Real Madrid

Agustín Herrerín, el héroe anónimo de la Séptima

El mítico delegado del Real Madrid, homenajeado este sábado pasado ante el Levante, fue un actor clave en la consecución de tan ansiada Champions

Rubén Cañizares

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20 de octubre de 2018. El Real Madrid rinde un emocionante homenaje a Agustín Herrerín, histórico empleado del club durante más de cincuenta años, los 18 últimos como delegado de campo del primer equipo. Su delicado estado de salud hizo que se jubilara el verano de 2017, con 85 años, pero este pasado sábado, aprovechando que vive días de cierta mejoría, el Madrid quiso hacer público su gratitud y cariño hacia una de las personas más queridas de la historia del club. Una persona bañada en bondad y un profesional intachable. Tanto, que sin él, la tan ansiada Séptima nunca hubiera sido posible. Vayamos veinte años y medio atrás en tiempo y lo entenderán.

Es miércoles 1 de abril de 1998 y el Real Madrid juega sus primeras semifinales de Champions tras ocho temporadas sin estar entre los cuatro mejores equipos de Europa. Son ya 32 años sin ganar una Copa de Europa, y el ambiente previo a ese duelo de ida contra el Borussia Dortmund supera por completo la logística de la entidad, sobrepasada por las circunstancias. En el fondo sur, lugar donde entonces campan a sus anchas los ultras, el aforo se desborda y el éxtasis del momento provoca un incidente surrealista: la portería de ese fondo, atada a las vallas de protección, es derribada por los aficionados presentes en esa zona. Sonaba justo en ese momento el himno de la Champions con ambos equipos sobre el campo. No había tiempo de reacción. El partido se suspendía hasta que hubiera una solución. Comenzaban así los 75 minutos más agónicos de la historia del Madrid.

Presiones alemanas

En primer lugar, se intentó sin éxito arreglar el marco, pero este estaba partido en su base y era imposible repararlo. Aquello agravaba aún más una situación límite. En el Bernabéu no había porterías de repuesto y el tiempo corría en contra del Madrid. El colegiado del encuentro, el holandés Van der Ende, aguantó como pudo la presión del equipo alemán, que solicitaba dar por perdido el partido con el resultado de 0-3. Ahí apareció la figura de Herrerín, entonces ayudante del delegado Julio Casabella , para vestirse de héroe y evitar un ridículo histórico.

Cogió una furgoneta del club que había en el estadio y escoltado por dos policías en moto se marcharon a 100 kilómetros por hora Castellana arriba, hasta la antigua Ciudad Deportiva , situada en Plaza Castilla, dos kilómetros al norte del Bernabéu. A esas horas, las 21.00 de la noche, las instalaciones estaban cerradas, y él no tenía las llaves, pero ni siquiera sus 66 años fueron impedimento para jugarse el pellejo saltando la valla, derribándola después y haciéndose con una portería en buenas condiciones. El problema era cómo llevarla al campo. Y ahí estaban dos camioneros para seguir creyendo en lo imposible: «Me dijeron que estaban cenando antes de irse a Ciudad Real, su destino. Yo le prometí el dinero que me pidieran a cambio de montar la portería en su camión y llevarla al Bernabéu. Y así fue». 100.000 pesetas cobraron aquellos dos camioneros por su ayuda. Un pastizal en aquella época. No era para menos.

Otra vez a gran velocidad, y escoltados por las mismas dos motos polícía, el camión y la portería cogieron rumbo al Bernabéu Castellana abajo, por dirección prohibida, para más exactitud. Llegados al estadio, los empleados del club bajaron la portería del camión y la introdujeron por el vomitorio ubicado en la esquina entre el fondo sur y la grada de preferencia, pero su estructura corrió serio peligro. Debido a las estrechas dimensiones del vomitorio, las maniobras fueron hechas con escuadra y cartabón. La portería tenía que entrar sí o sí al campo. Pero viva. Y así fue. A las 21.43 horas, 59 minutos después del derribo, los operarios blancos fijaban la portería mientras la UEFA medía el tamaño de la misma y el árbitro comprobaba su fiabilidad, al límite del reglamento. Las malas lenguas dicen que dio una gran patada a uno de los palos y este se tambaleó. Pero ya no iba a haber marcha atrás.

A las 22.00, hora y cuarto después del inicio programado, comenzaba la semifinal. El Madrid , con goles de Morientes y Karembeu, ganaba 2-0. Una semana después, con el empate a cero en Dortmund, se metía en la final. 50 días más tarde, el 20 de mayo, ganaba la Champions en el Amsterdam Arena (1-0 contra la Juventus). Meses más tarde, el club fue multado con 130 millones de pesetas, la sanción más alta hasta entonces de la historia de la competición, y el estadio fue clausurado por dos partidos, finalmente reducido a uno. Un castigo que se dio por bueno, visto lo visto aquel cardíaco 1 de abril, la noche en la que Agustín Herrerín se convirtió en el héroe anónimo de la Séptima.

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