RÍO2016Juegos Olímpicos

Figuras históricas

Unos chupitos para el salto del siglo

Bob Beamon logró en México uno de esos récords que marcan una época

Bob Beamon, en pleno salto.
Bob Beamon, en pleno salto. - Ap

Bob Beamon era un buen atleta antes de los Juegos Olímpicos de México. Había ganado, de hecho, 22 de los 23 mítines en los que había participado esa temporada. Pero no era un atleta excepcional. La noche anterior a la final el estadounidense era un manojo de nervios, un león enjaulado. Así que decidió liberar la tensión acodado en la barra de un bar. Beamon pidió varios 'shots' (chupitos) de tequila y se sosegó. Había otros favoritos, como su compatriota Ralph Boston, campeón olímpico en Roma'60; el galés Lynn 'El Salto' Davies, oro en los últimos Juegos, en Tokio'64, y el soviético Igor Ter-Ovanesyan. Todos se quedaron mudos cuando, seis segundos después de iniciar su carrera hacia el foso, le vieron caer en la arena.

Tuvieron que pasar varios minutos hasta que el público del Estadio Olímpico Universitario de México DF viera en el marcador unos guarismos asombrosos: 8,90 metros. Los jueces no disponían de una cinta tan larga y tuvieron que salir en busca de una solución. Beamon, que tenía 22 años y había llegado con una marca de 8,33, rompió a llorar con el rostro pegado al tartán. Sus rivales tiraron la toalla. "Comparado con esto (el nuevo récord del mundo, 55 centímetros mejor que el anterior), somos niños", dijo el moscovita Ter-Ovanesyan. Davies tampoco se vio capaz de superar aquello. "¿Qué sentido tiene? Ha destrozado la competición".

Aquel registro, cuyo autor dio pie a un nuevo adjetivo para describir algo asombroso ('beamonesque'), fue definido como una marca del siglo XXI. Aunque un poco antes de que acabara el siglo XX, 22 años, 10 meses y 22 días después de aquel inolvidable 18 de octubre de 1968, Mike Powell elevó el récord mundial en cinco centímetros en Tokio. Beamon, que aquel año había saltado 8,39 con viento por encima de lo permitido, no daba crédito. En los últimos 33 años el récord sólo había crecido en 22 centímetros. Esa tarde, 17 45 horas, aumentó casi el doble que en todo ese periodo de tiempo.

Aunque es cierto que se dieron todas las circunstancias a favor: la altitud de México DF (por encima de los 2.000 metros sobre el nivel del mar), un viento de cola al límite de lo permitido (+2.0) y unas sensaciones sobresalientes. "Me sentía solo. No podía sentir las piernas, estaba flotando". Beamon tardó en entender que había realizado el salto del siglo. Al caer en la arena, poco antes de salir del foso dando saltos como un canguro, pensó que la marca estaba más retrasada. Y después, cuando leyó 8,90, tuvo que esperar a que Ralph Boston, rival y mentor, se lo tradujera a pies y pulgadas.

Toda la actualidad en portada

comentarios