Fernando R. Lafuente

El mes de Zidane

El Madrid tiene por delante un calendario del que saldrá directo al cielo, al infierno o a la nada

Desde hoy a la víspera de Nochebuena, el Madrid tiene por delante un calendario del que saldrá directo al cielo, al infierno o ni a uno ni a otro sino todo lo contrario, a la nada: Athletic, Borussia, Sevilla, Mundial de clubes y, como traca prenavideña, el Barça . Zidane, tras un semblante afable, simpático, cercano no debería, allá él, seguir ocultando, o ignorando, u obviando la curva descendente que muestra el equipo desde el comienzo de temporada.

Si después del ridículo ante el Fuenlabrada es capaz de declarar que: «Miro a mis jugadores y lo hicieron muy bien», cabe preguntarse, con enorme moderación, qué entenderá por hacerlo mal. Si después del espectáculo ofrecido el martes declara que «no está bajando la exigencia» es que ya está en el subterráneo. Bien que las ruedas de prensa sean tranquilas, incluso agradable, pero no pueden nublar la realidad. Ortega alguna vez advirtió: «Toda realidad ignorada prepara su venganza».

La realidad del Madrid esta tarde en la que puede ser «el payaso de las bofetadas» (León Felipe) y pagar los platos rotos por el Formentera ante un Athletic a la deriva , es que todos los equipos que llegan al Bernabéu se crecen y tienen más posesión que en otros partidos frente a rivales notablemente inferiores al Madrid. Todos comienzan con cierta prevención y ante la desidia mostrada (por lo general en la primera parte) por los de Zidane, a nadie se le oculta que regalan, bien barato, los primeros cuarenta y cinco minutos, sea el Betis, el Málaga o el Fuenlabrada se crecen . A Zidane le han ido las cosas de fábula desde su llegada. Más que de fábula, de cuento de hadas. Pero ahora pintan bastos.

El panorama comienza a ser inquietante: Theo se evapora; Casilla ha sido una decepción; Tejero anda todavía por la Bundesliga; Ceballos sólo deslumbra en la Selección (Sub-21); Llorente tiene pavor al riesgo; Mayoral aún no es Morata . Demasiados noveles. Nadie destaca como se esperaba y los «intocables» a lo suyo, que para eso se sienten «intocables». Ante todo ello, Zidane no puede seguir sólo amparándose en su simpatía. O sí.

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