MotoGPJorge Lorenzo, el artista de las dos ruedas

Un factor define al balear desde sus primeras vueltas: los eternos enfados si no era él quien se subía a lo más alto del podio

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Ayudó en el diseño del trofeo del Gran Premio de Aragón. También colabora de forma activa en expresarse a través del casco. El dibujo, el diseño, la creatividad y el arte son parte del ADN de Jorge Lorenzo. Pero hay otro factor que define al piloto balear desde sus primeras vueltas:los eternos enfados si no era él quien se subía a lo más alto del podio.

El balear se expresó ayer a la perfección con los pinceles de sus ruedas; en el suelo dibujó su tercera corona de MotoGP. Una foto que quería protagonizar desde que su padre, Chicho, le construyera su primera moto a los tres años. Su devenir como piloto lo marcó su primera victoria, y su primera derrota.

De no haber superado a sus rivales con ese puntito más de riesgo no sería quien es hoy. De no haber superado su propio inconformismo, tampoco. De aquellas rabietas pretéritas que duraban días, tan pasionales, tan exigentes, deviene este triunfo, tan metódico, tan medido, con ese estilo tan suyo de intentar copiar los tiempos de una vuelta a otra.

La creatividad lo acompañó siempre, con bailes para celebrar las victorias. Original como pocos, al Mundial se presentó con una jota rapada en la cabeza, y también ha inmortalizado sus triunfos con el pelo teñido de colores. Aprendía en cada curva, pero también de esas en las que se fue demasiado largo fuera de la pista, con ese punto de chulería y temeridad, fruto de la edad, que su entorno traduce como una coraza de su propia timidez.

Son incontables las fracturas y las caídas que tantas veces hicieron a su padre pensar en abandonarlo todo, pero los golpes más duros también los ha recibido sin la moto: esa falta de infancia en pos de un tiempo mejor, una separación de sus padres a los 10 años, la independencia demasiado temprana de Mallorca a Barcelona a los 14, la guerra entre su progenitor y su mánager a los 17.

Quizá la vela que enciende cada jueves de gran premio su madre, María Guerrero, le ha aportado la madurez y la calma que necesitaba para repetir el título de MotoGP. Soñaba con ganar un Mundial, es pentacampeón. Ayer, celebró la victoria 61 de su carrera, ese niño que se enfadaba durante días por ser segundo.

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