Fernando R. Lafuente - Grada de preferencia

Con Lampedusa en el Bernabéu

FERNANDO R. LAFUENTE

Llega el Leganés –el mismo que apeó a los de Zidane de la Copa del Rey en este estadio- con toda La Liga liquidada y el Madrid en estado de reposo, de tregua, con el silencio monacal, trapense, que requiere los días anteriores a la hazaña no bélica, pero sí épica u homérica de llegar a una tercera final europea consecutiva. De ahí que muchos consideren este encuentro de un agotado sábado del mes de abril como «los minutos de la basura». Pero esto será excesivo.

La perfecta actuación de Lucas Vázquez y Asensio ha obligado a Zidane a cambiar lo que parecía imposible

Es probable que hoy Zidane recurra al denominado equipo B o a una de esas originales –y apreciadas hasta por el New York Times– combinaciones que tanto gustan y tan buen resultado le suelen dar. Estos cambios le recuerdan a uno la obra maestra del cine y fascinante novela El Gatopardo (1958) de Tomasi di Lampedusa, la película de Luchino Visconti (1963). Le recuerda a uno como si el elegante aristócrata, Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster en el filme) le hubiera susurrado al técnico madridista, las palabras que al Príncipe le recuerda su sobrino, Tancredi Falconeri (Alain Delon): «Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie». Traducido al curioso lenguaje futbolístico: «Si queremos seguir siendo el Madrid, necesitamos que cambie lo que parece imposible: sentar en el banquillo a Benzema y a Bale». Y así ha sido para ganar. La perfecta actuación de Lucas Vázquez y Asensio ha obligado a Zidane a cambiar lo que parecía imposible, para seguir, en su sitio, único, en la estela europea del Madrid.

En el reposo de este fin de semana habrá que corregir las zonas de sombra y los momentos huecos que se mostraron en Múnich. No fueron pocos. Baste un ejemplo: el gol del Bayern llegó después de dejar un espacio, en cinemascope, el de Marcelo. El Madrid defiende muy atrás, la orfandad entre líneas es inquietante y hay un momento, en cada partido, que les entra una pájara desconcertante. Parecen sonámbulos, errantes. Tiempo hay, en el silencio del reposo, para corregirlo, porque lo otro es el caos.

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