a alguien de fuera, por decirlo de algún modo, pero sin ser un total desconocido», relataba el extenista a este diario cuando se produjo el fichaje, el primero en desbravar el bombazo. «Que nadie espere un cambio radical porque no lo habrá, pues soy el primero que sé cómo funciona el mundo de Nadal».

Moyá, que conoce a Nadal con tan solo verle la cara, se encontró con un tenista necesitado de éxitos después de unos cursos menos alegres. Mientras la gente murmullaba, cuestionando la capacidad del campeón para volver a morder un Grand Slam, Moyá tenía clarísimo que quedaba cuerda para rato, exigente en su planteamiento y aparcando el compadreo para fuera de la pista. «Hay que separar los roles y entender que está el amigo por un lado, pero que le voy a exigir más que nadie estando dentro de su equipo. Básicamente porque creo que le queda muchísimo recorrido, tiene muchos años por delante. Puede volver a ganar Grand Slams y a recuperar el número uno. Bueno, no lo pienso; estoy seguro». De momento, uno de los dos vaticinios ya se ha cumplido. Queda recuperar el trono.

Es frecuente ver a Moyá peloteando con su pupilo, ayudado muchas veces por un sparring para que el campeón de 15 grandes pueda enviar la bola de un lado a otro. Moyá, siempre en contacto con Toni y con Francis Roig, la tercera pata de este banco, aporta ideas y prepara minuciosamente cada encuentro, como cuando en Australia llamaron a Mark Philippoussis, el gigante australiano ya retirado, para que le acribillara a saques antes del encuentro con Milos Raonic, un bombardero de características similares.

«Lo que hemos intentado es que recuperara su esencia añadiéndole algunos detalles. Hay que adaptarse a los nuevos tiempos, tiene ya 30 años y hay que prestar atención a más cosas, pero lo está llevando muy bien. Cualquier pequeño sacrificio que haga Rafa ahora se ve reflejado en la pista», relataba Moyá a este diario antes de Roland Garros, desvelando que hay unos esfuerzos silenciosos que derivan en este carrusel de triunfos. Una dieta acorde a la situación actual, dormir más horas y administrar mejor los descansos son las tres premisas básicas de esta regeneración de Nadal. «Primero de todo, es mi amigo. Tenemos una excelente relación desde hace años y nos conocemos muy bien. Además, conoce también a mi tío y a Francis. El espíritu del trabajo en equipo ha sido muy positivo. Es obvio que Carlos es muy importante para ayudarme». Lo dice Nadal.

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